El videoclub más antiguo de Madrid resiste desde los ochenta en Vallecas
Fernando Navarro alquila todo tipo de películas, aunque el mayor negocio está en la venta
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En Vallecas no hay cines. Hace quince años cerró el Excelsior, último reducto de un gremio que había conocido tiempos de esplendor, cuando en el barrio se repartían siete mil butacas entre seis salas. Fernando Navarro (Madrid, 1943) le fue dando el pésame a cada viuda, o sea, a la obrera parroquia vallecana, hasta que no hubo a quién dárselo. De nada sirvió que el Goya lo intentase con las películas X, porque el cine para adultos correría la misma suerte. A principios de 2015 echó el candado en Tirso de Molina el único superviviente de la capital, el cine Alba, cuya colorida cartelera anunciaba Me fui al baño y me hicieron un apaño.
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Navarro iba para médico, pero comenzó a vender pequeños electrodomésticos antes de ir a la mili y ya no regresó a la Facultad. Criado en el barrio de Salamanca, la afición al séptimo arte le viene de familia. Su madre era una cinéfila y su padre trabajó en el ABC, que recibía en casa a diario. Le engancharon las críticas cinematográficas de Donald, pseudónimo de Miguel Pérez Ferrero, los anuncios publicitarios de los estrenos y la copiosa cartelera. “Yo conocí Madrid por los cines”, rememora. “Sólo exijo que la película sea buena. Me puede gustar cualquiera si los diálogos son inteligentes”. Y, así, lo que era una ferretería terminó convirtiéndose en un videoclub, con franquicias en Quintana, Móstoles, Mirasierra, Alameda de Osuna y Chamartín.