"Y usted, ¿por qué quiere ser español?"
Las esperas de más de seis años, el test de integración o las arbitrariedades convierten el trámite para conseguir la nacionalidad en un camino de injusticias y frustración. Mientras, los extranjeros se encuentran atrapados en España, sin derecho a la movilidad, por miedo a perder su residencia
Publicidad
Actualizado:
BARCELONA.- “¿Por qué quiero ser español? Para irme a Inglaterra” (Muhammad Sharim, de Pakistán. Barcelonés desde hace quince años). “Quiero trabajar en invierno en otro país de la UE” (Francis Guzmán, Colombia. Vive en Reus desde hace unos catorce años). “Quiero poder moverme por Europa o pasar temporadas más largas en Colombia cuando aquí no tenga trabajo” (Roberto Castañeda, Colombia. Barcelonés de residencia y de corazón desde hace siete años. Se declara enamorado de la ciudad).
Publicidad
Para Muhammad Sharim, la nacionalidad no constituye un lazo sentimental con España, sino la posibilidad de moverse y trabajar en otros países de la UE donde la crisis aprieta menos. “Yo aquí estoy contento. Hablo la lengua, trabajo, tengo una familia y mis amigos, muchos de fuera. Eso es estar integrado, ¿no?”.
Pasados los diez años en España que requería la ley, Muhammad solicitó la nacionalidad. Los trámites duraron tres años. En julio de 2014 recibió una carta donde se explicaba que su solicitud había sido denegada porque la fotocopia del pasaporte que había adjuntado no estaba legalizada. “Eso es mentira. Una copia no legalizada no hubiera sido admitida por el mismo registro donde entregué los papeles. He presentado un recurso a través de mi abogado. Llevo seis meses esperando”. Él insiste y ellos le dicen que hay que esperar. “No saben cuánto. Un año, un año y medio..., es lo que me responden”. “Pero yo he superado el test de integración”, aclara Muhammad, sin esconder que está contento.
El test al que se refiere es una especie de integracionómetro, que pretende medir el grado de integración mediante una batería de preguntas que se eligen de forma arbitraria y cogen desprevenidas a las personas. Roberto Castañeda cree que este examen es gratuito. “Mi hermana y mi madre obtuvieron la nacionalidad antes que yo, en Blanes, y no les preguntaron nada. Depende de donde la pidas y del funcionario que te toque”, declara.
Publicidad
“A mí me encanta Barcelona. Ahora me costaría lidiar con la mentalidad de Colombia. Claro que echo de menos cosas de mi tierra, pero el día a día de aquí ya forma parte de mí. Quiero la nacionalidad para poder moverme por Europa. Incluso para pasar temporadas más largas en Colombia, sin miedo a perder la residencia y poder volver a Barcelona”, continúa Roberto, que sin tirar la toalla afronta de momento con calma los recursos y años de espera que le quedan para obtener la nacionalidad.
En los siete años que lleva viviendo en Barcelona ha trabajado en una agencia de diseño, luego como telefonista y ahora en una tienda de bicicletas. “Vives una especie de acoso. Siempre preocupado por no perder el trabajo, los papeles. La nacionalidad te da la posibilidad de moverte sin esta angustia”, lamenta.
Para David Moya, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, la existencia de estos test de “integración” no representan una política a nivel de Unión Europea, sino una “tendencia de los Estados miembros receptores de inmigración a generalizar este tipo de exámenes. La introducción o no de pruebas de integración es una decisión de cada Estado. España lo tiene previsto desde hace mucho tiempo, antes de que se empezara a hablar de integración de la inmigración, y correspondía al juez del registro civil valorarla”. El jurista critica que “las denegaciones se concentren en determinados colectivos y perfiles de personas: paquistaníes, marroquíes, etcétera”.