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Capitalismo con muletas

FÉLIX MONTEIRA

>> Este artículo forma parte del Especial 'Cómo salir de la crisis ' (en PDF)

Desde hace más de un año el capitalismo camina con muletas, que son las ayudas públicas concedidas por los gobiernos para sostener el sistema. La enfermedad surgió con el colapso del sistema financiero, recuperado en parte a base de respiración asistida. En el último mes, sin embargo, los organismos internacionales han empezado a emitir partes sobre la mejoría del paciente.

Las señales de reactivación indican que el fin de la crisis ya ha llegado a China, con un crecimiento del PIB en torno a un 7%, que Australia muestra un vigor desconocido y que Francia, Alemania y Estados Unidos han salido del túnel. Para España, los pronósticos siguen siendo reservados, porque aunque el descenso de la economía ha sido algo inferior al de otros grandes países, es la que ha pagado un coste mayor en desempleo. Los expertos coinciden en que hay que tener extremo cuidado en la atención al paciente para evitar el peligro de una fatal recaída. Es decir, que hace falta seguir tirando del sector público como medicina, como recetaba el olvidado doctor Keynes.

El espejismo está ahora en los mercados financieros. Desde marzo, las bolsas han abandonado la caverna y se comportan como un toro, símbolo de mercados de valores calientes y al alza. Los grandes bancos, origen del problema, han recuperado la cotización previa al cataclismo financiero. La subida bursátil es un indicio de la fortaleza de muchas grandes empresas, pero también consecuencia del único mercado capaz de dar rentabilidad en una coyuntura en la que el precio del dinero es cero.

El caso español es buen síntoma de la complejidad del problema, porque a la urgencia de fortalecer el tejido productivo se une la inaplazable necesidad de modernizar nuestra economía. Para esa doble tarea, una salida de la crisis plana, de crecimiento lento, sería una ruina. Si la recuperación es viva, España tiene buenas oportunidades. Para empezar, si la reactivación se confirma en Alemania, Francia y Portugal se abren posibilidades para nuestras empresas porque estos tres países aglutinan el 80% de nuestro comercio.

Antes de la anunciada reforma de nuestra economía, una tarea de al menos una década, España debe encontrar pronto la senda del crecimiento. Y para ello cuenta con la ventaja de una economía adaptable y oportunista, que se amolda con rapidez a las brechas de negocio como se refleja en los últimos diez años de ciclo expansivo. Pero tiene que empezar a hacerlo sin los dos motores del esplendor de la última década: la construcción y el consumo. El hundimiento del ladrillo obligará a buscar alternativas para sacudirse de esa dependencia excesiva de su sector que llegó a representar el 18% del PIB y casi el 15% del empleo. Ahora, las mejores perspectivas sobre su peso futuro reducen esas cifras a la mitad. En cuanto al resurgimiento del consumo, los primeros objetivos tienen que ser recuperar la confianza y crear empleo.

En las páginas de Público exponen hoy sus opiniones muchos de los protagonistas de la economía española. Aportan propuestas e ideas para mejorar nuestra sistema productivo y plantean la necesidad de innovar como el mejor camino para hacer más competitivas a las empresas españolas. Pero, ante una crisis cuyo impacto y duración aún no están definidos, llama la atención que los principales denominadores comunes de sus propuestas sean la prudencia y la esperanza. No es mal principio que los grandes gestores de la economía mantengan la fe en la fuerza de sus compañías.

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