No correrá la sangre en la batalla de los bonus. Los gobiernos europeos han hecho un esfuerzo en los últimos días para que las discrepancias sobre los límites a los salarios del sector financiero no impidan continuar con el consenso internacional en la lucha contra la crisis económica. Los ministros de Economía y Finanzas de los países del G-20 iniciaron anoche una cumbre en Londres, que continúa hoy, con la intención de avanzar en los acuerdos que deberían anunciarse en la cumbre de Pittsburgh a finales de mes.
Al final, Gordon Brown aceptó participar junto a Nicolas Sarkozy y Angela Merkel en una declaración conjunta, hecha pública el jueves, para demostrar que las reticencias británicas a la mano dura con los bancos se han ido reduciendo. Sin embargo, el británico retrasó tres días la difusión de la carta porque considera las propuestas francesas demasiado radicales.
Londres ya no es tan reticente a la política de mano dura con los bancos
Después de mantener una cierta ambigüedad, Gordon Brown acepta la idea de que los bonus se limiten 'a una cierta proporción de la compensación económica total o a los ingresos o beneficios' del banco.
Más allá de los comunicados, los británicos no dejan de señalar que no es realista relacionar directamente bonus con beneficios. Los bancos siempre podrían convertir esos sobresueldos en parte del salario, si las normas fueran más restrictivas, y el problema seguiría siendo el mismo.
Pero no cabe duda de que, una vez más, Sarkozy se ha movido con más decisión que Brown y ha marcado los términos del debate.
Sarkozy ha conseguido marcar el debate en el caso de los bonus
En su misma línea, siete ministros entre los que está la española Elena Salgado y la francesa Christine Lagarde hicieron pública ayer otra carta con ataques directos a los bancos. Las entidades financieras 'están aprovechando los buenos resultados del primer trimestre para actuar como si la crisis hubiese sido un revés menor y pudieran volver a actuar de la misma manera', dice la carta y añade: 'Debemos ser muy claros: estas prácticas no son sólo arriesgadas, sino que son impropias, cínicas e inaceptables'.
Casi todos los gobiernos exigen atar en corto la política de remuneración de los bancos, a la que acusan de propiciar los riesgos exagerados que pusieron en peligro a todo el sistema financiero.
Brown no puede arriesgarse a quedarse solo. Su problema es que teme que una política muy estricta provoque la huida de Londres de los financieros más brillantes y que eso perjudique a los bancos cuyo principal accionista es ahora el Estado británico.
La poderosa City londinense es un rival además muy duro para un Gobierno tan débil como el laborista. Brown es consciente de que, cuando ministros como el sueco Anders Borg dicen que algunos bancos 'vuelven a estar de fiesta como si estuviéramos en 1999, y no en 2009', todos miran a las entidades británicas, que han regresado a la agresiva senda de los bonus para premiar a sus directivos.
Los europeos no hacen más que hablar de los salarios de los financieros. Los norteamericanos están más preocupados por lo que hacen los financieros para ganarse esos bonus y en la solidez de sus entidades. El secretario norteamericano del Tesoro, Timothy Geithner, pidió ayer en un artículo publicado en Financial Times una mejor regulación de instrumentos financieros como los derivados para que las inversiones más arriesgadas no pongan en peligro la estabilidad de los bancos.
Geithner cree que es imprescindible que los bancos refuercen sus posiciones de capital, en especial en los momentos de bonanza económica, con vistas a protegerse en los años duros, una posición no muy diferente a la aplicada por el Banco de España.
La cumbre del G-20 no va a dar por terminada la crisis económica. Sin embargo, algunos temen que el optimismo de franceses y alemanes, respaldado por sus datos de crecimiento del segundo trimestre, conduzca al principio del fin de la intervención del Estado para estimular a las economías en crisis. Varios países han hablado de la necesidad de consensuar 'estrategias de salida' con las que empezar a moderar la gigantesca deuda pública generada por la respuesta de los gobiernos a la crisis. Frente a ellos, el ministro británico de Finanzas, Alistair Darling advierte: 'Mi opinión es que el mayor riesgo para la recuperación es que la gente piense que el trabajo ya está hecho'. Londres, con el probable apoyo del Gobierno español, pretende que los países del G-20 no levanten el pie del acelerador en materia de gasto público para fomentar la inversión y atenuar los efectos del desempleo en la población.
Fuentes del G-7 citadas por la agencia Reuters señalan que la reunión de Londres mantendrá el compromiso de destinar los fondos públicos que sean necesarios para salir de la crisis. La presión en sentido contrario necesitará de algo más que unas décimas de crecimiento para imponerse. De momento, ni el FMI ni el BCE han indicado que haya llegado el momento de controlar el gasto y reducir el déficit.
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