"Para Hemingway, el deber y el placer eran dos ramas de un mismo árbol, y para disfrutar de la vida, uno debía primero hacer sus tareas", ha afirmado hoy Valerie Hemingway, que fue la secretaria personal del escritor durante los dos últimos años de su vida y después sería su nuera al casarse con su hijo Gregory.
Valerie Hemingway ha clausurado el encuentro internacional sobre el escritor celebrado en Málaga con una conferencia en la Finca La Cónsula, donde se alojó en mayo de 1959 el Premio Nobel de Literatura, en la que ha relatado algunas de sus vivencias.
Ella conoció a "un hombre anciano que disfrutaba de la comida, la bebida y la buena compañía", cuya "pasión" era la escritura, que consideraba "una habilidad cuidadosamente cultivada" a la que se unió en Hemingway "la ambición de por vida de ser el mejor escritor que pudiera ser".
"Podía amar y odiar ferozmente, era a menudo tímido e inseguro en las situaciones sociales y a la vez realista e idealista", según Valerie, que ha tildado además a Hemingway como "insaciablemente curioso y disciplinado".
Cuando ella tenía 19 años, era una periodista novata de origen irlandés que iba a vivir durante un año en Madrid para conseguir experiencia y ser contratada después por el periódico "The Irish Times".
Consiguió trabajar para una agencia de noticias belga y la cuarta entrevista que debía hacer era a Hemingway, del que desconocía toda su vida y obra porque en Irlanda estaban prohibidos la mayoría de sus libros, y sólo había leído "Fiesta".
Después de hacerle la única pregunta que llevaba preparada, Hemingway le empezó a preguntar a ella por su trabajo en Madrid y le dijo que "si quería tener éxito como periodista, debía olvidarme de Irlanda y aprender todo sobre el país donde estaba viviendo".
Por ello, le dio una lista de lugares de España que debía visitar y le invitó primero a los sanfermines en Pamplona y después a la fiesta de celebración de su 60 cumpleaños en la Finca La Cónsula de Málaga.
"Me preguntó si podría ser su secretaria durante el verano, porque aprendería mucho más sobre el periodismo viajando con él y su cuadrilla, como llamaba a su círculo de amigos, y tenía razón".
Otro de los consejos que le dio fue que, si quería ser escritora, "debía primero leer a todos los grandes escritores", y le dio un puñado de libros de su propia biblioteca.
Eran títulos de Tolstoi, Dostoievski, Mark Twain, Stephen Crane o Scott Fitzgerald, mientras que de sus libros, Hemingway sólo le entregó "Adiós a las armas", porque "era el preferido de los que había escrito y lo consideraba el mejor".
"Si quiere ser escritora, tiene que escribir, no hablar ni pensar en eso, sólo hacerlo, y escribir sólo sobre lo que realmente conoce, no inventar ni imaginar el tema", le dijo Hemingway a Valerie en otra ocasión.
Tras la muerte del escritor, su viuda le pidió que se encargara de clasificar y catalogar todos sus papeles, una tarea que le llevó cuatro años y que le hacía sentir que en ese momento "nadie en el mundo sabía más sobre su vida y su obra".
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