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La cicatriz de 2006

Italia y EEUU reeditan el magnífico partido del Mundial 2006, en el que De Rossi cometió la torpeza de su vida

ALFREDO VARONA

Han pasado tres años de aquel Italia-EEUU del Mundial 2006, un partido lleno de épica y coraje que acabó 1-1. El único encuentro donde no vencieron durante el campeonato los a la postre campeones. Aun con nueve jugadores en la segunda parte, Estados Unidos atacó la portería de Buffon. Lo hizo con misterio y grandeza frente a una Italia que no contaba con un enemigo tan fuerte. Quizá EEUU nunca ha jugado un partido a ese nivel en un Mundial. Para la crítica, fue el vencedor moral.

Todavía se recuerda la atrevida declaración del técnico Bruce Arena en los vestuarios del Fritz Walter de Kaiserlautern: 'Hemos demostrado que cada vez estamos más cerca de los mejores', señaló. Han pasado tres años y esta noche EEUU tiene la oportunidad de confirmar todo aquello. De nuevo, estará Landon Donovan, el magnífico talento, pero no el viejo Brian McBride, el futbolista que más veces tiró a Buffon.

Siempre alimentó McBride esa estampa de guerrillero herido con ese fútbol tan poco artesanal, aún más aquella noche del verano de 2006. A la media hora, De Rossi le pegó un codazo y casi le abrió la cabeza. Fue una reacción excesiva en un lugar intrascendente del césped. La sangre, sin embargo, levantó lo más meritorio de McBride.

Para De Rossi fue peor. No le quedó cicatriz, pero tardó mucho más tiempo en olvidarlo. Es más, todavía no lo ha hecho del todo. Expulsado inmediatamente, la FIFA lo multó con cuatro partidos y no participó en el título hasta el día de la final. La sanción fue benevolente, incluso. Lo peor fue que el futbolista llegaba con tanta mística a ese campeonato que todo se hizo más duro para él.

Hasta ese día, su carrera era una tonelada de buenas noticias, de registros vencidos que alimentaban su figura altiva y a veces chulesca. Pero aquella noche en el Fritz Walter de Kaiserlautern sacó su lado más perverso.

Dice que el brazo se le fue sin querer, pero hubo parte de la prensa que fue poco comprensiva. Hay quienes dicen que aquel codazo ha moderado a la bestia que lleva dentro, incluso él mismo aceptó la cura de humildad. 'Nunca me había pegado el fútbol un palo tan fuerte', aceptó.

De Rossi (1983) siempre fue de sobrado. A veces, tuvo su parte buena como aquella vez que marcó un gol al Me-ssina con la mano y él mismo le pidió al árbitro que anulase un tanto que ya había concedido. Pero aquella noche del Mundial 2006 aún no sabe explicar lo que le llevo a hacer eso.

Un minuto antes, Zaccardo había marcado en propia puerta, pero ni aun así. Todavía quedaban casi tres cuartas partes del partido. Sólo era el segundo encuentro de la primera fase. 'Lo peor del fútbol son las decisiones que ni los propios futbolistas podemos explicar', aceptó De Rossi, que hoy revivirá aquella pesadilla.

Enfrente no estará McBride, pero sí EEUU, las mismas camisetas, la misma pesadez y ojalá que el mismo partido. Aquel fue, sencillamente, extraordinario. Han pasado tres años, y Daniele de Rossi ya no es tan joven. Quizá los años han enriquecido al futbolista, que mide mejor su temperamento: ya no tiene tanta parafernalia, el margen de error es más chico. Tuvo un buen profesor, Alberto, su propio padre, que fue uno de sus entrenadores en el juvenil de la Roma. Siempre se enfadaba cuando el chico sacaba los pies del tiesto y le advertía de lo que podía pasar, de lo que le pasó en el Mundial 2006.

Ahora, da la sensación de que ya no hace tanta falta. El propio De Rossi se siente más seguro, convencido de que Italia razona peor sin su cabeza, casi siempre rapada, en el medio campo.

 

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