Victor Zamora asegura que preferiría estar muerto. Alex Zegarra necesita seis pastillas diarias para poder hablar con la gente, mientras asegura que el menor ruido le asusta y todavía no puede concentrarse en el trabajo o entrar en un espacio pequeño. Mario Sepúlveda, quien fuera líder de los mineros, aún toma una fuerte medicación todos los días.
Cuatro meses después de que los 33 mineros chilenos fueron rescatados a un kilómetro bajo tierra, donde convivieron con el temor diario de la muerte durante 69 días, los médicos aseguran que todos experimentan graves problemas psicológicos, según apuntan en 60 Minutos, un programa de televisión que emitirá la cadena CBS el próximo domingo.
En el programa de entrevistas, los mineros desgranan cómo consiguieron sobrevivir a la tragedia. Después de dos semanas de un racionamiento de alimentos inadecuado, la comida se redujo a una lata de atún para los 33, aseguran en el programa. Se reparte una cucharadita a cada uno cada 48 horas. 'Le dije a un amigo: Bueno, si vamos a seguir sufriendo, sería mejor que nos vayamos todos al refugio, encendamos los motores y con el monóxido de carbono nos dejamos llevar', relata Zamora, quien consideró el suicidio después de dos semanas 'para no seguir sufriendo'. 'Íbamos a morir de todas formas', remata.
Casi al mismo tiempo, otro pensamiento cruzó la mente de los mineros, apunta el escritor Jonathan Franklin, que ha hablado con todos los mineros para la redacción de su nuevo libro 33 Hombres. Recuerda que un minero le comentó que sus compañeros bromearon un día con su muerte: 'Si te mueres esta noche serás el desayuno, el almuerzo y la cena'. Pero no era broma, apunta Sepúlveda, 'no había más comida'. Según el relato de los mineros, uno días más de cautividad les hubiera conducido al canibalismo. 'Las ganas de vivir te hacen pensar en lo impensable y no me daba vergüenza, teníamos miedo'. El escritor asegura que los mineros le aseguraron que tenían una olla y una sierra preparada.
La gran parte de los mineros atrapados está pagando ahora el precio de su cautividad. Vega, un mecánico de la minería, está construyendo un muro alrededor de su casa, pero no puede explicar por qué. La ansiedad continúa a pesar de su medicación, aseguran en el programa. 'He tratado de trabajar en mi coche, pero pierdo la concentración muy rápidamente. Me olvido de las cosas'.
'No puedo tener una relación normal con mi familia. Ya no soy tan cariñoso con mi hijo. Antes de entrar a la mina yo era un hombre feliz', apunta Zamora, quien ahora sufre pesadillas. 'Mi otro yo aún sigue allí'.
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