A partir del 10 de marzo se han iniciado en los Publiscopios las encuestas preelectorales para las europeas que se celebrarán el 7 de junio. Cuando se realizó esta primera encuesta aún no se conocían las coaliciones ni quiénes las encabezarían. Por ello, aunque las coaliciones tienen poca incidencia en el voto (o la abstención) de las clientelas electorales de los partidos que las forman y tienen sólo un efecto de agregación, en este análisis fijaremos la atención sólo en las tendencias de voto del PSOE y el PP.
La tendencia de voto a dos meses de estas elecciones es claramente favorable al PP, que las ganaría con cuatro puntos y medio más que el PSOE. Esta tendencia es anticipada también en los pronósticos de los encuestados, que por primera vez en las encuestas realizadas durante estos últimos años estiman que ganará el PP. Aunque la diferencia sea pequeña (22,0%, frente a 21,3%), es muy significativa, porque lo habitual es que el pronóstico sea muy favorable al partido en el Gobierno.
¿Hasta qué punto son extrapolables estas estimaciones como tendencia para unas hipotéticas generales? Con independencia de que no significan lo mismo las declaraciones sobre intención de voto en unas elecciones inmediatas y las que se hacen cuando no están el horizonte próximo, hay otras razones que hacen que no sean directamente trasladables a las tendencias de voto generales las intenciones declaradas para unas elecciones europeas. Desde el punto de vista de los electores, la principal diferencia radica en el muy distinto valor que conceden al voto en ellas: mientras en las elecciones generales se trata de decidir quién nos gobernará, en los comicios europeos, los electores, que ni saben qué está en juego en Estrasburgo ni qué importancia práctica puede tener en ese ámbito lo que voten los españoles, atribuyen a ese acto un valor puramente simbólico. Con el voto (y, más frecuentemente, con la abstención) expresan sus sentimientos respecto a los partidos y les envían mensajes de apoyo o de reproche. Las europeas, por su aparente inanidad, constituyen el momento ideal para los votos de castigo..., precisamente porque se piensa que lo que se vote en ellas no tiene consecuencias a efectos de gobierno.
La diferencia entre las tendencias de voto para las europeas y las tendencias generales puede medirse comparando los resultados de las estimaciones que se han hecho, casi simultáneamente, con los datos de los Publiscopios de marzo. En el caso de los dos partidos principales, la diferencia es en ambos casos favorable al PP, pero en la perspectiva europea se triplica: en intención de voto para el Parlamento Europeo el PP saca cuatro puntos y medio al PSOE y en la tendencia general se reduce a un punto y medio. Esa desviación de tres puntos da la medida del diferencial generales/europeas en la actualidad.
Es interesante observar que, en las estimaciones, el porcentaje de voto del PSOE resulta casi el mismo para las europeas (39,0) y para las generales (39,2), lo que parece indicar que esa cifra está cerca del mínimo de la clientela electoral socialista actual. En cambio, el porcentaje estimado para el PP es casi tres puntos mayor (43,5 frente a 40,7), lo que hace pensar que esa proporción de electores no estaríapor ahora dispuesta a votar a Rajoy para gobernar, pero sí para enviarle a Zapatero un mensaje de censura.
Otro aspecto importante de las diferencias de actitud de los electorados del PP y el PSOE en generales y europeas está en sus fidelidades. Ya se ha visto en el Publiscopio político de la pasada semana que se ampliaba la diferencia constatada desde hace años en este aspecto entre esas dos opciones electorales, siempre favorable al PP. En unas elecciones europeas, por la menor importancia que se les atribuye, bajan siempre las tasas de fidelidad (la proporción de votantes de cada partido que lo votan de nuevo en esas elecciones), y eso afecta a todos los partidos. Pero en el caso de estas próximas europeas la caída de la fidelidad entre los votantes socialistas es mucho mayor que entre los votantes del PP. Entre los electores que votaron al PSOE en las generales de 2008, sólo un 53% tienen ahora decidido volver a votar a ese partido en junio próximo. Respecto a unas futuras elecciones generales la tasa de fidelidad de los votantes socialistas, que era del 68% en el Publiscopio del domingo pasado, baja 15 puntos en la perspectiva de las europeas; la caída de la fidelidad también es muy grande entre los votantes del PP, pero menor que para el PSOE (baja 11 puntos, del 81% al 70%).
Estas caídas no se deben tanto a transferencias de voto entre partidos, como al aumento de la abstención y la indecisión (que en este tipo de elecciones suele resolverse también en abstención). Ante las elecciones europeas declaran ya intención de abstenerse un 9% de los votantes socialistas de 2008 y están indecisos un 30%. En conjunto, según las tendencias actuales, el PSOE podría quedarse en junio con poco más de la mitad de los 11,3 millones de votos que consiguió en marzo del año pasado, ya que además de casi el 40% que tienden a abstenerse, hay otro 8% que declara intención de votar a otras listas. En cambio, el voto del PP se conserva mucho mejor, con un 70% de sus votantes en las generales que tiene intención de repetir en las europeas (entre los restantes, cambiarán el voto un 4% y tienden a abstenerse un 26%).
Esta es la situación en frío; es decir, la situación de partida, antes de que se inicie la campaña electoral. El PSOE parte en esta competición con el hándicap de la menor fidelidad de sus votantes y una fuerte inclinación del electorado a castigar al Gobierno con la abstención o el cambio de voto; por ahora esos factores pueden suponer una caída de tres puntos, a añadir al punto y medio que le lleva ya el PP en la tendencia general. Pero la campaña electoral comenzará después de Semana Santa, y habrá que ver, dentro de un mes, cómo han evolucionado (en qué sentido y cuánto) las tendencias en caliente.
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