El legendario teatro Bolshói, la catedral mundial del ballet, reabre mañana, viernes, sus puertas, tras más de seis años de obras faraónicas y de escándalos artísticos, en el que promete ser uno de los eventos culturales del año.
"Cuando cerramos el teatro para su renovación había un 70 por ciento de posibilidades de que el edificio se derrumbara", reconoció Anatoli Ixánov, director general del teatro, cuya famosa compañía comenzó a funcionar en 1776.
La reconstrucción del grandioso edificio neoclásico, que se encuentra en el corazón de Moscú, a unos pocos cientos de metros del Kremlin, se convirtió en una cuestión de orgullo para Rusia, que ama el ballet casi tanto como el vodka y el caviar.
El teatro se reabrirá con una gala concierto en la que previsiblemente cantará el tenor español Placido Domingo, que contará con la presencia de dirigentes rusos y europeos y que será retransmitida en directo por numerosas televisiones, por el canal YouTube y por 600 cines en todo el mundo.
El paso del tiempo -incendios, reformas salvajes y el bombardeo nazi- había puesto en peligro el tesoro nacional ruso, por lo que el histórico edificio del Bolshói (el gran teatro) decidió cerrar sus puertas en julio de 2005.
Por todo ello, el Gobierno no tuvo reparos en gastarse más de 20 billones de rublos (en torno a 700 millones de dólares y a 500 millones de euros) para regresar al año 1856, año en que por orden del zar Alejandro II el arquitecto francés Alberto Cavos reconstruyó el teatro tras un grave incendio.
Aunque parecía imposible, artesanos, orfebres, pintores, carpinteros y otros maestros en mampostería y estucado dedicaron miles de horas a reconstruir vestíbulos, muros, escalinatas, cimientos y fachada para devolver al Bolshói el esplendor perdido.
Cualquiera que visite ahora el teatro se subirá a una máquina del tiempo que le llevará directamente a los tiempos del lujo zarista, donde todo brilla como el oro, desde los sillones a los pomos de las puertas, y desde los relieves a las lámparas.
Los maestros en el tradicional bañado de oro, técnica de filigrana que no debió diferir mucho de la empleada para pintar la Capilla Sixtina, aplicaron 4,5 kilos de papel de oro más fino que el cabello humano para barnizar esculturas, murales y corredores.
Además, la reconstrucción ha duplicado la superficie útil del teatro, "lo que dará mucha más libertad a los bailarines y a los escenógrafos", según comentó a Efe Antón Guetman, subdirector del Bolshói.
Y es que, tras la reforma, el histórico edificio pasará de una superficie de 30.366 metros cuadrados a 72.830, gracias a la creación de nuevos escenarios, vestíbulos, vestuarios y almacenes subterráneos, además de una nueva sala de conciertos para 330 espectadores.
El escenario principal, que ha recuperado su lámpara de dos toneladas de peso y 6,5 metros de diámetro, y el telón de más de 700 kilogramos, contará con varias plataformas con grúas que permitirán cambiar mecánicamente el decorado en cuestión de minutos, sin que al espectador le de tiempo siquiera de pestañear.
Uno de los principales objetivos de la restauración era recuperar la genuina acústica del Bolshói, que, según algunos expertos, se había perdido casi por completo debido a las salvajes reformas soviéticas en las que se utilizó hormigón armado.
Para ello, según Guetman, se empleó "una madera igual a la original (1825)", es decir, paneles de madera del "abeto de la resonancia", que tiene un timbre único y reproduce el eco como ninguna otra.
El nuevo Bolshói ha reducido su aforo, en aras de la comodidad de los espectadores, de 2.100 a 1.720 plazas, aunque serán más confortables, al tiempo que habrá más espacio para la orquesta, que dará cabida a 135 músicos.
La reconstrucción del Bolshói no ha estado exenta de escándalos debido a las numerosas pegas urbanísticas planteadas por el destituido alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, lo que dilató la conclusión de la obra, prevista en un principio para 2009.
La Fiscalía incluso abrió una investigación sobre la presunta malversación de fondos públicos destinados a la reconstrucción del edificio, algo que ha sido negado por la dirección del Bolshói, pero que obligó a cambiar de compañía constructora.
Además, su director musical y de orquesta, Alexandr Vedérnikov, dimitió en julio de 2009 por la intromisión de burócratas y en marzo pasado renunció el jefe de la compañía de bailarines del teatro desde 2003, Guennadi Yanin, tras un escándalo sexual.
Ni siquiera los dictadores soviéticos Lenin y Stalin pudieron resistirse a los encantos del ballet burgués y la compañía del Bolshói se convirtió durante el siglo XX en una de las imágenes de marca del alma rusa.
Por Ignacio Ortega.
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