Uber ¿Servirá de algo la huelga del taxi contra la empresa 'del siglo XXI'?
Es el primer colectivo que se levanta, quizá sin saberlo, contra una estructura laboral que no produce ni da servicio alguno, no contrata ni paga seguridad social y en la que es el trabajador el que pone los medios de producción
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madrid, Actualizado:
El paro masivo de taxistas organizado este martes, que culminó con una protesta frente al Congreso de los Diputados donde se concentraron entre 20.000 y 25.000 profesionales —según las asociaciones convocantes— generó un tipo de crítica que han repetido ampliamente clientes descontentos con el servicio, tertulianos, periodistas o usuarios de redes sociales: ¿Por qué hacen huelga? Así dan publicidad a Uber y Cabify y hacen que más gente pruebe el servicio.
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Los taxistas, un colectivo poco dado a la movilización social, se han convertido sin quererlo —y seguramente sin saberlo— en el primer sector español que se ha levantado unánimemente contra un nuevo modelo de empresa: que no produce ni presta servicio alguno, que no contrata ni ofrece salario fijo, ni turnos ni horarios, que tributa en paraísos fiscales y en el que es el trabajador el que se encarga de facilitar los medios de producción al capital. Y lo han hecho con un arma sindical tradicional que no tienen los conductores de las empresas contra las que cargan.
"La protesta llama la atención sobre la importancia que siguen teniendo las actuaciones de dimensión colectiva en esta nueva realidad que surge", afirma Borja Suárez, profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad Autónoma de Madrid. "Estas formas de negocio conducen a una relación laboral fuertemente individualizada y contra la que las herramientas clásicas del Derecho del Trabajo no son capaces de desarrollar la función que siempre han tenido", continúa el profesor, miembro de Economistas frente a la crisis.
Uber, empresa pionera donde las haya, lanzadora de la denominada economía colaborativa, y que incluso ha propiciado el concepto de uberización para describir su efecto sobre la sociedad, ha conseguido empujar a uno de los colectivos menos comprometidos con la lucha sindical a organizarse —tras 100 años, los taxistas han lanzado en 2017 su primera asamblea nacional de trabajadores—, montar un paro estatal y concentrar frente al Congreso a un número de personas similar al que logran los llamamientos de organizaciones de la sociedad civil más progresistas.
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"Hay que favorecer nuevas actividades económicas, pero hay que hacerlo con cabeza y ser conscientes de los intereses en juego"
"Han logrado destacar la necesidad de que estas nuevas formas de actividad económica sean reguladas", esgrime Suárez. "Por supuesto que hay que favorecer nuevas actividades económicas, pero hay que hacerlo con cabeza y siendo conscientes de los intereses que hay en juego", recuerda, antes de lanzar un deseo para el futuro: "Lo que espero que llegue antes que después es la organización colectiva de los trabajadores, o colaboradores, de estas plataformas digitales. Es el eslabón mas débil de la cadena, con condiciones de trabajo cercanas a la explotación que producen un perjuicio más allá del individuo concreto al que se le aplican".
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Hasta ahora Uber ha sido abiertamente hostil contra las pretensiones sindicales de sus conductores, y abrió un recurso legal contra la ciudad de Seattle (EEUU) por permitirles agruparse en un gremio. La mayoría de empresas de la economía colaborativa desarrollan esta política: no reconocen a sus trabajadores como tales, sino que consideran que son particulares que prestan un servicio por su cuenta.
[Entrevista | Uber: "En España, Uber no es economía colaborativa"]
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Jorge Moruno, sociólogo especializado en transformaciones del trabajo, expone que "el debate en torno a Uber no es una cuestión privada entre ellos y los taxis": "Lo interesante es el desarrollo de la llamada economía colaborativa, el modelo de precarios sin derechos a los que llaman microemprendedores, como los conductores de Uber, los repartidores de Deliveroo, también los que alquilan su casa con Airbnb… Es toda una nueva dinámica de expropiación de la riqueza y por lo tanto de precarización del conjunto de la población".
Para Moruno, autor de La fábrica del emprendedor. Trabajo y política en la empresa-mundo (Akal), la controversia no gira solo en torno a los derechos de los trabajadores, sino también toca el "estado bienestar, el tema fiscal, e incluso el modelo de ciudad: no hay que avanzar hacia un modelo con mayor privatización del transporte público, que es justo lo que pretende Uber".
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Cómo parar las máquinas cuando la máquina eres tú
En un entorno laboral con un empleo más líquido, inconstante, con una clase trabajadora más atomizada, la labor de los sindicatos resulta más necesaria que nunca. Sin embargo, las estructuras clásicas acusan una obsolescencia que ha impedido que ofrezcan solución a los problemas de precarización creciente de la clase trabajadora: 2016 registró la cifra más baja de jornadas perdidas por huelgas de la última década.
2016 registró la cifra más baja de jornadas perdidas por huelgas de la última década
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Para Suárez hay que adaptar la legislación laboral y dotar de "fundamentos jurídicos" a las acciones colectivas que busquen empoderar a este nuevo tipo de trabajador. Para Moruno, es hora de pensar "nuevas formas de organización" capaces de trascender los problemas que empiezan y terminan en el lugar de trabajo.
"El trabajo no solo afecta ya al centro de trabajo, sino a un conjunto de las esferas de la vida. Lo estamos viendo con los precios del alquiler, con los problemas para establecer modelos de movilidad sostenible, en la precarización que provoca la vida endeudada, tanto con la vivienda como con todo tipo de bienes, que supone una dominación política y económica sobre la población". Por ello, considera vital hallar un modelo capaz de "hacer frente a la precarización masiva bajo el discurso de la apertura, la libertad y que te conviertes en una persona independiente, que es una manera de hacer ver la servidumbre como si fuera autonomía".
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Sindicatos del siglo XXI para el trabajo del siglo XXI.