Nuria Espert (Barcelona, 1935) espera sentada en el salón de su casa de la plaza de Oriente en Madrid. Entre sus manos tiene, casi a la mitad, la tercera parte de la trilogía Millenium de Stieg Larsson. 'Estoy enganchada a Lisbeth Salander. Me fui a comprar la tercera parte en cuanto salió y también he visto ya la película', comenta.
No es de extrañar que la actriz esté fascinada con esa hacker violenta y sufriente. Su carrera está jalonada por los personajes femeninos más fuertes y trágicos de la historia del teatro como Medea, Yerma o Las Criadas, de Genet. Mujeres que han sufrido, pero que luchan, que dan un portazo si hace falta, como la Nora de Ibsen.
Ya en sus memorias De aire y fuego, publicadas en 2002 por Aguilar, escribió: 'Las mujeres sabemos ponernos en peligro, ir más allá, porque nosotras no tenemos miedo a hacernos todo tipo de daño'. Ella es una mujer a la que le gustan los desafíos.
Mañana se va a Barcelona a comenzar la dirección de los ensayos de la ópera Turandot, que estrenará el día 21 de julio en el Liceo de Barcelona; y en septiembre traerá al Matadero de Madrid, como actriz, La casa de Bernarda Alba.
¿Cómo le puede gustar Lisbeth Salander siendo tan cruel, tan violenta? Y además no confía en nadie.
¡Cómo no va a ser tan violenta! Es una mujer que ha sufrido muchísimo. A su madre la mandaron a un psquiátrico de una paliza y a ella también. Yo comprendo que reaccione así. Y esa desconfianza es normal cuando te han maltratado tanto.
¿Cree que es una mujer nueva?
No, no es una mujer nueva. Es una mujer destrozada. A mí me recordaba mucho a la Jodie Foster de la película Acusados, después de recibir una brutal violación colectiva. Larsson ha sido listísimo al crear este personaje de Lisbeth, que está a la altura de una Lady Chatterley o un Maigret, y que quedará en la literatura.
Usted siempre ha interpretado mujeres muy fuertes y muy trágicas a la vez. Ahora Bernarda Alba en el teatro y Turandot en la ópera.
Yo creo que son más bien dramáticas La Traviatta, por ejemplo, no es una tragedia
Bueno, la protagonista Violeta Valery muere y no completa su amor con Alfredo Eso suena bastante a tragedia.
No. El suicidio o la muerte no comporta que sea una tragedia. Es un drama.
¿Por qué no ha elegido comedias en la ópera?
Es que yo no he elegido nunca. A mí lo que me han hecho son propuestas.
De todas formas, en el teatro tampoco. Cuando uno va a ver una obra de Nuria Espert no piensa en una comedia. ¿Por qué?
No lo sé. Quizá porque mi primer gran éxito fue Medea a los 19 años y eso me marcó muchísimo. Porque tengo más dotes para el drama que para la comicidad. Yo me encuentro muy graciosa, pero en lo que más he destacado y me siento más seguro es en el drama o la tragedia. La tragedia es un género muy especial. Quizá haber comenzado con eso te marca y que te haya salido bien te marca muchísimo más. Es muy difícil que te pongas a hacer una comedia burguesa.
En Mérida se representará este año una Medea con Blanca Portillo.
Sí. Ante Medea hay que sentir muchísimo respeto. Yo la he representado muchísimas veces con distintas producciones y hay que tener un miedo enorme. Y Blanca lo debe de tener. Es un gran reto, y Mérida lo hace aún más difícil. El Teatro Griego era más pequeño, pero el Teatro Romano es enorme, muy abierto. Yo mido 1,67 y me pongo un coturno y no llego ni a la base de una columna. Eres tan pequeño allí y la voz es tan pequeña allí. Es un teatro muy peligroso.
¡Y qué mujer es Medea!
Sí, es una mezcla Es un papel que nunca se acaba y nunca sabes todo de él. La escritura no es que sea ambigua, pero cualquier palabra Hay un Querido hacia Jasón en mitad de la mortandad es decir, le sigue amando, no le ama, es un amor llevado a la locura Y hay muchos buenos caminos para hacerla. Hay muchas posibilidades de hacer buenas Medeas y Hamlets. Para mí, son los dos grandes títulos del teatro.
¿Hay algún personaje que le gustaría hacer y no ha hecho?
Me gustaría haber hecho, no hacer ahora, Hedda Gabler y también Lady McBeth. Este me va como un guante, pero la obra tiene tantos problemas que no tienen solución. Y eso ha ido retrasando el no haberme metido en ella todavía.
En sus memorias habla de personajes femeninos a los que nunca llegó a comprender, como por ejemplo la Martha de ¿Quién teme a Virginia Woolf? ¿Lo pasa peor cuando el personaje no cuadra con usted?
Es verdad, detestaba a la Martha de Virginia Woolf. Pero es igual de difícil. A mí hay mujeres que me gustan y otras que no. Pero no es más fácil hacer a La buena persona de Sezuan, que me gusta tanto. Esa putita que se convierte en hombre para defenderse de los hombres que quieren destrozarla Yo creo que ése es el papel que más me ha gustado en mi vida, pero no es más fácil de hacer que uno no me gusta. Y ese papel en el que ella [Martha] está borracha desde el principio y dos horas y media de agresividad casi sin matices No, no me gustaba. Pero sí fue una etapa muy feliz en mi vida porque trabajaba con [Adolfo Marsillach] y él estaba tan genial en esa obra Y me supercompensó.
Muchas actrices dicen que al llegar a cierta edad es difícil conseguir buenos papeles.
Quizá lo que es difícil es que te los den, porque existir, existen. Está La Celestina, Madre Coraje, Lady Macbeth El cine es diferente. No hay grandes historias de personas mayores. Pueden ser buenos papeles, pero siempre secundarios. Eso me lo decía Glenda [Jackson] y es cierto.
¿Es porque es un arte más joven?
O porque la cámara es más cruel con las mujeres. Los hombres sí siguen defendiéndose muy bien con sus arrugas y sus edades.
La sociedad dice que la arruga no es bella para la mujer.
Desde luego no delante de una cámara. A la cámara no le gustan las mujeres mayores. En el caso de los hombres, a algunos sí y a otros no, pero en el caso de las mujeres a ninguna. Esto es un pesar para las grandes actrices que tratan la juventud hasta la desesperación. Si hubiera papeles para las de 40, 50, 60 y 70, no tendrían esa desesperación por agarrarse a la juventud hasta ir más allá de lo que deben.
Cambiemos de tema. ¿Qué piensa de la llegada de Gerard Mortier al Teatro Real de Madrid?
Me parece una maravilla, porque yo he trabajado para él y me pareció un director de teatro con una personalidad fortísima. Es alguien que quiere cambiar muchas cosas. Tiene un carácter muy fuerte y no va a ser fácil acomodarse a sus gustos. Es una persona que puede traer mucha polémica, pero eso es bueno. La polémica es muy buena para la cultura, para el arte. Y él va a traerla. Se creará muchos enemigos, pero creo que para la ciudad de Madrid es una cosa buena.
¿Al teatro español le falta todavía proyección internacional?
Sí, porque hemos estado muchos años excluidos de todo. El único arte que se conocía nuestro era el flamenco. Y es una cosa muy bella, pero no es representativa de todo el país. Para salvar el impedimento de la lengua se necesita que el espectáculo por sí mismo rompa esa barrera.
Por cierto, no hay ninguna mujer al frente de los teatros nacionales.
Eso cambiará solo, como está cambiando todo. Se comienza por el Gobierno y... aunque debería haber empezado por la base, lo ha hecho por el Gobierno y de forma muy fuerte, y la sociedad está bastante concienciada de eso. A la gente ya le va dando vergüenza que no haya mujeres en los comités de empresa Se ha avanzado muchísimo, pero en el punto en el que estamos ahora, que se trata de que la presidenta del país sea una mujer, eso va a tardar un poco todavía.
Usted dirigió su primera obra en 1986. Casualmente fue La Casa de Bernarda Alba. ¿Cómo se encuentra más cómoda: dirigiendo o siendo dirigida?
Si la palabara es más cómoda, siendo dirigida. Siempre, siempre. Yo soy una actriz. Una actriz que dirige, pero ante todo una actriz. Y aunque he pasado etapas en mi vida de fatigas después de excesos en la actuación, en este momento la actuación es lo que me hace profundamente feliz. La dirección no sé si la volveré a hacer, pero no está en mi pensamiento ahora y estoy rechazando todo lo que me ofrecen.
Le da más quebraderos de cabeza.
A mí me produce mucha tensión. Yo empecé a dirigir muy tarde. Viendo que tenía un pequeño talento para eso debería haber empezado cuando era más jovencita y haberme equivocado muchas veces...
Además empezó con Glenda Jackson en Londres...
Sí, ese es uno de los problemas. Haber empezado tan arriba, que después ya lo que viene es el Covent Garden sin estar preparada anímicamente.
Usted ha trabajado con Lavelli, Lepage, Víctor García.. ¿Cuándo dirige toma directrices de esos grandes directores?
No, no. Eso no sería bueno ni para mí ni para el espectáculo. A mí me ha ido bien en la dirección porque he hecho lo que he aprendido como actriz. Para mí la ópera es un drama musical. Cuando dirijo Electra la conozco como el director que mejor la conozca. Yo creo que a mí me han llamado porque como siempre he dirigido dramas femeninos creo que buscaban en mí una mirada de mujer. Y ahora hay más, pero cuando yo dirigí en el Covent Garden por ahí sólo había pasado una mujer. Pero volviendo a tu pregunta, no, no he dirigido como nadie.
Ahora se enfrenta a Turandot, que estrena el día 24 en el Liceo. ¿Es el mismo montaje de la reapertura en 1999?
Sí, esto es el mismo montaje con distinto reparto y con lo que se me ocurra.
He leído una crítica del espectáculo de 2005 en el que le abuchearon por cambiar el final ¿Este montaje mantiene ese cambio?
Sí, he mantenido el cambio. Es un final que siempre ha sido polémico. También lo fue en 1999. Pero creo que con el tiempo va siendo más aceptado. Ese es un final que tiene una gran dificultad. El maestro [Puccini] había tratado varias veces de hacer ese final. Él quería un final feliz, pero tenía muchas dificultades. En alguna de las cartas lo atribuía al texto. Los letristas no acababan de darle un texto convincente. Y yo estoy completamente de acuerdo. Pensar que a esa asesina en serie la besan y ya va a tener niños y hacer la compra, pues como que no.
Pero antes había un final feliz y he leído que a usted no le gustan ¿Por qué?
Me encanta que la gente que puede ser feliz lo sea. Pero creo que hay gente que no tiene derecho ni debe ser feliz. Y Turandot es una de esas brujas.
¿Usted se considera una diva?
Cuando me lo dicen fuera de aquí me gusta muchísimo, pero cuando me lo dicen aquí tiene unas connotaciones erróneas. Lo mismo que lo de gran dama del teatro, que no me gusta, pero que también depende de quién lo diga.
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