Patricia Bosch, experta en intervención con abusadores infantiles: "Trabajar con pedófilos busca que no victimicen a niños"
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madrid,
Patricia Bosch es psicóloga especializada en el abordaje de la violencia sexual y tratamiento del trauma. Durante muchos años de su vida, ha acompañado a personas que han sufrido violencia sexual y a personas que la han perpetrado. Actualmente, es secretaria y portavoz de la Asociación Ângel Blau, que trabaja para la prevención de la violencia sexual infantil.
En esta entrevista con Público, la experta incide en la necesidad de abordar la violencia sexual en la infancia. En cuanto al tratamiento y seguimiento de los abusadores, pone de relieve la importancia de distinguir entre las categorías pederasta y pedófilo y, además, advierte de la falta de recursos comunitarios disponibles, más allá de la judicialización de los casos.
¿Cómo suele llegar, si es que hay un patrón, el abusador a las consultas? ¿Acude por decisión propia o después de ser denunciado?
Las vías de entrada a la terapia para personas que han cometido violencia sexual infantil es, o bien por decisión propia, nos encuentran por Internet y piden ayuda; o bien porque desde el medio de la ejecución penal conocen nuestra actividad profesional y nos derivan casos para que los tratemos una vez están viviendo en la comunidad, tras haber cumplido condena.
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Patricia Bosch: "Ser pedófilo no es un delito"
No te sé decir si hay más que llegan por decisión propia o tras la denuncia, me falta lo que es la estadística concreta. Por tanto, prefiero no aventurarme a darte un dato. Lo que sí te puedo decir es que faltan recursos y visibilidad para que la sociedad nos tenga en cuenta y que las personas que nos necesiten puedan acudir a nosotros.
Creo que es importante contextualizar. Por un lado, están las personas que tienen pedofilia, que sienten una atracción sexual hacia menores de edad; y, por otro, las personas que han cometido acciones de pederastia, esto quiere decir que han agredido sexualmente a un o a una menor. Tú puedes ser pedófilo y nunca haber hecho daño a ningún niño o niña, o ser pederasta y no necesariamente presentar pedofilia.
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A la consulta llegan personas que presentan pedofilia y nunca han hecho daño a nadie en su vida, pero sí necesitan el poder ser escuchados y encontrar un espacio donde también aprender a aceptarse, a conocerse, a seguir gestionando ese impulso sexual de una manera saludable. Son personas que no van a ser condenadas porque ser pedófilo no es un delito. A su vez, llegan personas que han cometido pederastia y no han sido condenados, entienden que eso forma parte de su trabajo y que lo quieren trabajar para no volver a cometer algo así. Y, por supuesto, también personas condenadas.
¿Qué papel juegan las parejas en este proceso, si es que las tienen?
El abordaje que hacemos nosotros es integral, teniendo muy en cuenta el contexto. Para trabajar la pedofilia y la pederastia es importante tener en cuenta cuáles son los factores de protección y cuáles son los factores de riesgo. Todo esto se engloba en un tratamiento general que tiene que ver con un plan de prevención de la ofensa sexual, pero, además, también tiene que ver con un eje que dirige toda la actuación en relación al modelo de buenas vidas.
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Patricia Bosch: "El objetivo de trabajar con pedófilos es precisamente reforzar esa abstinencia y que no victimicen"
En muchas ocasiones, uno de los aspectos clave del tratamiento tiene que ver con abordar los mecanismos de defensa, las distorsiones cognitivas que presenta la persona que ha cometido las acciones de pederastia. A veces, esos mecanismos y esas distorsiones también las presenta el entorno inmediato. Además, para la pareja, o para los padres, o para los hermanos, asumir que tienen un familiar pederasta es algo muy doloroso, es tan intenso que también conviene trabajar con la familia para que esa familia realmente se erija como un factor de protección ante una posible nueva agresión.
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Es un tema que despierta mucha controversia. Para mí es muy importante dejar claro que el objetivo de poder trabajar con personas pedófilas, que nunca han hecho daño, es precisamente reforzar esa abstinencia y que no victimicen nunca a ningún niño; y, en el caso de hacerlo con personas pederastas, el objetivo es evitar nuevas víctimas.
Cuando le llegan casos de abusos intrafamiliares cometidos por padres, ¿cómo suelen reaccionar las madres de los menores?
Patricia Bosch: "Entre el 85% y el 90% de los abusos sexuales a menores son cometidos por personas del entorno"
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Las cifras nos dicen que entre el 85% y el 90% de los abusos sexuales a menores son cometidos por personas del entorno cercano o de la propia familia de la víctima. Entonces, en caso de que sea este el contexto, que es el que tú me planteas (siempre tenemos que ir al caso por caso), nos encontramos con madres que reaccionan adecuadamente, en el sentido de confiar y creer en lo que el menor explica, lo que ha sucedido, y poder acompañar en ese proceso de recuperación y de sanación. Y luego nos encontramos otras madres a las que les cuesta, que cuestionan.
Al final, estas situaciones de abuso implican una ruptura no solo de la pareja, sino también de la familia. De alguna forma, en esas madres también hay mucho dolor porque sienten que han elegido mal, o sea que han elegido a un hombre como padre de sus hijos y que en realidad es un pederasta. Eso lo que provoca es un cuestionamiento de ellas mismas y también hay que poder acompañarlas en todo ese proceso de aceptación, si lo permiten.
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¿Cuáles son los rasgos psicosociales de un abusador de menores?
No hay un perfil único, eso es importantísimo que nos quede muy claro. De ahí que también sea, en muchas ocasiones, difícil de poder identificarlo. Sí que hay rasgos, características, que podemos decir que se observan en mayor medida y que caen por su propio peso. Suelen ser personas cercanas a la víctima, que cuentan con la confianza de la víctima y con la confianza de la familia de la víctima. Suelen ser socialmente hábiles como para ganarse esa confianza y presentar también a una serie de habilidades de comunicación sociales suficientemente aceptables.
Pero sí que se sabe que, en su mayoría, suelen ser hombres heterosexuales y cisgénero...
Lo de la orientación sexual no te sé decir porque desconozco la estadística, sí que hay muchos hombres pederastas que son también homosexuales. Lo que sí te puedo decir es que, efectivamente, la mayoría, el 90%, son hombres cisgénero. No obstante, también debo decir que hay muchas cifras negras acerca de las mujeres pedófilas y abusadoras. Cuesta mucho acceder porque también juega un papel relevante toda la cuestión de la perspectiva de género, de los estereotipos de género. Muchas veces, las agresiones sexuales a menores por parte de mujeres quedan encubiertas bajo actividades que tienen que ver con el cuidado, relacionadas con la maternidad. En ocasiones, los menores adolescentes lo significan como una experiencia sexual precoz y no como un abuso.
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¿Qué les lleva a cometer este abuso?
Las agresiones sexuales siempre tienen que ver con un abuso de poder. Luego, tenemos que ver si esa persona agredió sexualmente al menor porque presenta pedofilia y hay un tema de atracción sexual en ese sentido, o si no. A veces no hay pedofilia, pero sí una significación de la relación amorosa disfuncional con el hijo, entendido como su propiedad que puede hacer con él lo que quiera. En ocasiones tiene que ver con violencia vicaria: agrede sexualmente al niño para hacer daño a la madre. Y también ocurre que la persona puede ser consumidora de material de explotación sexual infantil. La cuestión es analizar caso por caso. Lo que sí está claro es que en las personas que presentan pedofilia, de alguna manera, esos son factores de riesgo, como tener mucha cercanía y contacto con menores.
¿Cuál es la influencia del modelo de masculinidad tradicional? Me refiero al hecho de que el sistema patriarcal imponga, entre los mandatos de la masculinidad, una represión de las emociones en detrimento, por ejemplo, de la asimilación de la ira, la intimidación o la violencia como reacción en situaciones de ansiedad, frustración...
A nivel conceptual, lo que tiene que ver con la violencia sexual, si es violencia machista, efectivamente hay que entenderla dentro de lo que sería este sistema estructural del patriarcado, donde, de alguna manera, por el hecho de ser mujer o por el hecho de ser niño o niña es como si estuviéramos predestinados a sufrir violencia sexual.
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Los abusadores abusan de su poder siempre y agreden sexualmente porque pueden. Hay un abuso de confianza, hay un abuso de intimidad y hay un abuso de ese poder hacia el o la menor. Hay una relación de asimetría. Esa relación de asimetría está, a su vez, marcada por otras asimetrías que tienen que ver con la diferencia de edad, la diferencia a nivel de madurez, psicosexual, biológica, anatómica. Todo esto lo que demarca es que, como decía, hay que poder entender, conceptualizar y significar la violencia sexual infantil como un abuso del poder.
Patricia Bosch: "Los abusadores abusan de su poder siempre y agreden sexualmente porque pueden"
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En este sentido, todo el tratamiento a nivel de gestión emocional, de conexión emocional para que haya una mayor fluidez emocional de las personas que perpetran violencia es clave. Es fundamental que puedan conectar con las propias emociones y con las emociones del otro, desde el trabajo de la empatía. El trabajo de la empatía no es simple, no es trabajar la empatía con las víctimas y ya está, no. El concepto de la empatía es multidimensional y hay que poder trabajarlo a través de distintos ejercicios para ver en qué punto está la dificultad del agresor sexual para promover que, efectivamente, haya una gestión saludable de las emociones.
Nos encontramos con personas pedófilas que llevan muchos años en silencio, viviendo su deseo con culpa, vergüenza, dolor ansiedad, sin compartirlo con nadie por miedo a ser juzgado, cuando, recordemos, ser pedófilo no implica incurrir en ningún delito. Esta soledad, este no hablar, es el caldo de cultivo perfecto para que aumenten las probabilidades de pasar a la acción y ahí es donde tenemos que incidir para evitar el riesgo.
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¿Cómo se puede trabajar, cómo habría que dirigirse a los abusadores infantiles en potencia para que las agresiones no lleguen a ocurrir? O lo que es lo mismo, ¿se puede trabajar con los pedófilos para que no se conviertan en pederastas?
Está clarísimo que hay que poder trabajar la empatía hacia las víctimas y lo que tiene que ver con la gestión emocional de base de la persona. Pero no solo eso. Hay que trabajar también en la dirección del modelo de buenas vidas, que tiene que ver con que si la terapia la centramos únicamente en la asunción de la responsabilidad, esa terapia se vuelve insuficiente. Hay que ofrecerle un sentido nuevo a su vida que les lleve a sentir que es plena, que es satisfactoria y que pueda encontrar otras etiquetas que le definan más allá de la pedofilia.
En la intervención terapéutica también es clave que les brindemos esa confianza y ese espacio de seguridad para que puedan romper el silencio y hablar de lo que realmente les sucede, sin miedo a ser juzgados, brindándoles esa confianza en su capacidad también para para cambiar y no hacer daño a ningún niño o niña.
¿La terapia pretende que los pedófilos dejen de tener ese deseo?
Ese deseo no se puede cambiar, o no siempre. Lo que sí se puede es aprender a gestionarlo de manera saludable. Cuanto más se alimenta, más difícil se hace gestionarlo.
Imagino que aquí tendrá un papel central la distinción entre ficción sexual y realidad. Es decir, que lo que las personas deseen no tiene por qué corresponderse con lo que quieran poner en práctica...
Exactamente, pero para que no se ponga en práctica también hay que atender caso por caso para ver qué peso tienen en ese imaginario las fantasías sexuales con menores. El trabajo que hacemos en la Asociación Ângel Blau es precisamente no alimentar esas fantasías porque, a veces, lleva a aumentar ese impulso. Nosotros entendemos que, efectivamente, una cosa es la fantasía sexual y otra es la realidad, y está clarísimo. Pero en el caso de las personas pedófilas ahí sí que hay una intervención terapéutica importante. Ojo con que se queden solo con que es fantasía porque en realidad sí que hay un deseo sexual bastante dirigido.
Una vez escuché a un psiquiatra decir que en este país hacían falta menos cárceles y más psiquiátricos, ¿qué tipo de seguimiento y acompañamiento concreto es necesario llevar a cabo para que las personas que han cometido abusos dejen de ser abusadores y se logre su reinserción? ¿Se soluciona con más años en prisión?
No. Está demostrado científicamente que las penas más largas, más duras, no disminuyen el riesgo de reincidencia. Lo que sí es importante es que como sociedad, y es un tema muy tabú, tenemos que poder preguntarnos qué podemos hacer, qué está en nuestra mano, para poder cambiar las cifras.
Penas más duras no disminuyen el riesgo de reincidencia, pero lo que sí lo hace son los programas comunitarios y todo lo que tiene que ver con que esa persona sienta esa aceptación cuando vuelve a su vida, a la sociedad. Para mí lo que sería importantísimo es que hubieran dispositivos de atención absolutamente integrados, normalizados en el sistema de salud, para poder acompañar a personas pedófilas que no tienen nada que ver con el sistema de justicia, que fuera un sistema de atención integrado en el día a día.
Son pocos, pero los hay, los centros que atienden a maltratadores, victimarios de la violencia de género. Se trata de lugares donde estos hombres acuden para trabajar sobre sí mismos. ¿Existe algo similar para abusadores infantiles?
Desde luego, faltan dispositivos para poder atender a personas que no tengan que ver con el sistema judicial. Una cosa es que alguien que ha cometido la agresión haya sido condenado y otra cosa es que alguien que ha cometido la agresión, no haya sido denunciado en su momento y, por lo tanto, no haya sido condenado y esté en la calle. Estas personas necesitan recursos comunitarios.
También es importante un factor clave en el tratamiento que quiero destacar: para que el tratamiento vaya bien la persona tiene que tener una voluntad de cambio. Tiene que haber una demanda genuina y honesta para poder hacer ese trabajo. Es absolutamente inviable la terapia sin ese reconocimiento del malestar y del problema.