Tras fracasar los intentos de Bruselas de las últimas semanas por lograr un acuerdo para resolver la crisis griega, Berlín y París, los principales líderes del Eurogrupo, consiguieron finalmente resolver ayer el aspecto más controvertido la participación del sector privado en el rescate que había bloqueado la concesión del segundo tramo de ayudas por valor de 12.000 millones de euros para salvar a Grecia de su desesperada situación. Tras reunirse ayer con su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, la canciller alemana, Angela Merkel, la 'dama de hierro', que tanto ha dificultado el pacto, dio su brazo a torcer. Así, la intervención de los bancos y aseguradoras en la crisis sólo será voluntaria.
No recuperada aún de ganar sólo a medias en marzo pasado, cuando la Eurozona aprobó una versión muy light de su Pacto para el Euro, Merkel se convierte inesperadamente en la gran perdedora. Su propuesta de reestructuración severa, basada en obligar a los acreedores privados a retrasar siete años el vencimiento de sus títulos de deuda griega, ha fracasado. La postura vencedora es la del Banco Central Europeo (BCE), Francia y la mayoría de socios de la UE, incluyendo a España.
La presión de la Eurozona y de los diferenciales ha surtido efecto
Todo apunta a que volverá a aplicarse una suerte de Iniciativa de Viena, un acuerdo mediante el cual en 2009 los bancos de varios países de Europa Central y del Este fueron reinvirtiendo los ingresos recibidos al caducar sus títulos de deuda pública en nuevos bonos del Estado, en una renovación de la deuda en toda regla. Una apuesta clara por separar política monetaria y fiscal, como viene favoreciendo el BCE hace meses, pero también, un mensaje de tranquilidad para los mercados, dijo Merkel.
Por su parte, Sarkozy, que calificó de 'éxito' el acuerdo, aseguró que 'Francia y Alemania defienden la misma postura para salvar a la Eurozona', y que el compromiso de ambos países 'no puede ser mayor'. Ahora la prioridad, señalaron ambos, es que la troika desplazada a Grecia, formada por expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea y el BCE, presente su informe en breve para 'aprobar cuanto antes el segundo rescate'. 'No hay tiempo que perder', apuntó Merkel, quien confía en que el nuevo Gobierno heleno cumpla con su obligación: aprobar un controvertido plan de ajuste para ahorrar 78.000 millones hasta 2015.
La cita extraordinaria de líderes de la Eurozona, mañana en Luxemburgo, antesala de la cumbre de la próxima semana en Bruselas, podría parir un acuerdo, de forma que el FMI y Europa puedan pagar el siguiente tramo para Grecia. 'Los ingredientes clave ya están sobre la mesa', dijo el viceministro alemán de Finanzas, Joerg Asmussen. El 11 de julio se perfila como fecha límite para zanjar las negociaciones. Será entonces cuando se celebre el último encuentro de titulares de Finanzas antes de la pausa estival. De fracasar algún detalle, la decisión podría retrasarse hasta septiembre.
La solución pasa por reinvertir los intereses de la deuda en más bonos
Finalmente, ha surtido efecto la presión que imprimieron sobre Berlín y París las autoridades europeas y la escalada de los diferenciales de deuda de otros países periféricos por el temor a un contagio. Una hipótesis que, en el caso de España, ayer descartó el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. En una charla informal con periodistas en el avión oficial desde Astaná (Kazajistán) a San Petersburgo (Rusia), Zapatero destacó su confianza en la economía española, a pesar de las turbulencias financieras por la crisis griega, y se mostró convencido de que el país no está en riesgo.
A Merkel, por su parte, le queda el peor trago: la avalancha de críticas que previsiblemente le dirigirán la ciudadanía y la oposición alemanas, que están en contra de ser los que más pagan en los rescates (son los más grandes y se hace proporcionalmente). Lo que no tienen en cuenta es que sus bancos son los más beneficiados.
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