La escalada del precio del arroz supone un nuevo manantial de ingresos para Tailandia y Vietnam, los mayores exportadores, pero para el resto de los países de Asia que son importadores, es como una bomba de relojería que amenaza con desatar el caos social.
En Filipinas o India, y hasta en la alejada isla de Fiyi, pocas cosas son más importantes que el arroz, alimento básico de la dieta de decenas de miles de millones de asiáticos que se quejan de que cada día les cuesta más dinero alimentarse.
"El arroz es un producto extremadamente sensible para cualquier gobierno. Sin ninguna duda el progresivo aumento del precio espoleará disturbios sociales y la inestabilidad política", advirtió Loren Lagarda, presidenta del Comité de Asuntos Económicos del Senado de Filipinas, uno de los países que mayor cantidad de este grano importa.
Los cerca de 90 millones de habitantes de Filipinas consumen a diario 33.000 toneladas de arroz, por lo que para responder a esa demanda el Gobierno de Manila, que echa mano a las arcas del Estado para subsidiar su venta al público, se verá obligado este año a importar al menos 1,8 millones de toneladas.
A principios del pasado enero, el precio del arroz tailandés, que es el de referencia mundial, era de unos 400 dólares la tonelada, un mes después aumentó cien dólares, y en la actualidad rebasa los 700 dólares por tonelada.
La subida de los precios del arroz es mayor que la que registran el trigo, la soja y otros productos básicos desde hace tres años, a causa de la creciente demanda, el alza del precio de los combustibles, los efectos del cambio climático y la gradual desaparición de los arrozales.
"Es el resultado de una combinación entre la alta demanda y un menor abastecimiento a causa del descenso de la producción tanto en Tailandia como en Vietnam, a raíz del calentamiento climático y por el hecho de que los agricultores prefieren plantar otros cultivos", dijo Chookiat Ophaswonse, presidente de la Asociación Tailandesa de Exportadores de Arroz.
Sólo en Vietnam, entre 2001 y 2007, desaparecieron más de medio millón de hectáreas que eran empleadas para el cultivo del arroz, y el año pasado se perdieron otras 125.000 hectáreas para dar paso al desarrollo urbano e industrial que se registra en el país.
"En cinco años, la pérdida de arrozales equivaldrá al volumen actual de exportaciones, lo que significa que no dispondremos de arroz extra para exportar y que la seguridad alimentaria estará amenazada", señaló el ministro vietnamita de Agricultura, Cao Duc Phat.
Tailandia y Vietnam, que en conjunto producen cerca del 50 por ciento del arroz que se comercializa en el mercado en todo el mundo, exportaron el año pasado, respectivamente, 9,5 millones de toneladas y 4,5 millones de toneladas del total de 28 millones de toneladas destinadas al mercados internacional.
Algo similar ocurre en Camboya, donde los agricultores, atraídos por las ofertas económicas, venden sus arrozales a las empresas que buscan hacer negocio con la transformación de los terrenos fértiles en suelo urbanizable.
"Pronto faltarán campos de cultivo y los precios de los alimentos básicos se convertirán en un lastre para el país", advirtió Kit Seng, director general de Planificación del Ministerio camboyano de Agricultura.
La crisis del arroz afecta también a países como Indonesia, que el pasado año tuvo que importar más de 1,5 millones de toneladas para abastecer a parte de sus cerca de 230 millones de habitantes, o Bangladesh, donde el precio del grano ya es inasequible para cerca del 40 por ciento de las 144 millones de personas que lo pueblan.
"Es un imperativo levantar el campo y la productividad agrícola", apuntó Ifzal Ali, economista del Banco Asiático de Desarrollo (BAD), con sede en la capital filipina.
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