Cientos de niños birmanos que quedaron huérfanos cuando el ciclón Nargis les arrebató a sus padres, padecerán en el futuro severos traumas psicológicos por la magnitud y la forma en que se produjo la tragedia que destrozó sus vidas.
"Todavía es pronto para evaluar esas secuelas, pero no cabe duda de que jamás volverán a ser como antes", señaló a Efe el jefe de la representación de UNICEF en Birmania (Myanmar), el nepalí Ramesh Shrestha.
Al referirse a un suceso tan repentino y devastador, Shrestha explicó: "Perdieron todo en cuestión de minutos, fue tan terrible que incluso muchos adultos ahora tienen pánico a unas gotas de lluvia".
Según los psicólogos, un hecho así deja una herida irreparable en la mente del pequeño, que puede tardar años en cicatrizar e incluso impedirle ser capaz de relacionarse de forma normal con su entorno u otras personas.
Algunos de los primeros síntomas son apatía, desorientación y pérdida de memoria, pero deben persistir en el tiempo para poder ser considerados señales inequívocas de un trauma.
Por ejemplo, un hijo cuyos padres fallecen por una enfermedad tiene suficiente tiempo para digerir la pérdida, que además no viene acompañada de la destrucción del hogar y de la muerte de hermanos o amigos, detalló Shrestha.
Cerca de un tercio de los 134.000 muertos o desaparecidos por el Nargis fueron menores, según datos de Naciones Unidas, pero dado que en muchos pueblos la fuerza de la tormenta fue tal envergadura, que sólo sobrevivieron los hombres adultos.
En aquellas zonas del delta del río Irrawaddy a las que ha podido tener acceso la organización, sus cooperantes recogieron a todos los niños abandonados, a los que trasladaron a centros de acogida especiales habilitados en colegios o edificios gubernamentales.
Allí, personal especializado de UNICEF les ofrece juguetes y otros pasatiempos hasta que llegue el momento en que estén suficientemente preparados para iniciar el proceso de búsqueda de familiares.
Muchos pequeños vagaron durante días por arrozales inundados y llenos de cadáveres de personas y animales hasta que fueron encontrados por las autoridades.
"Pero son niños, tampoco pudieron llegar muy lejos, por lo que no les alejamos mucho del lugar donde fueron encontrados, con la esperanza de que puedan reconocer la cara de algún familiar entre los supervivientes", explicó.
El funcionario de UNICEF admitió que los problemas para llegar a las zonas más afectadas les han impedido comenzar hasta ahora con la iniciativa, pero lo harán en cuanto resuelvan la necesidad todavía más apremiante de asistir a comunidades enteras del extremo suroeste del delta, cuya suerte se desconoce desde hace ya más tres semanas.
UNICEF negocia ahora con las autoridades birmanas, que quieren enviar a los niños a sus aldeas si éstas siguen en pie, la posibilidad de dejarles bajo su cargo durante un tiempo más, para supervisar más de cerca la progresión de los pequeños.
La agencia de la ONU tiene en estos momentos una notable carencia de trabajadores sociales locales suficientemente cualificados como para tratar a los niños, que necesitan unos cuidados que no pueden darles con los recursos actuales.
"Es muy difícil encontrar a birmanos que estén dispuestos a ir a aquel lugar y tengan los conocimientos necesarios para cumplir esta labor, nos cuesta mucho reclutar a gente en Rangún", se lamentó Shrestha.
Aseguró que los pequeños se encuentran bien de salud, están alimentados de forma adecuada, y tienen un techo en los centros de acogida, pero su problema es más serio y se agravará con el tiempo si no reciben atención constante durante las próximas semanas.
Cuando comiencen de nuevo las clases tras las vacaciones del verano en Birmania, el objetivo es crear centros de educación particulares para los huérfanos, dirigidos por profesores con formación especializada en gestión traumas psicológicos infantiles.
De resultar exitoso el programa, será un excelente banco de pruebas para calibrar las respuestas de los niños y estudiar su evolución de cara a futuras situaciones de emergencia, señaló.
UNICEF, presente en el país desde 1950, antes de que tomaran el poder los militares, ha sido la primera organización en obtener el permiso de las autoridades birmanas para enviar a sus cooperantes extranjeros al delta, tras el compromiso arrancado hace dos días al régimen por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
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