MADRID
El miedo a contagiarse por enfermedades de transmisión sexual parece haber quedado atrás –pese a su tendencia en aumento– por la alta eficacia clínica y preventiva de las terapias. Lejos queda aquella campaña del Póntelo, pónselo en la que se concienciaba sobre el uso del preservativo. Ahora, el 26% de los jóvenes reconoce haber mantenido relaciones sin ningún tipo de protección y, a ello hay que sumarle una nueva moda que parece estar de vuelta: el uso de las jeringuillas en el consumo de estupefacientes. Drogas y sexo se mezclan en una práctica conocida como chemsex. Ésta tiene como finalidad mejorar las relaciones sexuales y, en muchos casos, termina con una visita al hospital para pedir la profilaxis postexposición (PEP), una pastilla que evita el contagio de VIH al poco tiempo de haber estado expuesto a la infección de este virus.
Igual que existe la conocida píldora del día de después como método anticonceptivo de emergencia, existe de un modo similar este tratamiento. Los afectados aseguran en las consultas de urgencias que se les ha roto el preservativo o, directamente, reconocen no haber tomado ninguna medida de protección. “Este procedimiento dura 28 días y lo que hace es disminuir el riesgo. Para recibir este tratamiento deben ir al hospital en menos de 72 horas porque si no, no es efectivo”, explica a Público Ángel Díaz, médico de familia y urgencias.
“Cuando estos pacientes vienen a la consulta les preguntamos en qué contexto ha tenido la relación sexual sin preservativo y por qué”, explica Marina Machado, médico del Servicio de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. “La respuesta suele ser que no habían pensado en ello y, cuando indagamos un poco más, suele salir a la luz que habían consumido alcohol y drogas” añade.
Pero también hay quienes antes de tener relaciones sexuales prefieren prevenir. Según Jorge del Romero, director de la clínica Sandoval de Madrid, centro de referencia de enfermedades de transmisión sexual, llama más la atención el número de personas que acude a preguntar por la profilaxis preexposición (PrEP). Se trata de una pastilla que en España no se vende, por el momento, de manera legal pero sobre la que se están llevando a cabo numerosas investigaciones, como la que la semana pasada presentó esta clínica, junto a otros centros, en la en la X Conferencia sobre la Ciencia del VIH de la Sociedad Internacional del Sida celebrada en México. Se trata de un ensayo clínico –todavía en curso– que investiga los beneficios de esta píldora y del que se concluyeron resultados positivos.
"Cuando indagamos un poco más en los pacientes suele salir a la luz que habían consumido alcohol y drogas"
“La PrEP tiene una alta eficacia preventiva con el VIH, pero no con otras enfermedades como la hepatitis C, que se relaciona con el chemsex, además de otras infecciones de transmisión sexual para las que no te protege esta pastilla”, advierte. “El miedo al sida se ha perdido y eso ha provocado que la gente se relaje”, lamenta. Pese a no ser legal –sí lo es en algunos países de Latinoamérica– no es difícil adquirirla. “Los usuarios de chemsex la suelen comprar por internet en otros países como India, cuesta solo 20 euros”, indica Díaz. “Teniendo en cuenta que estas personas gastan en sustancias al mes entre 200 y 300 euros, 20 más por su salud parece insignificante”, apunta.
Pero aunque se tomen la PrEP, los que practican de chemsex siguen expuestos a otras enfermedades, tanto por la ausencia de protección como por el uso de jeringuillas. Un estudio realizado por investigadores de la Fundación Jiménez Díaz que analiza 157 casos de hombres infectados de hepatitis C aguda, que practican sexo con hombres y que contienen VIH, determina que el 41% de ellos realizaba chemsex y, dentro de este porcentaje, un 24% lo hacía con mefedrona intravenosa. La vuelta del uso de la jeringuilla es uno de los datos más alarmantes para los médicos. “La sustancias no se consumen vía inhalada, esnifando una raya o consumiendo una pastilla vía oral tanto como se hacía antes. Ha aparecido otra vez la vía intravenosa y lo triste es que se comparten las jeringuillas”, afirma Díaz.
La vuelta del uso de la jeringuilla es uno de los datos más alarmantes para los médicos
“Relacionar el incremento de ETS con el consumo de drogas es complicado –reconoce Machado– pero sí que vemos que cada vez se usan más drogas recreativas en el contexto sexual y que cada vez el número de infecciones por no usar protección es mayor”. Otro estudio que la clínica Sandoval expuso en 2018 en un congreso en Bilbao sobre ETS concluye que desde 2010 hasta 2016 han aumentando el número de casos un 133% en enfermedades como la sífilis, la clamidia o el linfogranuloma venéreo. De 716 casos en 2010 se pasó a 1672 en 2016. “Se trata de un dato demasiado alarmante como para relacionarlo únicamente al consumo de drogas recreativas, hay que tener en cuenta otros factores”.
Apps con geolocalización y múltiples parejas sexuales
Entre las causas que pueden justificar este aumento de casos de contagio, Machado destaca la facilidad que existe hoy en día para encontrar una pareja sexual (o varias al mismo tiempo) a través de las redes sociales y de las aplicaciones del móvil. Algunas de ellas son más conocidas, como es el caso de Tinder, pero hay otras como Grindr, Wapo, 3nder o Scruff, para un público homosexual, en las que los usuarios, a través de una terminología concreta, muestran sus gustos. “Si ponen ‘chem’ significa que están dispuestos a formar parte de un chemsex, bien sea en pareja o en grupo, explica Díaz”.
Las sesiones de 'chemsex ' se realizan en casas particulares o en locales y pueden durar horas o incluso días
Otros de los códigos que utilizan son BB (Bareback) para indicar que no usan condón o, para apuntar esta misma idea, también se usa el emoticono de la cara de un cerdo. Y aunque el uso de estas aplicaciones no tiene por qué estar ligado al consumo de drogas, también es un medio a través del cuál se pueden conseguir estupefacientes y en el que mostrar preferencias. “MF quiere decir mefedroma, PP, popper, si escriben ‘azules’, es que consumen viagra y, si usan las siglas SLM, quieren decir slaming, es decir, que acuden a la sesión para pincharse sustancias intravenosas”, aclara Díaz.
Una sesión es como los consumidores llaman a las quedadas de chemsex. Pueden llevarse a cabo tanto en casas particulares como en locales que, de forma discreta, se facilitan para ello. “Llegan a durar de horas a días: 36, 48 horas… Incluso en Londres hasta existe un programa que se llama Friday to Monday (de viernes a lunes)”, apunta Díaz.
Rafa (nombre ficticio) de 29 años, cuenta en declaraciones a este diario que ha sido usuario de chemsex, pero que, ahora mismo, prefiere no repetir. “Yo fui un sábado por la mañana a las 11, había quedado con un chico pero al llegar vi que había otro más, estaban fumando crack y se metían popper”, relata. “En otra ocasión la sesión fue con un grupo de gente, éramos cuatro o cinco, algunos usaban condón y otros no, yo sí –recuerda– era en una casa, encima de una mesa había mefedroma y otras sustancias”. “Me ofrecieron una botella de Aquarius pero la rechacé, a saber qué había ahí dentro”, apunta Rafa.
Lejos de una actitud paternalista
Ángel Díaz, además de pasar consulta en el hospital de Parla de Madrid, también forma parte de la organización Imagina Más que tiene como función informar tanto a usuarios de chemsex como a profesionales de la salud en qué consiste esta práctica y cómo se lleva a cabo el consumo de sustancias. “A una persona que acostumbra con cierta frecuencia a drogarse no le puedes decir que no lo haga, ahí ya la has perdido”, declara Díaz. Para este doctor la actitud paternalista en estos casos es negativa, puesto que no tiene ningún efecto en el consumidor.
“Les enseño las sustancias, cuáles se pueden mezclar y cuáles no, porque si mezclas las dos te puedes poner muy malo –explica–. Lo mejor sería siempre no consumir, pero lo van a hacer, así que al menos les explico qué provoca cada una de las sustancias y, sobre todo, que usen el preservativo o, si no, que se tomen la PrEP”. “Lo que busco evitar es que lleguen enfermos a urgencias cuando termina el fin de semana”, aclara.
El perfil del que practica 'chemsex' es el de un hombre, de 25 a 50 años, que trabaja, y con ingresos de más de mil euros al mes
El perfil de las personas que participan en chemsex es de hombres que practican sexo con hombres, con una media de 25 a 50 años, laboralmente activo y con un poder adquisitivo de más de mil euros al mes. “En los 80 la imagen de la persona que se drogaba era la de alguien degradada con un bajo nivel económico, esto ahora ha cambiado”, insiste. Esta práctica sexual es una realidad en España, especialmente en ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga y Valencia.
En definitiva, los profesionales insisten en que el escenario de las relaciones sexuales ha ido cambiando a lo largo de los años con la incorporación de la droga para tener relaciones más duraderas. “Buscan desinhibirse bajo la influencia de sustancias y hacer algo diferente al día a día”, insiste Machado. Por lo que, lo fundamental para doctores como Díaz es que el sexo y las drogas dejen de ser un tema tabú en España y que se eduque. “Que sepan que compartir la jeringuilla puede terminar en un nuevo caso de hepatitis C y que hay sustancias que es mejor no mezclar si no quieren acabar en urgencias”, concluye.
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