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Los centros de medicina estética superan ya a los de pediatría en España: “La situación se está descontrolando”

España tiene ya más de 7.000 centros sanitarios que cuentan con una unidad de medicina estética autorizada. Los expertos alertan de que también están proliferando los centros sin licencia y el intrusismo laboral.

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Laura se puso bótox en la frente hace casi un año. Cuando se hizo el tratamiento tenía 27 años. Ahora, con 28, explica a Público que su intención era eliminar la arruga que se le marcaba en el entrecejo: “Me daba complejo y al ser en la cara se veía mucho”. La joven, que quedó contenta con el resultado del tratamiento, cuenta que optó por un centro de medicina estética al que acuden muchas amigas y conocidas suyas, pero antes se informó y comparó “bastantes clínicas distintas”.

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Laura pudo comparar con facilidad porque en España hay cada vez más centros de medicina estética. Y no es una percepción. Lo demuestran los datos. De hecho, hay ya más clínicas de este tipo que establecimientos en los que se ejerce la pediatría. A lo largo del país hay 7.322 centros sanitarios —hospitales, consultas y otros tipos de centros sanitarios— que tienen una unidad específica de medicina estética autorizada. De pediatría solo tienen unidad 6.456 establecimientos, siempre según los datos del Registro General de Centros, Servicios y Establecimientos Sanitarios (REGCESS).

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La oferta de unidades de estética ha aumentado. Pero también la demanda. Hay cada vez más gente que, como Laura, recurre a este tipo de medicina. Y las mujeres son el público principal. Ellas representan el 71,8% de pacientes frente al 28,2% que suponen los hombres, según un estudio publicado el año pasado por la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME). Aunque los expertos consultados por Público coinciden en que cada vez son más los hombres que recurren a la medicina estética. El informe también concluye que la edad media para realizarse un primer tratamiento ha bajado de los 35 a los veintipocos años: los más jóvenes acuden a este tipo de clínicas “principalmente para rellenos de ácido hialurónico en labios y toxina botulínica”.

La toxina botulínica es un modulador que actúa sobre el sistema nervioso y que, usado como fármaco, impide que el músculo se contraiga. De esta manera, se rebajan las líneas de expresión. Se conoce popularmente como bótox y se aplica en el tercio superior de la cara para intentar eliminar o reducir las arrugas en zonas como la frente, las patas de gallo o el entrecejo, como hizo Laura.

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Por su parte, el ácido hialurónico es un tipo de macromolécula que ya existe en la piel. Los médicos estéticos inyectan cantidades extra al paciente para rellenar zonas en las que se ha perdido o se tiene menos volumen —como pueden ser los labios o los pómulos—. También ayuda a que la piel produzca más colágeno.

Las unidades de medicina estética son el octavo servicio más frecuente en los centros sanitarios españoles, de un total de 104 tipos de unidades establecidos por el Ministerio de Sanidad. Basándose en esta clasificación, las comunidades autónomas —que tienen las competencias sanitarias transferidas— son las encargadas de autorizar el funcionamiento de una nueva unidad en un centro sanitario. Además de la pediatría, otros servicios médicos sumamente conocidos que tienen presencia en menos centros que la estética son oftalmología, ginecología, logopedia, traumatología, cardiología o dermatología.

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También hay más unidades de medicina estética que de cirugía estética. Concretamente, seis veces más. La diferencia entre unas y otras es que en las de medicina estética se realizan “tratamientos no quirúrgicos con finalidad de mejora estética”. En las de cirugía estética, en cambio, se realizan “tratamientos quirúrgicos” con ese mismo fin. Así, una inyección de bótox o ácido hialurónico es un tratamiento de medicina estética, ya que no requiere de una intervención quirúrgica. En cambio, un aumento o reducción de pecho o una rinoplastia son intervenciones y, por tanto, cirugía plástica.

Entre las unidades de cirugía plástica y las de medicina estética hay otra diferencia fundamental, que se encuentra en las propias bases del ministerio que regulan los servicios sanitarios. Las primeras, al igual que sucede con casi todos los tipos de unidades médicas, deben estar bajo la responsabilidad de “un médico especialista". En el caso de las de cirugía plástica, “un médico especialista en cirugía plástica, estética y reparadora u otro especialista quirúrgico”. Para las unidades de medicina estética, en cambio, es suficiente con cualquier tipo de “médico”.

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Un podólogo, un urólogo, un psiquiatra o cualquier otro médico están capacitados según la normativa para llevar una unidad de medicina estética

Así, un podólogo, un urólogo o un psiquiatra —por poner solo tres ejemplos— están completamente capacitados según la normativa estatal para ponerse al frente de una unidad de medicina estética —aunque las comunidades autónomas pueden solicitarles requisitos extras y acostumbran a hacerlo—. En cambio, en ningún caso un podólogo podría dedicarse a atender en unidades de urología o psiquiatría, ni viceversa.

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Todos los médicos y expertos consultados por Público coinciden en haber observado este aumento de la medicina estética en España. Sara Gómez, dermatóloga especialista en esta disciplina, detalla a este medio que “la medicina estética está creciendo como la espuma porque hay mucha demanda y puede llegar a dar mucho dinero a los propietarios de las clínicas”. “Es un hecho que hay un boom; lo que pasa es que este boom se está empezando a descontrolar. Desde hace unos años están abriendo muchísimas clínicas de medicina estética. Los usuarios tienen la percepción de que todo médico tiene los conocimientos suficientes para practicar la medicina estética, cuando a veces ni siquiera es un médico el que los atiende”. 

La especialista explica que se está encontrando bastantes complicaciones en pacientes que antes han acudido a otras clínicas. “Muchas veces porque la gente acaba en centros que no están cualificados, que no utilizan materiales de calidad, que no tienen un conocimiento anatómico correcto, que el médico no tiene una formación correcta, que quizás solo ha hecho cursillos de medicina estética o ni eso...”, resume. Gómez explica que incluso hay centros en los que quien se encarga de los tratamientos ni siquiera es médico, sino “otro tipo de sanitario”. “Todo esto viene porque cada vez hay más demanda”, argumenta.

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La dermatóloga aboga por que en la mayoría de tratamientos de medicina estética quien atienda sea un dermatólogo, un cirujano maxilofacial o un cirujano plástico. “Depende de lo que te quieras hacer, pero son los que tienen un mayor conocimiento anatómico y de la piel”, detalla.

Sergio Fernández, médico estético y vicepresidente segundo de la SEME, en cambio, asegura que lo fundamental es que el médico se prepare, por ejemplo, cursando un máster que le sirva “para adquirir los conocimientos suficientes” para ejercer la medicina estética. “Quizás nos extraña más que, por ejemplo, un reumatólogo se dedique a la medicina estética, pero si recibe la formación correspondiente, podría hacerlo. Al final lo fundamental es que sea médico y tenga la preparación para hacer medicina estética”, concluye.

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La problemática con el intrusismo en la medicina estética surge de las dificultades para que esta especialidad pudiera tener un MIR

Toda la problemática viene, precisamente, de la falta de una especialidad de medicina estética, una disciplina que apenas está reglada. Al terminar la carrera universitaria la mayoría de médicos hacen el examen MIR (Médico Interno Residente). Después de pasar esta prueba, se forman haciendo una residencia en la sanidad pública en la especialidad que hayan escogido durante varios años. Como dentro de la sanidad pública no se ofrece servicio de medicina estética, es muy complicado que para esta especialidad se pudiera hacer un MIR o una formación similar, aunque organizaciones como la SEME han llegado a solicitarlo.

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Existen 7.322 unidades de medicina estética autorizadas en nuestro país. Pero por ese intrusismo del que alertan los médicos especializados en esta disciplina podrían ser muchos más los centros que realizan este tipo de tratamientos. Tal y como denuncian tanto Sara Gómez como Sergio Fernández, hay establecimientos operando sin autorización de centro sanitario o unidad estética.

De hecho, para conseguir esas autorizaciones expedidas por las consejerías de Sanidad autonómicas es necesario un médico y, según explican los expertos, hay incluso centros donde quien realiza los tratamientos ni siquiera lo es. “Habitualmente son profesionales dentro del área de la sanidad. Por ejemplo, un centro de fisioterapia que contrata a una enfermera y esta se dedica a pinchar toxina botulínica. Eso no es legal. Primero, porque si tienes un centro de fisioterapia tu unidad asistencial va a ser la de fisioterapia, no la de medicina estética. Y, por otro lado, porque una enfermera no puede pinchar toxina botulínica”, explica Sergio Fernández. 

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“Hay incluso casos mucho más problemáticos con gente que ni siquiera es sanitaria y se dedica a hacer este tipo de procedimientos. Ahí ya se está cometiendo un delito flagrante”, detalla el vicepresidente de la SEME. Sara Gómez explica a Público que algunas de sus pacientes cuentan que tienen amigas que se pinchan bótox en la peluquería: “Ir a una peluquería donde quien te va a pinchar es esteticien o peluquera, con todo lo que eso implica... En la medicina estética hay mucho intrusismo, más que en cualquier otra disciplina”.

Los expertos también coinciden en que los pacientes no acostumbran a saber a qué tipo de profesionales o centros están acudiendo. “El paciente tiene que estar seguro de que ese centro tiene autorización de medicina estética porque es lo que te permite realizar ese tipo de procedimientos. Si el centro no la tiene, significa que los tratamientos se están realizando por personal que no está cualificado o que si es un médico, él o el centro tampoco han cumplido con los requisitos para poder hacerlos”, detalla Fernández.

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“Entiendo que el que me pinchó era un médico, pero yo no pedí ningún título”

La clínica a la que acudió Laura a pincharse bótox, en Barcelona ciudad, dispone de esa autorización, según ha podido comprobar Público. Pero ella desconocía si era así cuando se decantó por este centro. Tampoco sabía la titulación que tenía el sanitario que le hizo el tratamiento. “Entiendo que el que me pinchó era un médico, pero yo no pedí ningún título. Me fie de la experiencia de las personas que yo conocía que habían ido ahí. ¿Puedo justificar que era un médico? No. Me atendió con bata, pero pensándolo fríamente no sé si realmente era médico o no”.

Laura acudió a una clínica en Barcelona, su ciudad. En toda Catalunya hay 593 centros con autorización para ejercer la medicina estética, el 2,97% del total de establecimientos sanitarios de la comunidad. El porcentaje está por debajo de la media española, que se sitúa en el 4,48%.

El 4,48% de los centros sanitarios españoles tienen unidad de medicina estética; en la Comunidad de Madrid el porcentaje se eleva hasta el 7,66%

Las comunidades autónomas con mayor presencia de este tipo de centros son la Comunidad de Madrid y el País Valencià. En la primera el porcentaje de establecimientos sanitarios con unidades de medicina estética se eleva hasta el 7,66%. En el País Valencià la tasa es del 7,06%.

A Fernández, que tiene una clínica en la capital, no le sorprende que Madrid lidere esta lista a nivel estatal. “Madrid es una de las ciudades con más oferta formativa a nivel de másteres de medicina estética. Así que mucha gente que hace el máster aquí luego intenta abrir una clínica en la comunidad. Además, para los médicos que vienen de Sudamérica, Madrid es una de las zonas clave para comenzar a desarrollar su actividad”.

Tanto en Madrid como en el resto del país el boom de este tipo de centros continúa sin cesar. Mientras, los expertos alertan del riesgo para la salud mental que puede suponer el auge de los tratamientos estéticos, especialmente entre los más jóvenes. “Representa la banalización absoluta en la que vivimos. Somos una sociedad muy histriónica, muy exhibicionista, muy individualista y muy frívola. La medicina se ha convertido en un fenómeno cultural de consumo y esto golpea especialmente a los jóvenes, que son los más vulnerables”, explica a Público la psiquiatra comunitaria Rosana Corral-Márquez.

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