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Violencia obstétrica (1/4) Violencia obstétrica: las prácticas agresivas que sufren algunas mujeres en el parto

Episiotomías, cesáreas programadas, partos inducidos… Activistas denuncian que "son síntomas de una sociedad que sufre de machismo y patriarcado", mientras que la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia rechaza la práctica de técnicas invasivas. Esta es la primera entrega de cuatro artículos sobre la violencia obstétrica, que no pretenden cuestionar la labor vital de los ginecólogos y obstetras de la sanidad pública, sino dar voz a las defensoras de los derechos reproductivos.

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Asociaciones y activistas denuncian la violencia obstétrica que sufren las mujeres, como la episiotomía. / XIMENA SILVA (EL PARTO ES NUESTRO)

madrid, Actualizado:


La mujer como sujeto pasivo. La parturienta sin capacidad de decisión sobre su propio cuerpo, ni sobre el de quien le sobreviene. La infantilización (¿qué pasa, barriguitas?) de la embarazada (¡ey, mami!). La ausencia de información o la falta de respeto. La sumisión o el sometimiento ante la figura masculina del médico o, si se prefiere, ante una visión machista de la medicina: en los paritorios puede haber ginecólogas, aunque en la planta superior con las jerarquías hemos topado, denuncian las defensoras de los derechos sexuales y reproductivos.

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Todo ello podría ser violencia obstétrica, según ellas, pero también el trato inhumano y las prácticas invasivas, como la episiotomía —incisión quirúrgica en la vulva para facilitar la salida del feto y evitar desgarros en el perineo—, la maniobra de Hamilton —tacto vaginal con movimiento circular del dedo, que produce dolor y puede acarrear sangrados— o la maniobra de Kristeller —antes, se presionaba con los puños o el antebrazo sobre el fondo uterino para que la cabeza del bebé descendiese; ahora, según las recomendaciones de los propios profesionales, sólo debe practicarse en la segunda fase del parto, cuando la cabeza ya está encajada, para facilitar la salida de la criatura—.

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En general, la violencia obstétrica también sería, a su juicio, el parto inducido. Es decir, cuando tiene lugar antes de que comiencen de forma natural las contracciones uterinas, mediante la administración de oxitocina —que provoca la dilatación cervical y las posteriores contracciones— o la amniorexis —la OMS no recomienda provocar la rotura del saco amniótico o bolsa de aguas como un procedimiento rutinario, si bien puede suceder de manera espontánea—. Aunque en algunas ocasiones son inevitables, las cesáreas programadas pueden engrosar el concepto y, pese a que pueden contar con el consentimiento de la propia parturienta, no están exentas de polémica, como sucede con las sedaciones, advierten las activistas.

"Las episiotomías y las cesáreas innecesarias son síntomas de una sociedad que sufre de machismo, misoginia y patriarcado”, asegura Jesusa Ricoy, fundadora del movimiento contra la violencia obstétrica The Roses Revolution Movement. “Las mujeres hemos sido adoctrinadas para entender que el parto es así. Es decir, se nos educa para aguantar: nuestro cuerpo es secundario, no se puede hablar de él porque se considera algo sucio y, si sufrimos secuelas de un corte en la vulva, se presupone que no tenemos por qué disfrutar del sexo como el hombre”.

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Ricoy, madre de dos hijos y una hija, trabaja como profesora de educación perinatal en Londres. Aunque considera que las cesáreas son “un gran problema que muestra la falta de capacidad de decisión sobre nuestros cuerpos”, en el Reino Unido se ha encontrado con una paradójica situación: hay hospitales, asegura, que se niegan a practicarlas si lo desea sólo la madre. “Es fascinante que el mismo sistema que nos ha machacado con las cesáreas nos diga ahora que no son buenas, negando la libertad de elección de la mujer, que es lo realmente importante”.

Elena Gil, portavoz de la asociación El Parto es Nuestro, cree que cuando una mujer se queda embarazada es vulnerable. “Resulta muy fácil someterte, hacerte sumisa o incluso mentirte. Ante un riesgo para el bebé, haces lo que sea para salvarlo, por eso es sencillo meter miedo a una embarazada, pese a que no haya tanto riesgo”, explica la representante de una entidad que busca mejorar la atención a madres e hijos durante el embarazo, el alumbramiento y el posparto. “No te dan la opción de valorar las posibilidades y elegir”.

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Jesusa Ricoy Olariaga, activista matriarcal y profesora de educación perinatal. / VERÓNICA PÉREZ KARLESON

Dolores Ruiz Berdún, quien ejerció de matrona durante veinte años en la sanidad madrileña, redunda en la misma idea. “En el momento en que la mujer entra en el hospital, parece que tienes que dejarte hacer y no puedes decidir. Antes la mujer elegía la persona que la atendía y ahora, no”, asegura la hoy profesora de Historia de la Ciencia en la Universidad de Alcalá de Henares, quien no advierte más episodios de violencia obstétrica en países católicos de Europa, un factor que Ricoy achaca al peso del machismo y la religión.

“Las episiotomías y las cesáreas son síntomas de una sociedad que tiene problemas de machismo, misoginia y patriarcado”

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“No creo que influya tanto la cuestión cultural o religiosa, como el hecho de que las sociedades sean igualitarias, pues consideran que las mujeres son ciudadanas de pleno derecho”, añade Ruiz Berdún quien pone el ejemplo de Francia: “Sin esa tradición, la atención al parto está casi peor que aquí”.

Partos inducidos

Patricia fue sometida a una cesárea después de que le indujesen el parto, provocado según ella porque le rompieron la bolsa amniótica tras practicarle la maniobra de Hamilton. La operación quirúrgica para extraer al bebé, pues, no estaba prevista, pero tuvo que llevarse a cabo porque no dilataba lo suficiente.

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Más allá de su caso concreto, considera que se practican demasiadas. “Todas lo sabemos: de mis trece compañeras de clases de preparación al parto —al margen de la sanidad pública—, ocho fueron sometidas a cesáreas. Y no me refiero a que fueran programadas, sino de urgencias, por el motivo que fueran”. Un informe publicado en The Lancet refleja que en nuestro país se llevan a cabo en uno de cada cuatro partos. En concreto, en el 26,6%, por encima del 10-15% recomendado, un porcentaje superado en Europa sólo por Italia, Portugal y Alemania. Los datos, de 2015, incluyen las cesáreas llevadas a cabo en la sanidad pública y en la privada.

Patricia terminó con una abertura en su abdomen para que pudiesen extraer al niño, pues la oxitocina no produjo el efecto deseado. En ese momento, no quedaba otra. Así, un nombre propio más pasaba a engrosar la anónima estadística. En 2015, el 29,8% de los partos en Extremadura fueron por cesárea, seguida de la Comunitat Valenciana (29,7%), Catalunya (28,6%) y Ceuta y Melilla (28,5%), según datos del Movimiento Natural de la Población difundidos por el Instituto Nacional de Estadística. La lista, por comunidades autónomas, la cierra Euskadi (15,7%), Navarra (17,3%) y, a una apreciable distancia, Asturias (20,2%).

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Según la SEGO, las cesáreas programadas en la sanidad pública se llevan a cabo en el 25% de los partos, mientras que en la privada suben al 45%

Ese mismo año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalaba que en el mundo se estaban practicando demasiadas cesáreas, ya que los nuevos estudios habían revelado que “el número de muertes maternas y neonatales disminuye cuando dicha tasa se acerca al 10%, pero no hay pruebas de que las tasas de mortalidad mejoren cuando se supera esa cifra”.

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La recomendación, pues, rebajaba en cinco puntos el tope máximo que había fijado desde 1985 la comunidad sanitaria internacional, señalaba la OMS en un comunicado, donde advertía de sus inconvenientes. “Puede ser necesaria cuando el parto vaginal suponga un riesgo para la madre o el niño —por ejemplo: parto prolongado, sufrimiento fetal o presentación anómala—. No obstante, también puede ser causa de complicaciones importantes, discapacidad y muerte, sobre todo en entornos que carecen de instalaciones” adecuadas.

España, por tanto, supera con creces la recomendación de la OMS, aunque el porcentaje se dispara en la sanidad privada (35%), a gran distancia de la pública (22%), como ha denunciado El Parto es Nuestro, que considera que en nuestro país se practican "cesáreas a la carta" o que no responden al bienestar de la parturienta y su prole. Hace dos años, publicaban el informe Nacer en horario laboral, que básicamente señalaba eso mismo: los nacimientos tienen lugar, sobre todo, de lunes a viernes, según la entidad.

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Campaña de El Parto Es Nuestro contra la violencia obstétrica y la maniobra de Kristeller. / XIMENA SILVA

Tomando como referencia la Comunidad de Madrid, cuyos datos podrían ser extrapolables a otras regiones, la asociación criticaba la planificación de los partos por razones de agenda. Según datos del INE recogidos entre 1975 y 2010, era infrecuente nacer en un día festivo y, especialmente, en fechas señaladas como el 1 y el 6 de enero, el 15 de agosto, el 12 de octubre, y el 24 y 25 de diciembre.

“Estas cifras indican que los partos son inducidos y que las cesáreas se programan por razones organizativas”, asegura Elena Gil, quien explica por qué se practican más cesáreas en unos hospitales que en otros. “En la sanidad pública, te atiende una matrona y en la privada, tu ginecólogo, quien suele programar el parto tanto por sus necesidades como por la confianza que ha generado con la embarazada”.

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Más cesáreas en la sanidad privada

La tasa de cesáreas en España, según la portavoz de El Parto es Nuestro, se mantiene estable y tiende a reducirse. “El caballo de batalla son las inducciones, porque no se deja que el embarazo siga su curso. De ese modo, se normaliza la inducción en la semana cuarenta —cuando puede durar dos más—, lo que implica el uso de fórceps y ventosas, al tiempo que resulta más complicado llevarlo a cabo sin anestesia epidural, con lo que eso conlleva”.

La situación, a su juicio, ha mejorado: “Hace quince años se escuchaban atenciones al parto que aterrorizaban”, recuerda Gil. Por no hablar de cuando parió su madre, quien no guarda un especial recuerdo de su paso por una abarrotada sala de dilatación. “Entonces, el llamado parto sin dolor consistía en que te dormían y, cuando te despertaban, tenías al bebé en brazos. De ese modo, se producía una disociación y una ruptura en el proceso de vínculo. Por supuesto que hemos avanzado, basta pensar en los casos de bebés robados, que se llevaban a cabo en esas circunstancias”.

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“La episiotomía provoca en general secuelas a las mujeres, quienes tienen problemas sobre todo en el posparto: pueden sufrir dolores durante el coito, incontinencia urinaria e incluso fecal”, según Elena Gil (El Parto es Nuestro)

Juan Luis Delgado, presidente de la sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), deja claro que actualmente la maniobra de Kristeller no está indicada, pues fuerza el suelo pélvico y carece de sentido practicarla. “Cuando la mujer está agotada, hay que ayudarla presionando el fondo del útero para corregir la posición del bebé y enderezarlo. Ahora bien, rechazamos de plano que un profesional se suba encima de ella para empujar con fuerza, pues aumenta la posibilidad de desgarro uterino y la rotura de vísceras”.

En cuanto a las cesáreas programadas, explica que conviene distinguir entre la asistencia pública y la privada, pues estima que mientras que en los primeros hospitales se llevan a cabo en el 20-25% de los partos, en los segundos pueden llegar a alcanzar el 45%. “En este contexto, la paciente es el centro de la asistencia y prima su autonomía, pero la propia mujer piensa que la cesárea le va a garantizar la seguridad y que con la operación todo irá bien”, explica el coordinador de la Unidad de Medicina Fetal del Hospital Virgen de la Arrixaca (Murcia).

“Entonces se produce un choque entre la decisión y la evidencia científica, pues la cesárea no garantiza el bienestar del feto y tiene unas secuelas a corto plazo para la madre”, advierte Delgado, quien saca a colación una de las razones del aumento de las cesáreas: el incremento de demandas a los profesionales: “Las pacientes no asumen ninguna adversidad que pueda producirse en el paritorio —porque puede haber problemas no achacables a la asistencia al parto— y buscan a un culpable, lo que genera una tensión en el gremio y, consecuentemente, un aumento de la tasa de cesáreas”. Es decir, el especialista en Medicina Perinatal achaca muchas operaciones quirúrgicas “a la presión de la paciente y a la aplicación de una medicina defensiva”.

Cortar por lo sano: las episiotomías

Elena Gil se muestra optimista respecto a la episiotomía: “Cuando escucho a nuestras madres, alucino, porque antes era una práctica generalizada, si bien se han reducido drásticamente. Del 90% hemos pasado a un 40%, una tasa que sigue siendo alta, aunque supone un avance importante”. Juan Luis Delgado, quien antes distinguía entre los centros médicos públicos y privados, también discrimina los hospitales por su tamaño. “En los más grandes, hay menos episiotomías y cesáreas, mas no se puede generalizar. En todo caso, los resultados son mejores porque hay más servicios y mayores equipos”.

Juan Luis Delgado y Dolores Ruiz Berdún.

La portavoz de El Parto es Nuestro insiste en la idea de que “los ginecólogos intervienen como si el parto fuese un problema, mientras que las matronas tienen una visión más fisiológica del parto, si bien es verdad que la situación está cambiando”. Ricoy, la activista matriarcal, considera que la intervención es excesiva y se produce, incluso, con el visto bueno de las parturientas: “Los médicos cuentan con el beneplácito de muchas de nosotras por una cuestión educativa y cultural: Me han salvado, piensan. La complicidad existente es terrible”.

Patricia, víctima de un supuesto parto inducido y de una cesárea: “Para los médicos, lo único importante es que el bebé y la mamá estén vivos, quitándole hierro a las secuelas"

Las secuelas de una episiotomía pueden ser físicas, mas también psicológicas. “Las mujeres, en general, tienen problemas, pero el abanico de la gravedad es amplio y su tiempo varía. Sobre todo en el posparto, pueden sufrir dolores durante el coito [dispareunia o coitalgia] e incontinencia urinaria e, incluso, fecal”, detalla Elena Gil, quien señala que esos casos requieren la intervención de fisioterapeutas y la aplicación de otros tratamientos.

“En cambio, si no es muy importante, como no incapacita a ojos de la sociedad, no pasa nada. La mujer debe asumirlo, porque es el precio o el peaje a pagar por tener un bebé”. Ricoy —quien no acostumbra a hablar de parto natural, sino de parto fisiológico— también carga contra las parejas que miran hacia otro lado: “He visto a maridos que intentaban acallar las quejas de su compañera, como la imposibilidad de practicar sexo, argumentando razones del tipo: Pero el bebé está muy bien, ¿verdad?”.

Juan Luis Delgado asegura que se practican las episiotomías estrictamente indispensables. “Cuando nos ayudamos con ventosas o fórceps, la episiotomía sistemática no es necesaria. No hay que acelerar los tiempos, ni forzar el parto, ni hacer maniobras intempestivas. Ésa es la tendencia actual, porque a veces el corte es un factor predisponente para el desgarro”. El presidente de la sección de Medicina Perinatal de SEGO lo tiene claro: “Hay que explorarla continuamente y dejar que evolucione. Sólo debe practicarse cuando sea necesario, por ejemplo cuando haya una barrera que impida que el niño salga con normalidad. El problema es que a veces no queda otra solución, si bien no hay tanta incidencia: son excepcionales”.

Patricia, la embarazada que fue sometida a una cesárea después de que supuestamente le indujesen el parto con la maniobra de Hamilton, cree que la sociedad ignora el sufrimiento de muchas mujeres. “La violencia obstétrica está muy arraigada y naturalizada. Aunque todos hemos oído casos a familiares o amigas, muchos lo ven como algo normal y necesario”, opina. “Cuando hay un nacimiento, para los médicos lo único importante es que el bebé y la mamá estén vivos, quitándole hierro al resto de detalles, ¡cómo si así ayudarán!”, se queja. “No le dan importancia a las secuelas que ese hecho va producir en la vida de la mujer —y que, en la mayoría de los casos, va a vivir en silencio—, ni tampoco a los efectos negativos que esos actos pueden producir en el bebé, a corto o largo plazo”.

Delgado, en cambio, opta por la prudencia. Entiende, por ejemplo, que la incontinencia no tiene por qué ver con la episiotomía, pues a su juicio intervienen otros factores: el propio proceso del embarazo, el tamaño del bebé e incluso un desgarro natural causado por la lesión de algún músculo que sostiene la pelvis.

Jesusa Ricoy: “El discurso que rechaza la violencia obstétrica me recuerda al de la violación, porque hay mujeres que se sienten violadas en el parto”

“Nos duele e incluso nos repugna esa terminología. Denominarla violencia obstétrica es absolutamente confrontacionista y creemos que no se pueden llevar las cosas a ese extremo”, afirma el miembro de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. “Si una mujer tiene secuelas por una episiotomía, habrá que analizar si ésa ha sido verdaderamente la causa”.

El coordinador de la Unidad de Medicina Fetal del Hospital Virgen de la Arrixaca (Murcia) insiste en que los profesionales persiguen el bienestar de la madre, por lo que considera “agresivos” algunos comentarios al respecto de las defensoras de los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, la matriactivista Jesusa Ricoy minimiza el enfado de los profesionales: “No me importa lo que les parezca a los ginecólogos, sino lo que sienten las madres”. Y no duda en ir más allá: “Ese discurso respecto a la violencia obstétrica me recuerda al de la violación, porque hay mujeres que se sienten violadas en una sala de partos. Si tanto respetas tu profesión, empieza a preguntarte por qué es así”.

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