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Progreso social, tensiones y una guerra inevitable: así es la II República en los libros de texto

El actual sistema educativo repite los temarios de la asignatura de historia, impidiendo profundizar en épocas clave del pasado reciente. En 2º de bachillerato esta asignatura comprende de la prehistoria a la primera legislatura de Aznar, en ocho meses de clases. El esquema de aprendizaje en España se arrastra desde el siglo XIX.

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Los libros de texto tratan la II República de una manera peculiar.

madrid,

El 14 de abril de 1931 España proclamaba la II República y el país comenzaba la primera andadura democrática moderna de su historia. El voto femenino, los derechos laborales, las libertades civiles, el laicismo o la vanguardia educativa redistribuían privilegios ante la expectante clase trabajadora y la recelosa oligarquía. Dos bloques ideológicos se reunían en función de quienes aspiraban a tener futuro y aquellos que temían perder prerrogativas. Una dualidad que no era nueva, ni lo ha seguido siendo en la historia, pero aquí se saldó con la imposición, a la fuerza, del retroceso gracias a una trama militar y civil planeada y financiada.

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Durante el posterior franquismo, los mitos configuraron una idea del periodo republicano que se ha arrastrado hasta nuestros días, cimentada a partir de la transición con los partidos republicanos fuera del arco parlamentario que decidió el nuevo sistema y una estudiada campaña para vincular conflictividad y republicanismo.

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Pero, hoy en día, ¿cómo ha llegado la Segunda República a los libros de texto? Este periodo de la historia española se ve de manera muy breve en sexto de primaria, con algo más de concreción en 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y con mayor profundidad durante 2º de bachillerato, en este caso, como materia obligatoria en todas las ramas.

En España, se encuentran registrados 90 títulos de historia para 4º de la ESO y bachillerato, y 23 más de la asignatura Historia del Mundo Contemporáneo sólo para el último ciclo de enseñanza, según datos del catálogo de la Asociación de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele).

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Además, entre 1º y 3º de la ESO el catálogo arroja la cifra de 296 títulos impresos. En educación primaria, 584 registros como ‘ciencias sociales’, en los que se incluye historia. Y una quincena de sellos editoriales publican libros de esta materia, algunos de ellos, con pertenencia al mismo grupo editorial, según informa la Federación de Gremios de Editores de España.

En cuanto a su contenido, los docentes consultados por Público consideran que el estudio de la II República se resuelve hoy en estas publicaciones sin mucha polémica pero con un problema estructural: los temarios son inabarcables. “En 4º de la ESO ahora vamos a empezar la Segunda Guerra Mundial; nos queda un mes de clase y en mayo hay que dar el reinado de Alfonso XIII, la crisis del sistema liberal, la Segunda República, Guerra Civil y franquismo”, esclarece Luis Horrillo, coordinador del bachillerato internacional del instituto bilingüe Cervantes, en Madrid.

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En segundo de bachillerato, la asignatura Historia de España comprende de la prehistoria a la primera legislatura de Aznar, de septiembre a principios de mayo y en cuatro horas a la semana. “Para explicar desde el final de la Restauración hasta la Transición española tienes apenas dos meses. Demasiado hacen los profesores”, añade.

Además, estas nociones se vuelven reincidentes, ya que el estudio de la prehistoria al siglo XVIII se cubre en la enseñanza obligatoria. “En 4º de ESO y 1º de bachillerato se repite el temario. Los alumnos tienen la sensación de estar siempre escuchando lo mismo. Y están deseando que les expliquen todos estos temas del siglo XX, hay una demanda social, y el docente cuando llega no tiene tiempo de profundizar”, lamenta Horrillo, vicepresidente de la Federación Española del Profesorado de Historia y Geografía.

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Así, cuando el curso alcanza el periodo de la II República, los libros en la enseñanza secundaria obligatoria lo resuelven en una media de cuatro páginas con un enfoque que se centra en “la evolución política hasta la llegada del Frente Popular, en las medidas, sus protagonistas y en los enfrentamientos y conflictividad social que había de fondo”, aporta Víctor Jiménez Tórtola, profesor de Historia en el instituto Fernando Zóbel, de Cuenca. Cuatro páginas en las que “se incide poco en aspectos fundamentales”, a juicio del docente manchego.

“Das pinceladas porque no tienes tiempo de trabajar todos los temas en profundidad. Y el problema es que no todos los chicos llegan a bachillerato para ver historia de España, así que esas pinceladas es lo único que van a saber muchos alumnos”, explica Rosa Pulido, Jefa de Departamento de Historia del instituto público de secundaria Pradolongo, en el distrito madrileño de Usera. En este último ciclo de enseñanza, el periodo republicano se ofrece con mayor detalle, en una extensión de 25 páginas de media pero, como apuntaba Horrillo, de forma teórica y con escaso margen temporal para consolidar lo aprendido con ejercicios prácticos.

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Tensiones políticas y sociales para explicar la guerra

La tendencia en los libros de estas editoriales es la de narrar cómo la conflictividad de una sociedad polarizada sesgó la experiencia republicana y desembocó en la guerra tras el golpe de estado

Los conflictos políticos, los altercados y los errores copan el protagonismo en las páginas de editoriales como Anaya, Editex, Oxford y Vicens Vives, datos que alternan con cuadros de texto, imágenes e infografías en las que destacan hitos de la República como el voto femenino, la educación o la propia Constitución de 1931.
La tendencia en los libros de estas editoriales es la de narrar cómo la conflictividad de una sociedad polarizada sesgó la experiencia republicana y desembocó en la guerra tras el golpe de estado, una idea que hoy, historiadores como Enrique Moradiellos o Ángel Viñas han matizado explicando que la República no estaba condenada al choque bélico.

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Para trascender y aumentar los esquemas de estas publicaciones, todo queda en manos del profesorado. En el caso de la docente del instituto Pradolongo, establece comparativas con acontecimientos actuales, y les aclara que “si no hay alguien interesado en que algo sea un polvorín siempre se puede retroceder un paso atrás en el conflicto”. “Las personas pueden encontrarse en contextos beligerantes pero eso no siempre acaba en enfrentamientos. Tiene que haber medios e interés, y eso es lo que pasó en la Guerra Civil”, sostiene Pulido.

La editorial Editex, en uno de sus manuales de 2008 para 4º de la ESO explica: “La derecha y los militares se inquietaron por los resultados [de las elecciones de 1936]. Iniciaron un alzamiento”. Del mismo año y para el mismo curso, Anaya resolvía así el fin de la República: “La violencia política se manifestó en atentados y en violentos choques en la calle entre militantes falangistas, comunistas y anarquistas (…). Los sectores más conservadores, dirigidos por el general Mola, decidieron recurrir a un golpe de estado para derribar a la República”.

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Por su parte, en otro ejemplar de 4º de la ESO de 2012, Oxford explica que tras el triunfo electoral del Frente Popular en 1936: “En ese periodo hubo continuos enfrentamientos armados entre falangistas, comunistas, socialistas y anarquistas. En julio de 1936, un sector del Ejército se sublevó contra el Gobierno de la república y provocó el estallido de la Guerra Civil”.

En el caso de Vicens Vivens (2016) sí hace referencia a la planificación de los militares rebeldes, y argumenta: “Las tensiones políticas desencadenaron un clima de enfrentamiento entre milicias de izquierda y derechas (…). Ese clima de confrontación social sirvió de pretexto a las fuerzas contrarias a la República para acelerar sus planes golpistas”.

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Un ejemplar de esta misma editorial para segundo curso de Bachillerato, en 2009, apunta a los planes premeditados contra la República, nombrando la “conspiración militar” que en los primeros momentos tuvo “escasa fuerza” hasta que se puso al frente el general Mola “verdadero jefe del golpe de estado hasta 1936”. Además, recoge el apoyo que la trama había recabado de la Italia fascista y la Alemania nazi. En otra de sus ediciones, la de 2016, asegura: “Hoy sabemos que la preparación del golpe militar se inició incluso antes del triunfo electoral del Frente Popular (…)”.
“Insisten mucho en por qué fracasa; también en las líneas de reforma y las reacciones. Después, cada libro trabaja logros concretos. Es una tendencia que llevo viendo desde hace tiempo”, detalla Rosa Pulido que, en sus 35 años en la enseñanza, ha utilizado materiales de editoriales como Anaya, Vicens Vives, Oxford, Santillana o Editex.

Estas publicaciones se confeccionan siguiendo los estándares de aprendizaje de cada comunidad autónoma. La región madrileña cuenta con los publicados en el boletín oficial de 20 de mayo de 2015 [página 69] que, en lo relativo a la Segunda República española, marcan: “Estudiar las cadenas causales (…) y su conexión con el presente” así como conocer “las principales reformas y reacciones a las mismas durante la II República española”.

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Al bienio conservador antes se le llamaba “restaurador”

Jiménez Tórtola explica que cada comunidad adapta a su normativa los currículos que publica el Ministerio de Educación y, a partir de ahí, las editoriales hacen su trabajo. Además de las ya nombradas, este docente ha trabajado con Bruño. “Tienen más o menos el mismo corte, hoy no veo mucha diferencia de tendencias”.

Sin embargo, la narrativa sobre estos años ha evolucionado con la distancia temporal. Por ejemplo, un libro de Anaya de 1984 para la Educación General Básica (EGB), definía la II República de este modo: “Breve en su duración, pero de un gran intensidad en cuanto a la vivencia de sus problemas. Intentó acometer reformas sustanciales, dotar al país de una constitución moderna, modificar unas estructuras socioeconómicas fósiles que actuaban de freno al desarrollo (…) pero los propios errores de los republicanos, la intransigencia de ciertos sectores de la izquierda y la actitud de las derechas que cuando se vieron en el poder a finales de 1933 solo pensaron en desmantelar las tímidas reformas hicieron inviable el camino. El abismo que separaba ambos bandos se fue ahondando. Su concreción final fue la trágica Guerra Civil”.

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Además, este manual se refería al bienio conservador (1934-1936), en el que gobernaron el Partido Radical y la CEDA y se derogaron las reformas anteriores, como “bienio restaurador”.

Así, los cambios en los manuales de historia en la enseñanza secundaria debían producirse “porque ha cambiado la sociedad española”. “En 1984, aunque había pasado la Transición, aún pesaban ciertos esquemas mentales, pero la perspectiva del tiempo y las transformaciones sociales hacen necesaria una puesta al día del tratamiento de estos contenidos”, concluye Jiménez Tórtola.

Para Horrillo, en cuyo instituto cuentan con el bachillerato internacional, con programas reducidos que permiten otro modo de enseñanza más práctica, los actuales manuales de enseñanza llegan hoy con excesiva teoría. “Si los temarios no fueran tan extensos y si se les diera tanta importancia a la práctica como al contenido, los libros también cambiarían. El problemas es estructural y de modelo”.

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