BARCELONA
En un año marcado por la crisis sanitaria y económica, no termina de aflorar el espíritu navideño. Las ciudades ya brillan por las noches, aunque el toque de queda impide contemplar las luces más tarde de las diez. Las reuniones y compromisos con familiares y allegados se celebrarán este año de un modo atípico. Con mascarillas, con distancia, con menos invitados y en algunos casos, con procesos de duelo. Es un momento crítico donde la salud emocional de la sociedad, ya deteriorada, puede verse afectada.
"Cuando admitamos y aceptemos que estas Navidades serán imposibles tal y como las querríamos, serán posibles de otra manera" explica el psicólogo clínico José Ramón Ubieto, haciendo referencia al concepto de "pesimista advertido" del filósofo Sigmund Freud. En la misma línea, Begoña Elizalde, coordinadora del grupo de trabajo de duelo y pérdidas del Colegio de Psicólogos de Catalunya, recomienda el saber aprovechar las posibilidades dentro de los límites. "Serán celebraciones más discretas y menos intensas, pero no por ello sin satisfacción", añade Ubieto.
Planificar unas fiestas diferentes es un ejercicio a primera vista sencillo, pero que puede no serlo tanto en una sociedad con una salud emocional ya deteriorada. La Organización Mundial de la Salud advertía de la "fatiga emocional" que presenta el 60% de la población europea a consecuencia de enfrentarse a una adversidad sostenida a lo largo del tiempo. El cansancio acumulado, según la psicóloga Elizalde, "ocurre porque no se ha contemplado un equilibrio entre las medidas sanitarias y la salud emocional".
Este desequilibrio se ha evidenciado sobremanera durante los procesos para afrontar la pérdida de algún ser querido. El duelo se ha visto interferido a consecuencia de las medidas restrictivas; no se ha podido realizar de una manera habitual. "La soledad, las esperas y el distanciamiento han dificultado el comienzo del duelo" indica Elizalde. Enfrentarse a ese hueco será más difícil sin contar con las muestras de cariño y con la calidez de las reuniones que habitualmente acompañan estas fechas. "Desde el momento en que en la mesa hay una silla vacía, es una Navidad triste" dice Elizalde.
Sin contacto, aparece el desamparo
No tener la oportunidad de moverse, salir de casa, viajar o tener contacto social de una manera libre genera dificultades a nivel psicológico; causa vacíos, contacta con nuestras ausencias y despierta angustias. "Las personas necesitamos el contacto y los abrazos para afrontar la vida, cuando esto no es posible, notamos el desamparo" explica el psicólogo Ubieto. Las restricciones chocan de frente con la esencia de las fiestas navideñas; un momento en el imaginario colectivo de la cultura occidental para disfrutar del calor de los más cercanos.
"No es un paréntesis donde podremos volver al momento anterior, sino una disrupción sin vuelta atrás"
Este escenario contradictorio entre lo que será y lo que nos gustaría que fuera lleva a aumentar la irritación y frustración que muchas personas han experimentado durante los últimos meses. El psicólogo Ubieto reflexiona sobre que "no es mala idea para afrontar estas navidades aceptar que lo que nos está pasando no es un paréntesis donde podremos volver al momento anterior, sino una disrupción sin vuelta atrás" y que podría ser una oportunidad para reinventar algunas tradiciones como esta.
Pensar actividades distintas que nos resulten gratificantes, buscar detalles con los que nos encontremos bien y evitar pensar demasiado en lo que no se puede realizar son algunas de las claves para afrontar estas atípicas fiestas cuidando la salud emocional. De lo contrario, si se le da más peso e importancia a lo que no se podrá hacer en comparación a años anteriores, puede dar pie a actitudes apáticas y derrotistas. La apatía puede conllevar el incumplimiento de las normas, que pueden alterar el curso del virus y prolongar la implantación de las mismas, generando, a su vez, más frustración. Una espiral sin salida.
"Si las restricciones fueran fijas y mantenidas en el tiempo, podríamos asimilarlas y centrarnos en otras cuestiones, como nuestras necesidades emocionales. Al ser cambiantes, requieren de un permanente estado de alerta personal para adaptarnos continuamente", apunta Elizalde como causa de desequilibrios emocionales y trastornos de ansiedad, alimentarios, anímicos o alteraciones del sueño.
Salvar la Navidad
Los ciudadanos han seguido de cerca los cambios que han padecido las medidas contra la covid-19; han generado expectación, especialmente, las relativas a las fiestas navideñas. El Departament de Salut de la Generalitat ha modificado su plan inicial, que preveía la flexibilización de algunas de las restricciones, tras el empeoramiento de la pandemia. Desde la sociedad civil y desde diversos ámbitos como el sanitario había surgido la pregunta "¿hasta qué punto se excusa atenuar las restricciones para salvar la Navidad?".
El epidemiólogo Joan Caylà recomienda ser estrictos y evitar celebraciones continuadas con grupos diferentes; "estaría bien reducir los encuentros a dos celebraciones, donde solamente asistan dos burbujas familiares de convivencia". Según Ubieto, la relajación de las medidas de cara a la Navidad es "incoherente, busca satisfacer muchos ámbitos al mismo tiempo como la apertura de la economía o réditos políticos".
Año nuevo, ¿vida nueva?
Atrás queda el 2020, el nuevo año se acerca con una noticia que resuena en todas las cadenas de televisión y conversaciones: la llegada de la vacuna de la covid-19. Un acontecimiento esperado como un rayo de esperanza o incluso como la llave que abra la puerta hacia una vida "como la de antes". Los epidemiólogos y psicólogos, en cambio, alertan del peligro: cuidado con ilusionarse con un futuro que puede que no llegue.
"¿Seremos capaces de abrazarnos sin recelo? ¿De interactuar sin mascarilla en distancias cortas?"
Desde el anuncio de la existencia de la vacuna, algunas personas han comenzado a planificar eventos y viajes de cara al 2021. "Es comprensible que nos ilusionemos, necesitamos salir de la fatiga pandémica, pero nos deja vulnerables frente a la crisis", opina Ubieto y advierte de que la vacuna no eliminará el virus, sino que seguirá aquí por tiempo. Incluso si la vacuna fuera efectiva, según Elizalde, es inexacto pensar en que el mundo volverá a ser como antes debido a factores económicos y sociales. La psicóloga plantea las secuelas que dejará la pandemia en inconsciente: "¿seremos capaces de abrazarnos sin recelo? ¿De interactuar sin mascarilla en distancias cortas?".
El cansancio y desgaste se acentúan con la soledad, cuando no existe una red de apoyo. En un contexto como el actual, reivindicar los cuidados colectivos ante el individualismo se hace más necesario que nunca. También el prestar atención al estado emocional y solicitar ayuda profesional para paliar la tercera ola que, según la OMS, será la de los trastornos mentales.
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