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«La industria lleva 30 años lavándonos el cerebro»

Francis Ford Coppola presenta en el Festival de Cannes 'Tetro', su filme más indie, protagonizado por Vincent Gallo y Maribel Verdú

GONZALO DE PEDRO

Cannes rechazó Tetro, la última película de Francis Ford Coppola. Y Francis Ford Coppola presentó ayer, en Cannes, Tetro, su última película. La paradoja se explica porque lo que todo el mundo conoce por Festival de Cannes es en realidad un galimatías de mercados y festivales que se mezclan y se superponen formando la amalgama conocida como Festival de Cannes. Así que Tetro, la película que el auténtico Festival de Cannes rechazó para su sección oficial, pasó rauda y veloz a convertirse en la película de inauguración de la Quincena de Realizadores, un festival paralelo al oficial.

'Cannes me ofreció participar fuera de concurso, en una gala nocturna, y me pareció que no encajaba con la película, que es muy personal e íntima. Quizás pensaron que podían hacer algo a lo grande conmigo, pero preferí rechazar su propuesta. Fue entonces cuando me llamaron de la Quincena: me pareció un lugar mucho más apropiado. Es un filme independiente, y así debe considerarse', explicaba Coppola en un encuentro con la prensa española, el día anterior al pase oficial.

El estreno de Tetro en Cannes supone el regreso de Coppola al festival, 30 años después de llevarse la Palma de Oro por Apocalypse Now, además de la presentación en público de un nuevo Coppola, resistente, rebelde y convencido de que su camino artístico pasa por escapar de los intereses y las presiones de la industria.

'Con esta película he pretendido ignorar la realidad del mercado y a los que lo controlan, esos que dicen limitarse a dar a la audiencia lo que la audiencia quiere, pero que en realidad llevan lavando el cerebro a esa misma audiencia durante más de treinta años, de manera continuada', contó.

Y no le falta razón, porque la película, rodada en alta definición y en blanco y negro, es, cuando menos, un ejercicio de resistencia y afirmación autoral realizado con un presupuesto ridículo para los estándares de Hollywood ('cuanto más pequeña es la película, cuanto más pequeños son la producción y el presupuesto, más grandes pueden ser las ideas', dijo el director), además de un intento del propio Coppola por entender su propia historia familiar a través de una historia de ficción.

'Nada de lo que ocurre en la película es verdad, pero todo lo que ocurre es verdad', explicó, enigmático y rechazando cualquier paralelismo entre su biografía y la de los personajes, aunque reconoció haber 'aprendido mucho sobre mí, y mi familia al terminar esta película. Eso sí, mi padre no tenía nada que ver con el de Tetro: era muy buena persona'.

El drama de dos hermanos separados durante años que vuelven a encontrarse lejos de la sombra alargada de su padre esconde una reflexión sobre el trabajo, la libertad artística y la necesidad de reconocimiento por parte de los demás: Vincent Gallo interpreta a Tetro, el hermano mayor que abandonó su carrera de escritor para trabajar en un oscuro teatro de La Boca bonaerense, y Aldin Ehrenreich interpreta a Benny, el hermano menor, que asume la tarea de terminar la obra que su hermano esconde, inacabada.

'No quiero tu aprobación', le dice el protagonista a quien fuera su mentora artística, antes de desaparecer entre las sombras. Y bien podría ser Coppola quien hable, a través de Gallo, reclamando su independencia y su firme voluntad de trabajar por libre: 'No se puede vivir pendiente de lo que piensen los demás de uno mismo. Imaginemos que vivimos en el III Reich: ¿también ahí haríamos las cosas en función de lo que los demás piensan?', se preguntó ayer.

Su vuelta atrás para entenderse mejor entendiendo a su familia incluye también una vuelta a sus orígenes como cineasta, una mirada a los cimientos sobre los que construyó su carrera: 'Con 16 años quería trabajar en el teatro, poniendo luces, escribiendo los textos. Hasta que vi Octubre, de Sergei Einsestein, y me deslumbró tanto que di cuenta de que lo que realmente quería era ser director de cine. Con esta película he intentado ser el director de cine que quería ser cuando era joven', dijo.

Coppola confesó que el éxito de El Padrino le convirtió justamente en aquello que rechazaba: un director de Hollywood que hacía películas de éxito y comerciales. De ahí que, una vez terminada su carrera en la industria, haya emprendido una huida hacia adelante simbolizada en el empleo de un blanco y negro, desterrado por los ejecutivos de los estudios y las televisiones, con el que rinde homenaje a las películas que le gustaban, las de 'Elia Kazan, o Kurosawa'.

Un blanco y negro que defiende frente al ostracismo al que le quieren condenar algunos: 'Un ejecutivo de televisión, con nombre y apellidos, es uno de los responsables de que el blanco y negro esté mal visto, porque en un momento decidió que había que destinar la mitad de presupuesto a producir películas en blanco y negro que películas en color', contó ayer.

La decisión de rodar lejos de Hollywood, en Argentina y España, y la autoproducción (aunque con algo de dinero español) como camino de libertad e independencia son también síntomas de ese nuevo rumbo emprendido por el director: 'Pones el dinero y lo haces. No tienes que discutir con productores sobre cuál es el mejor actor para la película, dónde sería más conveniente rodar, o los cambios de guión. Coges el dinero del banco y ruedas la película tal y como quieres'.

Cuando uno de los periodistas presentes le comparó con Orson Welles, quien también tuvo que abandonar EEUU y buscar en el extranjero la financiación y las localizaciones para sus películas, Coppola respondió divertido: 'Hay dos cosas que me diferencian de Welles: yo estoy algo más delgado que él y yo soy muy rico y él no lo era. He venido aquí en mi avión privado y me iré en él, porque, afortunadamente, el dinero no lo hago con el cine, sino con los vinos y los hoteles. Y es eso lo que me permite hacer el cine que quiero', zanjó. Y se quedó tan ancho.

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