'Hemos decidido no continuar con este teatro'. Mel Zelaya, el derrocado presidente de Honduras, lleva 133 días participando en una obra dramática cuyo director no es él. La representación la dirige el presidente golpista, Roberto Micheletti, con mano de hierro y voz atronadora. Diez minutos antes de que concluyera el enésimo ultimátum de Zelaya, escenificando una foto de familia muy bien avenida, Micheletti proclamó su Gobierno de Unidad y Reconciliación. Un Ejecutivo para uno solo y que nada reconcilia. Un nuevo esperpento en esta comedia bufa que padece Honduras.
'Declaramos fracasado el acuerdo por el incumplimiento del régimen de facto del compromiso de organizar el Gobierno de Unidad y Reconciliación nacional, el que por ley debe ser presidido por Manuel Zelaya'. El comunicado del Gobierno derrocado proclamaba al mundo la falta de voluntad política de los golpistas y reclamaba otra vez la ayuda de la OEA.
Entre ambas escenas se sucedieron reuniones oficiales, diálogos secretos, llamadas desde EEUU y más de una palabra altisonante. Las horas siguientes transcurrieron al ritmo de Micheletti. Filtró unos nombres de su Gabinete (repiten los duros Pineda y el canciller López Contreras) y adelantó caras nuevas que son las de siempre.
La letanía comenzó a repicar tras conocerse el fracaso del acuerdo. El Departamento de Estado mostraba su decepción y el embajador de EEUU movía sus hilos, Insulza insistió en que Zelaya es el presidente legítimo y Juan Pablo de Laiglesia, secretario de Estado español para Iberoamérica, remarcaba que la comunidad internacional espera 'la restitución del orden democrático'.
Pero hay algunos a los que todo les resbala, como a Arturo Corrales. Este acróbata de la política, delegado de Micheletti en la Comisión de Verificación, lo dijo alto y claro ayer a La Tribuna: 'En mi casa no deben de tener mucho peso cuando gritan afuera qué es lo que debo hacer en el interior de mi casa. No debemos hacerle caso. Hagámosle caso a nuestra conciencia'.
¿Qué queda por delante? La sesión extraordinaria del Congreso, en la que se debe votar la restitución. ¿Cuándo? Los escenarios, según las distintas fuentes consultadas, varían. Si es antes de las elecciones del 29-N, Zelaya perdería la votación pero de inmediato Micheletti dimitiría (tal y como dijo Ricardo Lagos) para ceder paso a uno de sus hombres de confianza en este falso Gobierno.
Si la votación es después de las elecciones, como temen en Brasil, Zelaya podría obtener el sí, una forma de dar legitimidad al presidente votado en las urnas unas horas antes.
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