La montaña de Montjuic y el Palau Sant Jordi de Barcelona continúan siendo un lugar mágico para el tenis español, que aquí ganó la primera de sus tres ensaladeras, y casi roza la cuarta ya tras vencer hoy Rafael Nadal y David Ferrer a los checos Tomas Berdych y Radek Stepanek, y situar el 2-0 en la final de la Copa Davis.
Nadal recuperó sus sensaciones sobre tierra para imponerse a Berdych por 7-5, 6-0 y 6-2, en dos horas y 28 minutos, mientras que Ferrer remató una jornada de gloria y euforia al superar a Radek Stepanek en un partido épico y de desgaste por 1-6, 2-6, 6-4, 6-4 y 8-6 en cuatro horas y 17 minutos, con lo que además cumplió también con uno de los objetivos trazados, agotar al número uno checo, que probablemente jugará los tres días si hace falta.
Como en la final de 2004 contra Estados Unidos en Sevilla, el equipo español terminó el primer día con una ventaja de 2-0 que le sitúa más cerca de defender con éxito el título logrado el pasado año en Mar del Plata contra Argentina.
Rafael Nadal salió de nuevo a la pista donde hace nueve años, cuando era un crío, portó la bandera española en aquella final, y la abandonó con galones de campeón. Ha ganado en esta ciudad el Conde de Godó cinco años seguidos y se siente cómodo, pero hoy empezó con nervios, como él mismo reconoció.
No obstante se despidió del recinto pletórico, feliz, lanzando sus muñequeras al público, acabando con una formidable volea de revés, en una de sus escasas subidas a la red, saltando y extendiendo los brazos hacía los aficionados que casi llenaron el pabellón y acabaron entregados a él.
"Era una victoria que necesitaba", dijo después Nadal, que empezó con dudas su primer contacto oficial con la tierra tras perder contra el sueco Robin Soderling en octavos de Roland Garros el 31 de mayo, y que se transformó para derribar a Berdych, 20 del mundo, de una forma abrumadora, con una abismal diferencia de juego.
Berdych, triunfador este año en el torneo de Munich, en polvo de ladrillo, estuvo bien durante solo 40 minutos aplicando el martillo de su derecha, cruzada y en paralelo. Nadal sufría, porque aunque había roto de entrada, no encontraba la forma de sacar del centro de la pista al checo.
Los cerca de 1.600 aficionados de este país repartidos en el Palau celebraban con sus sonoros tambores las acciones de su jugador. Y Berdych tuvo su pálpito cuando dispuso de 5-4 y 0-30, situándose a solo dos puntos de ganar el primer parcial.
Pero ahí fue donde precisamente despertó Rafa, que sacó adelante ese juego, con desesperación incluida de Jaroslav Navratil, capitán checo, que intentó en vano convencer al juez de silla Pascal Maria de una bola dudosa.
Nadal se soltó a tope. Su derecha, que tanto le falló en el Masters de Londres, donde no ganó un solo set en tres partidos, besaba ahora las líneas, castigaba y desquiciaba a Berdych, que se desmoronó poco a poco hasta encajar doce juegos consecutivos. Al checo le faltó incluso físico para aguantar el ritmo frenético del zurdo de Manacor, imbatido en tierra en Copa Davis, con 11 victorias, que se tomó un pequeño respiro y machacó su triunfo con una volea insuperable.
Pero para voleas, sublimes, las que Radek Stepanek exhibió y con las que encendió a los aficionados checos para devolverles la esperanza perdida tras el contundente triunfo de Nadal. Con este juego, más propio de la hierba, el jugador de Karvina estuvo cerca de la victoria, pues destrozaba a Ferrer por dos sets a cero y 1-0 en el tercero, pero el de Jávea, haciendo honor a su coraje, fue capaz de levantar un partido perdido.
En teoría Ferrer debería haber saltado a la pista más confiado después de la victoria de Rafa, pero jamás pensó que se encontraría con un jugador tan versátil en tierra, tocado con una varita mágica con sus dejadas, mortal en la red, y regular con un saque que cercenaba las esperanzas de David.
El encuentro empezó mal para Ferrer, el sustituto de Fernando Verdasco en los individuales, y que no jugaba un partido oficial desde que a primeros de noviembre tuvo una rotura fibrilar durante el torneo de Valencia.
Una rotura en el primer juego fue un mal presagio. Y luego los nueve consecutivos que Stepanek logró de forma espectacular confirmaron la sospecha. El checo, que no ha ganado en su carrera un solo torneo en tierra batida, y que lo mejor que ha hecho en esta superficie fue llegar a la final de Hamburgo de 2006, donde cayó ante Tommy Robredo, bordaba entonces su actuación ante Ferrer.
Pero el valenciano salió de la ratonera donde se encontraba en el tercer parcial y a base de constancia y de brega fue minando poco a poco el físico y la habilidad de Stepanek con las dejadas. "Siempre vamos al quinto set", había dicho de forma premonitoria el día del sorteo, acordándose de las cinco mangas que necesitó para ganarle en Roland Garros en 2008.
Stepanek, el hombre que inspiró su carrera en Ivan Lendl, el que fue capaz de vencer a Ivo Karlovic en las semifinales, salvando cuatro puntos de partido, después de casi seis horas y aguantar los 78 saques directos del croata, sucumbió ante la fortaleza mental y física de Ferrer, que niveló la contienda a las tres horas y forzó el quinto set.
Luego, acordándose de su victoria ante el estadounidense Andy Roddick en las semifinales del pasado año en Madrid, su único triunfo en cinco mangas en Copa Davis hasta hoy, Ferrer manejó la situación, superó un escalofriante punto de rotura en el octavo, cuando Stepanek se confió en exceso en un remate, para romper él en el decimotercero, ganar tres seguidos y lograr el éxito buscado.
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