Se acabó la fiesta. Damien Hirst se ha cansado de disecar mariposas y meter tiburones en formol. Los rumores eran ciertos: el niño terrible del arte británico lleva tres años dedicado a la pintura compulsiva de óleos, como se pudo comprobar ayer durante la inauguración de su nueva exposición londinense.
Hirst, protagonista de algunos de los escándalos más lucrativos de la historia del arte contemporáneo, no ha querido que nadie lo viera trabajar en el estudio de su casa de Devon los últimos tres años. Ni siquiera dejaba asomar la cabeza a su esposa o a sus tres hijos, que también deben haberse quedado boquiabiertos al echar un vistazo a la nueva obra de su padre.
El resultado de su encierro está ahora a la vista de todos en la muestra No love lost, Blue Paintings, compuesta por 25 cuadros que comparten museo la Wallace Collection con maestros de la pintura como Velázquez o Rembrandt, algo que puede que sea algo más que una casualidad.
En su nueva etapa, en la que no faltan las imágenes de calaveras, huesos y cenizas, como si Hirst se hubiera dedicado estos años a pasear por un cementerio, el artista británico parece querer situarse a mitad de camino entre Francis Bacon y Pablo Picasso, quizás buscando 'reconocimiento' y 'aprobación', como afirmó ayer el comisario de la muestra, Christoph Vogtherr.
'Llega un momento en que te das cuenta de que tienes más tiempo por detrás que por delante'
La relación del artista de 44 años con su imagen pública en la que se mezcla la admiración por su obra con un escepticismo por su marcado instinto comercial 'es de amor y odio, ya que, por un lado, le disgusta y, por el otro, saca provecho', apuntó ayer un esclarecedor Vogtherr, que también lanzó su veredicto: 'La sorpresa inicial se transforma después en un sentimiento positivo' hacia la nueva obra de Hirst.
Por su parte, el interesado da su propias explicaciones sobre su giro artístico. 'Llega un momento en que te das cuenta de que tienes más tiempo por detrás que por delante', confesó hace unos días en un programa de televisión de la BBC. Prueba quizás de que Hirst está sentando la cabeza y ansía convertirse en un personaje convencional. 'A lo que aspiro ahora es a conseguir el respeto y el reconocimiento de los artistas jóvenes', aseguró. Aunque siempre quedará la duda sobre si este renacimiento artístico no será más que el enésimo truco de Hirst para mantenerse en el candelero.
Sea como sea cualquiera puede sacar sus conclusiones: Damien Hirst ha hecho una donación de 260.000 euros a la Wallace Collection para la remodelación del edificio. Con una condición: que su exposición sea gratuita. Genio y figura hasta la sepultura.
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