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Cuando la productividad no lo es todo: hacer sushi, cerámica o pintar como 'hobbies' antisistema

"El síndrome de la vida ocupada nos hace pensar que tenemos que ser excesivamente productivos en todo y nos cuesta salir del bucle", reconocen los expertos.

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Imagen de archivo de una trabajadora en un taller de cerámica. — Freepik

MADRID,

El reloj marca –normalmente– las 18.30 horas cuando Mónica (28 años) sale de la oficina. La joven trabaja en una empresa de marketing y "muchas veces" le resulta "inevitable" hacer más horas de la cuenta o llevarse tareas a casa. Los miércoles, sin embargo, son sagrados. "Llegué buscando una actividad que me permitiera disfrutar del tiempo libre, desconectar y conocer gente nueva. Escogí cerámica porque necesitaba algo que me sirviese para bajarle una marcha al ritmo de la rutina", recuerda. Mónica va al obrador una hora y media todas las semanas.

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Los talleres de cerámica y los cursos de cocina se extienden por las grandes ciudades a la misma velocidad que los centros de yoga y los espacios para aprender a pintar. El boom de las actividades manuales y aparentemente infructuosas no es casual. "El síndrome de la vida ocupada nos hace pensar que tenemos que ser excesivamente productivos en todo. No es fácil salir del bucle, porque estamos sumidos y muchas veces no somos ni conscientes. La apuesta de los trabajadores por estas facetas no solo es beneficiosa, sino también esperanzadora", señala Jorge García Marín, sociólogo y profesor en la Universidade de Santiago de Compostela.

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Los expertos aseguran que la cerámica, por ejemplo, favorece el bienestar mental y sirve como trampolín para la creatividad. Las reseñas son bastante similares en el caso de la pintura. Lo mismo ocurre con las clases de sushi o los talleres para hacer pan. "La gente suele decantarse por actividades manuales y corporales. Hablamos de personas con puestos de trabajo que requieren un fuerte esfuerzo cognitivo y para las que hacer una actividad de este tipo supone romper con la rutina", precisa Montserrat Yepes-Baldo, profesora de Psicología social y de las organizaciones en la Universitat de Barcelona.

Los promotores de estos espacios hablan de la pandemia como un "punto de inflexión" y reconocen que para muchos clientes son una estrategia "eficaz" de desconexión digital. "El confinamiento supuso un antes y un después. El público busca en nuestro local un plan alternativo y al mismo tiempo un rato de relax. La gente que lo prueba, repite", cuenta César Díaz, gerente del taller de pintura Xpresarte. 

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"El hecho de apostar por estas actividades supone romper con la óptica capitalista, que no contempla el tiempo libre como una posibilidad. Los ciudadanos de las sociedades avanzadas están constantemente tratando de cumplir las expectativas del sistema", continúa Jorge García Marín. Las personas jóvenes y con trabajos "no motivacionales" son las que más interés muestran por los talleres manuales. 

Una parada para "reconectar"

Lucas tiene 26 años y trabaja desde hace dos como auditor en una conocida empresa de Madrid. El joven asegura en una conversación con este diario que su rutina es "demasiado ajetreada" y las jornadas duran muchas veces hasta medianoche. "El trabajo es completamente monótono y no deja lugar para la creatividad. Hace seis meses que me apunté a un curso de cocina. He aprendido a hacer sushi o masa de pizza napolitana, nunca lo hubiera imaginado. La cabeza está en lo que tiene que estar, difícilmente puedes pensar en otras cosas. Las clases me sirven como terapia y también para escapar de la lógica de la productividad constante", destaca.

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"El ritmo frenético del día a día hacía imposible que me pudiera concentrar. Necesitaba una actividad que no solo me permitiera conocer gente nueva, sino también olvidar por unos minutos la realidad. La cerámica lo ha conseguido. Es un proceso lento que requiere mucha paciencia y cierta capacidad para asumir la falta de control sobre el resultado final", añade Mónica. La experta en marketing lleva dos años acudiendo al mismo taller y define sus clases como un "contrapeso" frente a la celeridad del sistema.

Las fuentes consultadas por Público coinciden al catalogar las actividades manuales como una vía para encontrar el equilibrio entre la vida personal y la laboral. "Estos hobbies fuera del mercado sirven para enriquecer los conocimientos de la gente y mejoran su autoestima. Esto es más fácil de identificar cuando los trabajadores están desmotivados [en sus empresas o centros profesionales]", advierte la psicóloga Montserrat Yepes-Baldo. Los clientes, en ocasiones, llegan a profesionalizar estos pasatiempos y se reinventan creando pequeñas empresas vinculadas a la artesanía y las manualidades.

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Mariano Bettosini regenta un taller de dibujo y pintura en pleno centro de Madrid. "La gente se da cuenta después de varias clases del componente terapéutico. Uno de mis alumnos se refiere al taller como el sanatorio", detalla el dueño de Teleretrato. Bettosini asegura que, muchas veces, los lienzos en blanco sirven para exteriorizar los "problemas de la rutina" y reflejan las emociones de los autores. "La clave está en hacer cosas incluso sabiendo que no te van a servir para escalar en el sistema. La cerámica, la pintura y las academias de idiomas son una especie de parada y una posibilidad brillante para reconectar con nosotros mismos", concluye Jorge García Marín. 

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