madrid
Actualizado:"Tenemos todo organizado pero la situación actual en el Mediterráneo es tan incierta que no tenemos nada claro si podremos ir y, en caso de ir, si podremos rescatar a alguien o trasladarlos a un puerto seguro”, afirma Daniel Rivas, responsable de comunicación de Maydayterráneo, un proyecto de las ONG Proem AID y Salvamento Marítimo Humanitario. Durante los últimos meses, ambas organizaciones han recogido fondos y han comprado un barco pesquero que, actualmente, se encuentra en astilleros siendo reconvertido en barco de rescate de personas que intentan llegar a Europa desde las costas de Libia.
El buque costó 223.800 euros, a los que hay que añadir más de 320.000 para su reforma y más de 210.000 euros previstos para agua, comida, combustible, medicinas y otros bienes necesarios para las diez misiones que tienen previsto realizar a partir del 15 de agosto. Algo que sólo ha sido posible gracias a una donación del Gobierno vasco, que ha aportado 400.000 euros.
Sin embargo, pese a los esfuerzos, las últimas noticias que llegan desde Italia y Malta no hacen presagiar nada bueno y dan al traste con las previsiones. “Aún no hemos conseguido autorización para salir desde sus puertos y han decretado el cierre total a barcos de rescate de ONG como las nuestras. Eso implica, en el mejor de los casos, que se den situaciones como la última del Open Arms o la del Aquarius, que han tenido que viajar hasta España para desembarcar de forma segura a los rescatados. “No es seguro para ellos, que vienen de una situación traumática y con diversas dolencia, estar tres o cuatro días más navegando hacia un puerto español. En el Mediterráneo, en pocas horas se puede formar una tormenta y poner en riesgo al barco y sus pasajeros”, explica Rivas, que pasa las tardes de reunión en reunión buscando unas soluciones que difícilmente llegarán.
"De tener que entregar a los rescatado a los guardacostas libios, la situación en el barco sería incontrolable"
"Tal y como están las cosas, damos por hecho que no podremos desembarcar en un puerto cercano a quienes rescatemos. Además, nuestro barco tiene capacidad para 150 personas. Si rescatamos a más y no hay un buque grande como el Aquarius al que transferirlos, no podremos navegar mucho tiempo. Tendríamos que entregárselos a los guardacostas libios y es algo que no queremos hacer por nada del mundo”, destaca el cooperante, que además sabe perfectamente los traumas y el terror que los migrantes han relatado sobre el “infierno libio”. “La situación en el barco sería incontrolable porque nadie querría ir y podríamos tener problemas de seguridad”, apunta. “Libia no es un país seguro, sus guardacostas acosan a las ONG de rescate, maltratan a las personas que acaban de rescatar y las encierran en campos de detención inhumanos”, lamenta Rivas, que ve con impotencia el panorama actual.
Sin rescates en la ruta migratoria más mortífera
Así están las cosas en el Mediterráneo central, sin ninguna ONG que rescate, sin ningún testigo incómodo de las violaciones de derechos humanos que suceden en la ruta migratoria que más vidas se cobra en el mundo. Más de 9.000 desde 2014, según los datos oficiales, aunque nadie puede saber cuántos cuerpos se han tragado sus aguas. Sin embargo, a día de hoy, ninguna ONG patrulla esta zona en busca de personas a la deriva, a pesar de que en el año pasado se hicieron cargo del 40% de los rescates en el esas aguas, cuando en los años anteriores apenas intervenían en el 10% de los rescates.
No es la primera vez que el Mediterráneo central se queda sin barcos humanitarios. La última fue el pasado marzo, cuando sólo quedaba en el mar el barco Aquarius, fletado por la ONG SOS Mediterranée junto a Médicos Sin Fronteras (MSF). En aquella ocasión, la estrategia de Italia, principal puerto de llegada de migrantes, fue una ofensiva judicial contra estas organizaciones, a las que acusaban de formar organizaciones criminales y de participar en el tráfico de seres humanos.
Con este pretexto, el barco Open Arms, de la ONG catalana Proactiva, permaneció varios meses inmovilizado en un puerto siciliano, mientras que varios miembros de su organización eran investigados por estos delitos. La estrategia italiana, que ya llevaba más de un año aplicándose, no tuvo el efecto deseado, ya que la justicia desestimó las acusaciones y levantó finalmente a inmovilización del barco.
Sin embargo, la estrategia del nuevo Gobierno Italiano, formado por el partido populista Movimiento 5 Estrellas y la ultraderechista Liga, ha dado una vuelta de tuerca más. Ya lo anunciaron durante su campaña electoral, basada fundamentalmente en un férreo discurso anti inmigración que prometía expulsiones de migrantes y frenar las llegadas, al tiempo que endurecían aún más los ataques contra las ONG de rescate.
La guerra de Salvini contra las ONG
El ministro del Interior italiano y líder de la Liga, Matteo Salvini, ha declarado una guerra sin cuartel a los barcos de rescate y sus primeras víctima fueron los rescatados del Aquarius, a quienes denegó el acceso a sus puertos el pasado junio. Casi 630 personas que pasaron varios días hacinadas en el barco, sin apenas víveres y con atención médica básica, hasta que el Gobierno de Pedro Sánchez autorizó su recepción en Valencia. Fueron ocho días de travesía convulsa a través del mar que ya permitían pronosticar el siguiente escenario.
"Italia y Malta usan vidas humanas como peones en un tablero político"
Salvini cantó “victoria” (literalmente) y sentó un peligroso precedente: podía saltarse la legislación internacional y el derecho marítimo negando la asistencia a personas rescatadas en el mar pese a ser el puerto seguro más cercano, aunque en realidad, Malta ya había hecho lo mismo mucho tiempo antes. "Italia y Malta están reteniendo a personas rescatadas como rehenes para abordar otro problema: la falta de solidaridad entre los estados europeos. Usan vida humana como peones en un tablero político", denuncian a Público fuentes de MSF, que insisten en que "no se trata de las ONG, sino de tener la capacidad suficiente para que haya una zona de búsqueda y rescate (SAR) operativa y garantizar que las personas sean desembarcadas en un lugar seguro, y Libia no lo es".
El Aquarius se encuentra ahora en el puerto de Marsella, donde ha tenido que hacer su parada para reabastecerse y cambiar la tripulación. La organización ha tenido que repostar en Francia, ya que Malta le ha prohibido navegar sus aguas territoriales y la entrada al puerto de La Valeta desde que zarpó desde Valencia. No ha vuelto a rescatar a nadie desde aquellos 630 y, según han explicado, permanecerán en Marsella durante un tiempo indefinido “para evaluar la situación” ante la “actual política en el mar y la criminalización de los barcos de ONG de rescate”, explican. "Utilizar a las ONG como chivos expiatorios es una táctica para no atender los problemas reales: falta de solidaridad en la UE y un sistema de asilo totalmente roto. Mientras, nos impiden hacer un trabajo que los gobiernos de la UE no están haciendo. Por eso, cualquier muerte ocasionada por nuestra ausencia está totalmente en sus manos", argumenta la ONG. Mientras tanto, más de 500 personas han desaparecido en el mar desde que al Aquarius puso rumbo a Valencia, "más que todas las personas que se ahogaron en los primeros cinco meses del año", lamenta las organización.
Lifeline y Sea-Watch, inmovilizados en puerto
Después del Aquarius llegó el turno del Lifeline, un barco de una ONG alemana con bandera holandesa. Con más de 230 rescatados frente a Libia, Italia también lo rechazó y forzó a Malta a hacerse cargo. Cinco días tardaron las autoridades maltesas en abrir su puerto, y sólo lo hicieron tras un acuerdo entre siete países europeos para acoger a estas personas. Tras el desembarco, el buque se encuentra inmovilizado en puerto, la Policía ha interrogado a la tripulación y el capitán ha quedado en libertad bajo fianza de 10.000 euros tras haber sido acusado de irregularidades en el registro marítimo.
El pasado lunes, la organización alemana Sea-Watch denunció que las autoridades de Malta habían "detenido" al buque de salvamento Sea-Watch 3 cuando se disponían a partir en una misión de rescate. El motivo es el mismo por el que se investiga al Lifeline. Otras dos ONG fuera de juego.
El último rescate en la zona SAR libia que ha efectuado una ONG fue el pasado fin de semana, cuando el barco Open Arms, de Proactiva, recogió a 59 personas. La operación fue idéntica aunque el desenlace fue más rápido. Italia y Malta denegaron la entrada en puerto y horas después, Sánchez autorizó su entrada en Barcelona, donde desembarcaron el miércoles tras cuatro días de travesía. La jefa de misión de la ONG, Anabel Montes, afirmó el miércoles que "cuando hay barcos hay más llegadas de gente viva a tierra porque la rescatamos; cuando no estamos allí se mueren todos”. "Ésta (viajar a España) no es la solución", ha lamentado porque implica varios días de navegación "en los que hay gente a bordo que no tiene cubiertas las necesidades básicas" y que implican un alto gasto de fuel y de tiempo.
Desde MSF apunta que es impensable dejar el Mediterráneo sin barcos de rescate y que esperan volver "lo más pronto posible", aunque no pueden especificar cuándo. "La decisión de cerrar los puertos se tomó para desencadenar una crisis política y llamar la atención en la reunión del Consejo Europeo. Esperamos que después de la cumbre la prioridad vuelva a ser salvar a las personas y no dejarlas atrapadas en Libia", y recuerda que "Italia ya ha sido condenada en el pasado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos precisamente por su conducta en el mar y su cooperación con las autoridades libias, y el tribunal está considerando un caso", por lo que esperan que su actitud cambie.
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