¿Quién teme al hombre feroz?
La reaparición del lobo en zonas donde había desaparecido ha reavivado el conflicto con los ganaderos, que piden declarar "territorios libres" de este animal, el único gran carnívoro en España que está permitido cazar
Publicidad
Actualizado:
SEGOVIA/ ZAMORA.-Ramón Hernández camina con rostro indignado por el sendero que conduce a las praderas donde pastan las ovejas. “Han soltado a los lobos, los han soltado para que se extiendan”, protesta. Este ganadero de Armuña, en la provincia de Segovia, sufrió el primer ataque de un lobo a sus rebaños en 2001. Antes, ni él ni sus antecesores tuvieron que preocuparse por la presencia del depredador. “Tengo ganadería contando con que aquí no había lobos”, dice otro vecino de apellido oportuno, Fernando Pastor.
Publicidad
La Estrategia para la Conservación y Gestión del Lobo elaborada en 2005 cifra el valor del ganado depredado en más de un millón de euros al año, aunque otras estimaciones de 2010 elevan esta cantidad a los 2 millones y calculan que los ataques afectan a menos del 1% de la ganadería en extensivo. Según Ecologistas en Acción, son datos que “en absoluto justifican el conflicto social que los sindicatos agrarios están provocando”. Los sectores en la defensa del lobo atribuyen las denuncias de los ganaderos a la crisis económica que vive el sector y critican “la picaresca” que a veces impera cuando se atribuye al lobo los ataques que en muchos casos son de perros asilvestrados o descontrolados en aras de cobrar las subvenciones.
“La ganadería no quiere un guerra”, se defiende Ramón. Él –cuenta- tuvo que atrapar un ejemplar en 2004 para demostrar a la Administración la presencia de lobos. Desde entonces la Junta de Castilla y León ha accedido a pagarles la franquicia del seguro privado que están obligados a contratar si quieren recibir las ayudas en caso de agresión, pero la medida no les satisface en absoluto: “¿Por qué tengo que pagar yo por un daño que me hace un tercero? Además si doy un parte, al año siguiente me sube la cuota. Si el lobo es de la Junta, pues que lo pague la Junta”, se queja Fernando.
“En estas zonas se han relajado las costumbres de prevención”, dice Echegaray. “Sólo hay dos soluciones: o se separan en el espacio y en el tiempo a depredadores y a ganado, y a ver cómo lo consiguen –ironiza- o se cambian las prácticas ganaderas para que sea posible la convivencia. Y aquí el trinomio básico son los mastines, el pastoreo y la recogida nocturna del ganado”. “Lo que sí debería suceder –prosigue- es que las administraciones den ayudas a los ganaderos que tomen medidas de prevención”.
Publicidad
Al norte del río Duero la cosa cambia. Allí la población de lobos es abundante y se ha mantenido a lo largo del tiempo. Lidiar con él es el pan de cada día. Alberto Fernández, un joven ganadero que heredó el negocio de sus padres en Santa Colomba de Sanabria, en Zamora, no ha sufrido nunca un ataque en los 30 años de oficio familiar. Dice que su mejor seguro son los 11 mastines que vigilan a sus 1.600 ovejas. Mantenerlos bien alimentados y saludables le cuesta alrededor de 4.000 euros al año, pero le compensa. El otro seguro, el de la Junta, va en contra de su moral, dice.
La Directiva Hábitats de la Unión Europea cataloga al lobo como Especie de Interés Comunitario, pero establece diferentes formas de protección usando el Duero como línea de frontera. Al sur del río la especie está protegida (salvo algunas excepciones en las que se permiten controles poblaciones por parte de la Adminitración), mientras que al norte pueden ser objeto de medidas de gestión, que dependen de cada comunidad autónoma. En Castilla y León, Galicia, Cantabria y La Rioja el lobo es especie cinegética y se permite su caza estableciendo cupos. Asturias y el País Vasco sólo permiten la eliminación selectiva en controles de población y en Catalunya está totalmente protegido.