Huntelaar se retrata cada partido. Son muchos días así. Apenas se escucha su nombre en las narraciones. Ante el Almería, por ejemplo, no se le nombró hasta los 39 minutos, cuando agarró una leve opción de gol. Pero los dos primeros balones que le llegaron en la segunda parte, los clavó en la portería.
Huntelaar, por encima de un delantero, es un especialista. Un tipo que no se aburre si no toca la pelota. Hasta es posible que lo prefiera, porque así no se le pone en un compromiso. Su fútbol es otro: la espera paciente y silenciosa, la seguridad de que siempre llegará su momento, la inteligencia con la que trabaja los espacios muertos (casi nunca cae en fuera de juego). De ahí sale un coronel de la estadística. Desde que ha centrado la mirada, su producción está siendo inmensa en el Madrid, y el margen de error, mínimo.
Hubo un tiempo en el que el fútbol estaba cargado de jugadores de este tipo. Sin ir más lejos, en los años ochenta. Era Satrústegui en la Real Sociedad, Quini en el Barcelona, Santillana en el Madrid o el mismo Hugo Sánchez. Lejos del área, apenas se contaba con ellos. Su espacio de trabajo era muy limitado, pero una vez que la pelota pasaba a su lado lo devoraban todo y no se equivocaban casi nunca. Cada uno a su estilo. Los había que eran un compendio de maneras como el italiano PaoloRossi, que ganó el Mundial de España 82 a un solo toque. No hubo un solo gol en el que necesitase del regate. Tampoco se recuerda que hiciese compañía a Conti o a Grazziani en las bandas. Pero cuando la pelota pasaba por el área él siempre tenía el despertador a punto. Daba igual que fuese fácil o difícil. Rossi no tardaba en encontrar la solución.
Aquella era otra época, en la que todavía había dos extremos, derecho e izquierdo. Los entrenadores jugaban con un 4-3-3 en casa y con un 4-4-2 fuera. Pero, ahora, el fútbol ha cambiado mucho. Hay equipos que juegan con un solo delantero y el viejo ariete del pasado, que se ganaba el pan en el área, ya no está de moda. Se impone ahora otro tipo de delantero más independiente, capaz de iniciar y terminar la jugada, de hacer una carrera de obstáculos: Fernando Torres, Villa, Forlán,Ibrahimovic, Etoo... Gente que se enfurece si pasa media hora sin tocar el balón. Huntelaar, sin embargo, estuvo casi una hora sin hacerlo ante el Almería y no protestó. Quizá sea el instinto del depredador, del hombre que sabe esperar.
'El día que me ponga nervioso no seré un buen delantero', decía Ian Rush, aquel formidable ariete del Liverpool del que no se sabía si era buen o mal futbolista en medio campo. Sólo aparecía por esa zona para sacar de centro. Ahora ya no es tan fácil cuadrar a un futbolista así. A veces, da la sensación de que debe esperarse a jugar con once hasta que el balón llegue al área.
Y eso no se lleva bien en las pizarras de los entrenadores, cada día más metódicos y acaparadores. Pero aun así, Huntelaar no es una excepción. Aún quedan jugadores de su tipo por la vieja Europa. Algunos de ellos con una incidencia muy elevada, como el alemánKlose, el italiano Toni, su compañero Saviola o Llorente, el delantero del Villarreal, que una vez dio con la clave de lo que significa ser un especialista en estos tiempos. 'Las dudas sobre mí surgen porque no me han visto hacer chilenas, rabonas, goles de tacón... Yo hago lo que sé hacer, la A y la B, nunca intento la W, porque no tengo esa capacidad'. Quizá sea verdad.
Ahora, el escenario mediático espera otro tipo de jugador que no sólo se limite a esperar que sean los demás los que le aproximen el balón. Desde niños, a los futbolistas se les educa para ser lo más completos posible. De hecho, el mejor del mundo, Cristiano Ronaldo, es ambidextro, porque en el Sporting de Lisboa se preocuparon de que fuese así. En otra época ni siquiera se hubiese intentado.
En el Manchester United están acostumbrados a ver a Rooney a las orillas del área, a ir y venir. No tiene pinta, pero lo hace. Sin embargo, hay delanteros más esbeltos que él que no tienen esa capacidad. Su talento está en el gol, en el remate, no en la capacidad para trazar el camino o para viajar de izquierdaa derecha.
La inteligencia de estos delanteros tan concretos está en admitirse a sí mismos, independientemente de que la prensa les valore más o menos. Llorente lo ha dicho. Huntelaar lo dice. Cuando se refiere a su futuro en el Madrid no habla de jugar mejor o peor, habla de una cifra de goles. Así, nadie podrá recriminarle lo que no es.
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