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El museo se calienta

El Thyssen inaugura la primera exposición en un museo español dedicada al placer sexual, como medida de choque para frenar sus malos resultados en el último año

ISABEL REPISO

'Bienvenidos a bordo'. Guillermo Solana, director del Thyssen, equiparó ayer la nueva exposición temporal del museo, Lágrimas de Eros, con un producto de entretenimiento puro. En pocos minutos la vendió como 'un proyecto sin precedentes' que ha sido objeto de 'la campaña mediática más larga y preparada con más antelación del museo', para concluir con lo que llamó 'los créditos de nuestra película', en referencia a quienes directa o indirectamente han hecho posible la muestra.

Lágrimas de Eros, comisariada por el propio Solana, propone un viaje a la representación de la pequeña muerte del orgasmo como anticipo de la muerte irreversible, idea que adelantó Georges Bataille en su ensayo homónimo de 1961. 'Era el tema más a mano, el más evidente', según Solana. Porque a diferencia de Venus, esta exposición no nace del semen de ningún dios, sino de un momento particularmente doloroso en la vida del director artístico: 'Me encontraba en el punto más bajo de mi trayectoria, porque algunos de mis proyectos no habían tenido el éxito que yo esperaba. Eso me indujo a reflexionar sobre el planteamiento de las exposiciones. Lo que he querido con Lágrimas es llegar a todo el mundo'. Y qué mejor que hacerlo con un tema que ha calado en la Historia del Arte desde la Antigüedad grecolatina hasta la fecha. 'Esa era la ventaja y la desventaja, porque corría el riesgo de convertirse en una novela mía, en una creación arbitraria', precisó.

El comisario eligió 'un tema evidente para llegar a todo el mundo'

La exposición, que permanecerá abierta hasta el 31 de enero a caballo entre el Thyssen y la sala de Las Alhajas de Caja Madrid, reúne 119 pinturas, esculturas, fotografías y vídeos que van del siglo XVI a la actualidad. Los saltos históricos son continuos en cada una de las 12 salas, que se centran en mitos grecolatinos y de la tradición judeocristiana.

La primera sala ya anticipa al espectador el espíritu ecléctico de la muestra, confrontando la fotografía de una joven en la playa de Hilton Head Island (1992) con dos pinturas que reflejan el desnudo femenino en el siglo XVIII (El nacimiento de Venus, de Amaury-Duval; y Bañista, de Bouguereau) y una de 1998 (Honeymoon Nude, de John Currin).

Rachel Weisz, Kate Moss y David Beckham aparecen mitificados

La convivencia del arte contemporáneo con grandes maestros del pasado se enmarca en un discurso que intenta dar claves al espectador para entender el cambio de paradigma de una época a otra. 'Hemos querido hacer un andamio hecho de historias fáciles de reconocer', afirmó Solana, quien se disculpó a priori por su selección incompleta, que recoge el mito de las sirenas pero no el del minotauro, ni el de Orfeo y Eurídice.

Tras una primera sala dedicada al nacimiento de Venus, la segunda sala se centra en Eva y la Serpiente. El salto que impulsa la modernidad en la representación de este tema radica en la expulsión de Adán, centrándose en una visión de la tentación centrada en el cuerpo femenino acariciado por el reptil. Los desnudos de las actrices Nastassja Kinski (por el fotógrafo Richard Avedon) y de Rachel Weisz (por James White) aparecen junto a una litografía de Toulouse-Lautrec y dos pinturas del pintor Von Stuck, exponente del art nouveau, cuyos títulos El vicio y El pecado beben de la lectura bíblica.

La misma visión acusatoria se prolonga en las salas Sirenas y esfinges (cuyas representaciones remiten a 'monstruos que encarnan a la mujer fatal', según el texto de la muestra) y en Las tentaciones de San Antonio. Las contorsiones de Kate Moss (obra de Marc Quinn) y la mirada animal de Patti Smith (retratada por Mapplethorpe) forman parte de esos monstruos que nutren las aventuras de Ulises y que completan el fotógrafo contemporáneo Tom Hunter con su revisión del mito de Hilas y los pintores Corot y Courbet en La fuente y Las olas, respectivamente.

Lágrimas... apuesta por una semántica conservadora que da prevalencia al varón

En su afán por hacer de la muestra un conjunto pansexual que reúna todas las orientaciones sexuales, Solana recupera la homosexualidad masculina mediante el mito de la muerte de Jacinto en los brazos de su amante, el dios Apolo. La planta baja de la sede de Caja Madrid ofrece un repaso por el ideal de belleza masculino, desde Rubens y Francesco Furini al neoclasicismo francés de Jean Broc y Claude-Marie Dubufe.

Si algo rechina en Lágrimas... es el choque entre la apuesta formal arriesgada (con la mezcla caótica de movimientos y disciplinas) y una semántica conservadora, en la que el hombre prevalece sobre la mujer (en ningún momento se recuperan mitos lésbicos, pero sí gays, como los de la sala del Martirio de San Sebastián y en la citada de Apolo y Jacinto) y se obvia la crítica feminista de Kiki Smith, cuando aporta piezas tan explícitas como una María Magdalenaencadenada (1994).

De Mapplethorpe se echa en falta algo más duro que el retrato de Smith

Sí están lecturas arriesgadas que provocaron la ira de la Curia, como la estatua de Rodin Cristo y la Magdalena (1095), perteneciente a la colección de la baronesa, que representa a la Magdalena con la cabeza hundida en el torso herido del primero. Pero siempre dentro de un decoro ajeno a 'bajas escalas', matizó Pío Díaz de Tuesta, director de programas de la Fundación CajaMadrid, socio del Thyssen en la muestra. De hecho, un artista tan explícito como el fotógrafo Robert Mapplethorpe, del que se echa de menos algo más duro, está representado con una pieza suave.

La presencia de mitos paganos, sin embargo, restaura un cierto equilibrio. Es el caso de la planta baja de la sala de Las Alhajas, en la que El sueño de Endimión reduce el cuerpo masculino a un objeto pasivo y vulnerable. El ejemplo más mediático es el vídeo del futbolista David Beckham mientras duerme (por Sam Taylor-Wood, 2004), cuya lectura se enriquece con los lienzos de Rubens, Guercino y LucaGiordano, y con la escultura de Canova.

El efecto espejo salpica toda la exposición, que se empeña en enfrentar la revisión de diferentes artistas sobre un mismo mito, a veces, con un remake copiado palmo a palmo. Es el caso de la fotografía La herida (2004), de Édouard Levé, y el lienzo San Sebastián curado por Irene (1635), de Francesco del Cairo. O de las versiones fotográficas, de La Piedad de Marina Abramovic y de Sam Taylor-Wood, nietas de la escultura homónima de Miguel Ángel (ausente de la muestra). 'Hemos querido que cada una de las salas generase diálogos entre los artistas', dijo Solana, que ayer abrió las puertas a un modelo de museo más popular.

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