Con la aclamación del nuevo equipo concluyó un congreso cuyas expectativas cambiantes pueden dificultar su valoración.
Si lo comparamos con la batalla a cara de perro que se anunciaba hace un mes, fue más bien tranquilo.
Si en cambio pensamos en lo felices que se las prometían los marianistas en los días previos, fue movido y tenso. Los críticos han jugado al despiste: amenazaron durante semanas, recularon en el último momento, y ya en el congreso se dedicaron a amagar, lanzaron unos cuantos mordiscos más llamativos que eficaces, y acabaron por golpear a escondidas, con el voto secreto.
Así, lo que iba a ser tragedia se degradó un poco en tragicomedia. Unos por conciencia de su debilidad (Aguirre), otros por 'sentido de la responsabilidad' (Aznar), renunciaron a la guerra frontal y prefirieron hacer pasillos, patalear en los discursos, y administrar silencios y gestos. Un quiero y no puedo que ha obligado a los analistas a pasar tres días interpretando apretones de mano, midiendo aplausos y buscándole las vueltas a cada frase.
Si hace un mes veíamos paralelismos shakespearianos en el drama popular, al final todo quedó en un spaghetti western de ésos en que hay muchos tiros y muertos, sí, pero donde los gestos desafiantes y las palabras sentenciosas de los pistoleros también dan un poco de risa. En Valencia se vieron las caras, como en el clásico de Sergio Leone, el bueno, el feo y el malo.
El bueno fue por supuesto Rajoy, vencedor de un congreso que aunque no fue el paseo deseado, tampoco fue la guerra temida. Le han hecho pasar algún mal rato, pero sale fortalecido y con el control del partido en su mano. El feo sigue siendo Aznar, con su gesto bronco que todavía rinde buenos servicios al partido: basta que abra la boca para que, a su lado, cualquiera parezca moderado y simpático. Ha sido Aznar el que ha hecho bueno a Rajoy, por mero contraste. El espantajo aznarita hace que hasta se nos olvide el pasado político del que fue su delfín, y aceptemos como aire fresco al mismo Rajoy que hace pocos meses mostraba su rostro más duro en la campaña electoral.
¿Y el malo? La mala más bien: Aguirre, que fanfarroneó mucho al entrar en el saloon, pero al final no compareció para el esperado duelo con el bueno. Acabó en el pilón, y aunque tras abandonar el pueblo con el rabo entre las piernas se proponga reclutar cuatreros para regresar y vengarse, sus posibilidades futuras han quedado debilitadas.
En cuanto a los compromisarios, han pasado un fin de semana entretenido y emocionante, con risas, lágrimas, nervios y algún sobresalto. Además, la brillante organización no ha escatimado un euro para que estuviesen cómodos.
Los jóvenes son los que más han disfrutado. Algunos han vivido el congreso como un festival musical de verano. Excepto zona de acampada, lo tenía todo para parecerse al Viñarock o similares: bares, zona chill-out, área de juegos, tienda conmemorativa, y por supuesto un buen programa de conciertos, para todos los gustos: viejos rockeros como Fraga, estrellas juveniles como el presidente de Nuevas Generaciones, el heavy más duro de los Aznar, Acebes y Mayor Oreja, la canción de autor de Rajoy, el pop suave de Soraya, y sobre todo la artista revelación, Cospedal, que cautivó al público con su nuevo estilo, y tuvo palabras cariñosas para los agraviados en su primera intervención.
Tras la clausura, los compromisarios se despedían resacosos, víctimas del 'efecto campamento' que siempre se produce en este tipo de encuentros, breves pero intensos. Excepto aquellos que defendían enmiendas en los trabajos de ponencias, la mayoría cumplió como figurante, aplaudiendo y levantando los tarjetones afirmativos. Sólo en la votación secreta pudieron permitirse el desmelene.
Algunos ya están pensando en el próximo asalto, con la esperanza de que entonces la cosa vaya en serio y haya algo más que amagos. Si eso ocurre, tal vez el western ya no sea de Leone, sino del violento Peckinpah, con mucha sangre, y al final el bueno, el feo y la mala queden agujereados en medio de la calle tras el tiroteo. Será entonces la oportunidad del chico guapo, Gallardón, que por ahora ya ha conseguido ser ayudante del sheriff.
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