Violencia machista Dos meses de espera para que se ejecute la sentencia de un condenado por violencia de género
Un fallo del 5 de junio de 2018 condena por violencia de género a un hombre a cinco meses de prisión y a una orden de alejamiento de 200 metros. Desde entonces han pasado más de dos meses sin ejecutarse. El caso ha quedado ahora en un limbo judicial.
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madrid,
Aritz Apraiz, hijo de una mujer víctima por violencia de género, no pudo más esta semana y contó su historia por Twitter. “Son 5 años de tortura. 5 años de denuncias, de juicios, de maltrato, de violación de derechos, de llantos, gritos de rabia”, redactaba en uno de sus tuits. A eso, hay que sumarle muchos más años intentando sacar a su madre de una relación de maltrato que la ha dejado prácticamente anulada, tras los malos tratos físicos y psicológicos de su agresor.
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Aritz recuerda cuando en 2006 el condenado, que no es su padre sino una segunda pareja, pegó a su madre “poniéndole la cara como un balón”. Recuerda también cómo ella empezó a cambiar, cómo tenía el síndrome de indefensión aprendida y cómo el miedo la dejaba sin apenas capacidad de reacción. Así, durante años.
Cuando la víctima fue expulsada de su propia casa
En 2013, Aritz trasladó a su madre la intención de irse a la vendimia. Ella le propuso que, cuando salieran del trabajo, fuesen juntos a su casa para que de allí él se llevara un hornillo. “Cuando llegamos los dos -comenta Aritz-, nos encontramos que la cancela de la puerta estaba cerrada. Este hombre la había cambiado y acababa de dejar a mi madre con lo puesto, fuera de su propia casa, sin ropa, sin sus objetos, sin nada, solo el bolso con el que ella se había ido a trabajar”.
Cada vez que su madre llegaba a la Guardia Civil, uno de los agentes "la disuadía para no hacerlo"
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Él mismo acompañó a su madre a poner la denuncia. La Guardia Civil llamó a la casa y la respuesta del denunciado fue “que ya había preparado en bolsas la ropa de mi madre”, comenta Aritz. Después de aquello se llevó a su madre a vivir con él. Atrás habían quedado otras denuncias de su madre, que terminaron sin protección porque el acusado puso una contradenuncia y el juez lo creyó, a pesar de haberse saltado todo el procedimiento y no haber tomado declaración a ella para poder defenderse. También recuerda el joven cómo en 2015 su madre tenía la intención de denunciar pero que, cada vez que llegaba a la Guardia Civil, uno de los agentes “la disuadía para no hacerlo. Son años de mucha impotencia, en los que vas aguantando y callando muchas cosas y todo esto solo empeora la situación anímica de mi madre”, explica Aritz.
La sentencia de la condena sin aplicar
En 2017 se dicta sentencia firme en el juzgado número 6 de Murcia. Lo condenan a cinco meses de prisión, que como no tiene antecedentes no la cumpliría, y a una orden de alejamiento, además de que la madre debe tomar posesión de la vivienda. El condenado recurrió el fallo, fue desestimado y se lanzó una segunda sentencia firme con fecha del 5 de junio de 2018, contra la que ya no cabe recurso.
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Tras la sentencia "la respuesta de las funcionarias fue que no tenían nada de nada”
“Pero veíamos que estábamos ya a nueve de agosto, pasados dos meses de la sentencia, y no se había ejecutado. No es lo normal en estos procedimientos. Junto con mi madre y un policía nacional jubilado fuimos a preguntar qué ocurría porque el abogado de mi madre pidió la orden de alejamiento preventiva. La respuesta de las funcionarias fue que no tenían nada de nada”, según narra Aritz. La familia insiste y la secretaria judicial, tras unas gestiones, comenta que tras hablar con el Presidente de la Audiencia Provincial de Murcia, el pasado viernes 10 de agosto tendrían una respuesta.
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Aritz y su madre marchan convencidos de que esta vez, ya sí, se pondría todo en funcionamiento. Pasó la semana y el 16 de agosto de nuevo se acercaron a la Guardia Civil, que argumentó no saber nada. Los dos acuden de nuevo al juzgado 6 de lo penal de Murcia y comprueban que la secretaria judicial está de vacaciones. Allí, otras dos funcionarias “en una actitud más seria que la vez anterior”, comenta Aritz, le dicen que siguen sin noticias. “Entonces ejerzo presión e indico que quiero que mi madre tenga ya aplicadas las medidas cautelares porque está en riesgo su vida”, indica el joven.
Ante aquella decisión, una de las funcionarias se marcha a hacer nuevas gestiones e inicia otra llamada, desde un teléfono del mismo juzgado, a la secretaria judicial. Aritz se pone al teléfono y “ella me pide perdón porque no se ha cumplido con lo prometido. Me indica que ella está de vacaciones y que la sentencia se ejecutará cuando llegue su sustituto”.
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Cuando aparece el sustituto lo hace con un documento en la mano de la Audiencia Provincial en el que se especifica que hay opción a recurso. “Ahí no doy crédito porque la sentencia deja bien claro que no cabe recurso. Entonces pregunto al secretario qué ocurre con la aplicación de las medidas cautelares, la orden de alejamiento, y me dice que eso ya se aplicará cuando se ejecute la sentencia. Mientras, a esperar”, comenta el joven.
"Ahora mismo estamos un poco en el limbo"
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Entre esta nueva solución, y con todos los errores burocráticos precedentes, madre e hijo ponen una hoja de quejas al Consejo General del Poder Judicial. A la salida coinciden de nuevo con el sustituto, que le comunica que el pasado viernes se supone que recibían la documentación de la Audiencia Provincial, que lo llevaría al juez de lo penal 6 de Murcia y que “él resuelva”.
“Y aquí estamos, el viernes no tuve ninguna noticia. Ahora mismo estamos un poco en el limbo porque tenemos un papel que indica recurso y una sentencia que dice que no. Ese ‘resuelva’ nos deja en incertidumbre porque no sabemos qué va a llegar a resolver, cuando él fue el que dictó que era sentencia firme”. Así que junto al problema de la no aplicación de las medidas cautelares, se encuentran que ahora se inicia un nuevo paréntesis en el proceso que no saben cómo acabará.
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Aritz no ha parado de moverse para poner en marcha lo que la justicia tenía que haber hecho por sí sola, aunque sobre todo le preocupa su madre. “Ella lo ha pasado muy mal y lo está pasando muy mal. No sólo tiene su estado de ánimo fluctuante sino que lleva encima todo lo pasado estos años. Todo ha influido en su estado físico, con cuadros de ansiedad y con problemas dentales”, comenta el joven, derivados de la situación de distrés que sufre.
El joven vive pegado al teléfono desde hace años por si a su madre le ocurre algo. Teme por ella porque desde que se dictó la sentencia saben que el acusado, o su nueva pareja, pasean en coche por la zona donde suele transitar su madre. Nunca antes lo habían hecho. “Es mucha acumulación de impotencia que la vamos aguantando, pero ya advertí en el juzgado que esta situación la comunicaría a los medios”.
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Espera que la semana próxima tenga noticias que no retrasen más la sentencia y que se proteja realmente a su madre. Por ahora, además de todo lo vivido, ha visto que “si llego a dejar esto, si no llego a moverme, no ocurre nada. La secretaria me pidió disculpas, sí, pero no me sirve. Lo único que puede servir a mi madre para que viva tranquila es que se cumpla ya una sentencia de hace más de dos meses”.