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Cristianas y musulmanas acuden a la Gruta de la Leche en Belén para engendrar

EFE

En la ciudad donde nació Jesús hay una gruta, venerada por cristianas y musulmanas, donde se cree que a María se le derramó una gota de leche y a la que acuden las mujeres para pedirle a la Virgen poder engendrar o tener abundante leche.

A unos 200 metros de la venerada Iglesia de la Natividad, donde la tradición sitúa el nacimiento de Jesús, se encuentra la caverna, de forma irregular y excavada en una roca caliza de color blanco, denominada la Gruta de la Leche.

El santuario es custodiado por la orden franciscana y una decena de monjas adoratrices llegadas a Tierra Santa en julio pasado.

"Se dice que allí reposó la Virgen María antes de huir a Egipto, y sentada sobre una roca dando de mamar al Niño, se le cayó una gota de leche sobre una piedra, que de forma sorprendente cambió su color de rojo a blanco", afirma el vice-custodio de los Santos Lugares, el padre franciscano Artemio Vítores, oriundo de Palencia.

La gruta también es el lugar donde la creencia popular dice que la Sagrada Familia halló refugio durante la matanza de los Santos Inocentes en Belén a manos de los soldados del rey Herodes.

"El sentido de esta cueva es el de los momentos más tiernos de la Virgen con el Niño. Estar aquí es regresar a la maternidad de María", explica a Efe la Superiora María de Jesús, originaria de Sevilla.

Para acceder a la Gruta hay que subir por una callejuela empedrada homónima desde la Plaza del Pesebre en dirección sureste, dejando atrás la Iglesia de la Natividad.

De pequeñas dimensiones, el santuario es hoy en día un oratorio muy frecuentado por las mujeres de Belén, que recurren a la intercesión de la Virgen para obtener abundancia de leche durante el período de lactancia.

Entre los siglos XVII y XIX los peregrinos europeos extrajeron de ella pequeñas muescas para llevárselas a sus respectivos países y, en la actualidad, las mujeres que desean concebir un hijo aún vienen a esta cueva para rezar en la capilla.

En el pasado, parejas que tenían dificultades para engendrar también solían recoger restos de la piedra del santuario para colocarlos debajo del colchón, mientras que mujeres con hijos molían restos de la roca blanca y los mezclaban con la leche que bebían durante el período de lactancia.

"Hay una sala en su interior donde aparecen los atestados de mujeres que no habían podido tener un niño y después de tomar (los restos molidos de piedra), tras cierto tiempo pudieron tener un niño", afirma el fraile franciscano.

Subraya que existen numerosos testimonios de mujeres que quedaron embarazadas tras visitar la gruta aunque es reacio a entrar en lo que califica como "terreno de lo milagroso".

Refiere que el "aspecto de la maternidad que aquí en Tierra Santa es tan importante" ha logrado que la gruta adquiera relevancia, lo que explica que mujeres musulmanas tengan asimismo una especial veneración por el lugar.

"En este lugar se respira sobre todo paz", comenta María Ángeles Fernández, una turista española que visitó el lugar con su hijo pequeño, y que se sorprende de "no haber escuchado nunca de la existencia de la gruta".

Los Franciscanos, custodios de los Santos Lugares, levantaron el santuario actual en 1872 y lo convirtieron en una capilla, a pesar de que no tiene un origen bíblico sino que está basado en un texto de los libros apócrifos del proto-evangelio de Santiago.

Hoy en día, el acceso está alfombrado por un pavimento de mosaico y sobre la gruta se erigió la capilla, cuya fachada se halla decorada por una figura de la Virgen amamantando al Niño.

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