Las pruebas de ADN acorralan a dos de los acusados del asesinato de Samuel Luiz
La Policía científica encontró restos del perfil genético de ambos en el rostro de la víctima y de uno de ellos en los cristales de una botella de whisky con la que presumiblemente le agredieron.
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a coruña, Actualizado:
Todos los días, cuando la jueza les pregunta sus nombres para que el acta del juicio recoja oficialmente que están en la sala de vistas, los acusados de la muerte de Samuel Luiz dan siempre la misma respuesta:
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– ¿Alejandro Freire?
– Sí, soy yo, buenos días.
– ¿Alejandro Míguez?
– Buenos días, sí, soy yo.
– ¿Kaio Amaral?
– Buenos días, soy yo.
– ¿Catherine Silva?
– Sí, buenos días.
– ¿Diego Montaña?
– Sí, soy yo.
Los imputados emplean fórmulas distintas por meros detalles pero que vienen a decir lo mismo, aunque cada uno repita cada mañana la suya propia, diferenciándose así de los demás. Parece una metáfora de su situación procesal, porque todos están acusados de lo mismo –el linchamiento a golpes de Samuel en la madrugada del 3 de julio de 2021–, aunque cada uno se le atribuye una forma diferente de participación en los hechos. Por eso, en muchos aspectos sus abogados no pueden compartir al 100% las mismas líneas de defensa.
En la sesión de este jueves, los agentes y oficiales de la Policía judicial y de la Policía científica certificaron que habían encontrado ADN de Diego Montaña y Alejandro Freire en el cadáver de la víctima, lo que hace presumir que tuvieron contacto físico con ella. Pero también añadieron que el hecho de no haber hallado restos biológicos de los otros tres imputados no descarta que también lo tuvieran.
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Transferencia de ADN
La posibilidad de que haya transferencia del ADN del cuerpo de una persona al de otra o a la ropa que ambos visten depende de una multitud de factores, y además, según los peritos policiales que comparecieron en el juicio, hay contactos que ni siquiera la provocan. Como un puñetazo con guante, o como una patada como las muchas que recibió Samuel, que se lanzan con el calzado puesto.
Todos los restos biológicos de Montaña y Freire que se encontraron en el cuerpo del fallecido se hallaron en su rostro, donde sus agresores concentraron los golpes. No los había, sin embargo, en sus nudillos, ni en las uñas, ni en las palmas de las manos ni en los antebrazos de Samuel, lo que parece confirmar que él no sólo no pegó a nadie, sino que ni siquiera pudo defenderse. Los forenses que hicieron su autopsia aseguraron el pasado martes que tampoco habían encontrado heridas ni señales de golpes en esas mismas partes de su cuerpo.
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Los agentes de la Policía judicial y la Policía científica llegaron al lugar de los hechos a las 8.45 de la mañana del 3 de julio, es decir cinco horas y 40 minutos después de que ocurrieran. Gracias a los testimonios de varios testigos presenciales, pudieron reconstruir el recorrido de la manada que persiguió a Samuel por el paseo marítimo de Riazor, desde las inmediaciones del pub Andén, donde parte de la pandilla de los acusados había pasado la noche, hasta el lugar donde el chico cayó inconsciente y agonizante a unos 150 metros de allí.
En ese emplazamiento hallaron vestigios de sangre, la suya, y en uno de los tres puntos donde fue agredido, cristales de una botella de whisky. Estaban en el mismo lugar donde algunos testigos dicen haber escuchado el ruido del vidrio al romperse mientras a Samuel lo molían a palos. Esos cristales tenían restos biológicos correspondientes al perfil genético de Alejandro Freire, de quien la policía, gracias a las cámaras del pub, sospecha que se la llevó al salir oculta en su chaqueta poco antes de que Diego Montaña iniciara la agresión tras llamar a Samuel "¡maricón de mierda!".
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Contacto directo
Para las defensas de Montaña y Freire, las pruebas de ADN que señalan a sus clientes son una enorme complicación, porque apuntarían a que ambos contactaron físicamente con Samuel. A sus abogados sólo les quedó preguntar a los peritos si es posible que los restos genéticos se transmitan a través de la saliva, el sudor o incluso por meros agarrones, y no puñetazos. Los expertos respondieron que sí, que sería posible. Al jurado le corresponde valorar si eso constituye una duda razonable sobre su participación en la agresión, que parece corroborada por las grabaciones del suceso.
Esos vídeos, difundidos varias veces durante el juicio, también desmontarían las versiones en las que se basan para declararse inocentes los otros tres acusados: Alejandro Míguez, Catherine Silva y Kaio Amaral. Éste último fue el primero en declarar voluntariamente ante los investigadores sólo dos días después del crimen, exculpándose e incriminando a sus amigos en una declaración en la que, según el subinspector que dirigió sus interrogatorios, habría dado muchos datos sobre el resto de imputados pero en la que también habría mentido y omitido otros.
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Ocultó la descripción de la parte más relevante de su vestimenta –la chaqueta que llevaba puesta y por la que se identifica en las grabaciones–, y el hecho de que se hizo con el móvil de Samuel y lo hizo desaparecer luego, algo que no aclaró hasta su segundo testimonio en comisaría, cuando fue detenido. A Amaral se le imputa haber agredido a Samuel a patadas, lo que explicaría que no hubiera restos de su ADN en el cuerpo de la víctima.
Su abogado trató de que el policía incurriera en alguna contradicción y que admitiera que ya había visionado las imágenes que demostrarían que Kaio pateó a Samuel cuando le tomó declaración, lo que podría haber condicionado sus preguntas y, con ello, el testimonio del detenido. El letrado, que estuvo presente en ese interrogatorio, no sólo no logró acorralar al testigo, sino que se puso en evidencia.
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– ¿Por qué, si no había visto las imágenes, le preguntó a Kaio por esa patada?
– Disculpe, pero si no recuerdo mal, esa pregunta se la hizo usted.