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El año del rey balón

La UEFA y Europa se rinden a Xavi

L. J. MOÑINO

'Xavi estuvo increíble. Reflejó a la perfección el magnífico juego de centro del campo del Barcelona, con un estilo de pase, toque y movilidad. Había muchos candidatos para el mejor jugador de la final, pero Xavi se lo merecía'. En menos de once meses, Roy Hodgson, miembro del cuerpo técnico de la UEFA, ha tenido que inclinarse por segunda vez ante Xavi, como el resto de sus compañero del jurado.

En el pasado mes de junio, los entrenadores encargados de analizar los encuentros para la UEFA ya le eligieron como el mejor jugador de la final de la Eurocopa que protagonizaron España y Alemania. Aquel 29 de junio, Xavi también fue galardonado como el mejor futbolista del campeonato. A sus 29 años ha logrado el reconocimiento del fútbol mundial. Estaba acostumbrado a que los focos recayeran sobre las estrellas mediáticas del Barça. Ahora que los premios le señalan, su trascendencia se multiplica sobre aquellas vacas sagradas que le eclipsaban: el Barça puede entenderse sin ellos, pero no sin Xavi. El tópico dice que al fútbol se juega como se entrena y como se siente. En su caso, también como se habla. Su discurso analítico del juego lo extrapola a la hierba. Por ahí se entiende que todavía no haya aparecido un centrocampista machaca que pueda con él: 'El secreto está en no chocar'.

Toda distinción que recaiga sobre el menudo centrocampista egarense desemboca directamente en el estilo del Barça. Forma parte de esa cadena en serie de cuatros que inauguró Milla y cierra, hasta el momento, Busquets. Xavi fue señalado como el heredero de Guardiola, al que escoltó en su última etapa como jugador azulgrana. Una carga que él mismo reconoce que le costó sobrellevar: 'No me gustan las comparaciones porque yo sufrí mucho con ellas'.

Empezó a desembarazarse de la sombra de su maestro el día que Rijkaard le adelantó diez metros. Le sacó del estatismo y del equilibrio del cuatro clásico para convertirlo en un volante libre. Igual que baja a recibir para iniciar el juego, hace un movimiento de distracción para que los laterales salgan con el balón controlado o pone en práctica una de las trampas tácticas de Guardiola: cuando sus delanteros no pueden presionar a los centrales o al mediocentro porque están desplazados a los costados aparece él por sorpresa para robar y montar la contra a dos pasos del área. Eso sin el balón. Con la pelota en los pies el fútbol se mueve al compás de esos giros sobre sí mismo. Como la tierra sobre el rey sol.

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