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Octubre de 1934 Lo que queda de octubre: mitología y leyenda negra de una revolución minera

La memoria de la revolución de octubre de 1934, tal vez el acontecimiento histórico más importante en la Asturias del último siglo, y su representación en las artes revelan una contradictoria relación entre la realidad, la ficción y eso que ahora llaman "relato".

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Tres militares combaten contra los obreros en la playa de Gijón en octubre de 1934.

oviedo, Actualizado:

Aunque pocos lo sepan, no hay fiesta de prao en Asturias que no termine con un homenaje velado a la revolución de octubre de 1934. Llega un momento de la noche, cuando la euforia alcanza su máxima plenitud, en el que brota de la muchedumbre—incluida la cayetanía llegada de los Madriles, si la fiesta se celebra en agosto en la costa oriental asturiana—un griterío de júbilo en cuanto la orquesta entona los primeros compases: "Asturias, si yo pudiera...". Y el espíritu de camaradería y paisanaje, el canto torpe y desafinado, el abrazo efusivo a los amigos y vecinos, no decae hasta la última estrofa, esa en la que se dice de Asturias que está "sola en mitad de la Tierra" y que es "hija de mi misma madre".

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El mierense Víctor Manuel popularizó en los 70 su versión musicada de Asturias, que ejerce en la práctica de himno no oficial de la región. La letra proviene de un poema que el escritor salmantino y comunista Pedro Garfias escribió en 1937, tras la caída de Asturias en manos del ejército franquista. En sus versos el poeta rememora, oscilando entre la épica y la amargura, los sucesos de octubre del 34 y la posterior represión del movimiento revolucionario. Garfias, como buen marxista que era, sabía muy bien aquello de que la Historia se repite dos veces—primero como tragedia y luego como farsa—, y su poema sobre Asturias es en cierto modo una lamentación ante una nueva derrota, y esta definitiva, tres años más tarde: "Dos veces, dos, has tenido ocasión para jugarte la vida en una partida, y las dos te la jugaste". Ángel González, mucho tiempo después, escribió un célebre poemilla muy a cuenta para esta tragedia: "Nada es lo mismo, nada permanece. Menos la Historia y la morcilla de mi pueblo: se hacen las dos con sangre, se repiten".

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Creo que no conozco a ningún asturiano que no se sepa la canción entera. Pero tampoco conozco a muchos que sepan cuál es el origen y la inspiración de esas estrofas que cantan a pleno pulmón y cubata en mano en las noches más jaraneras del verano. Diría que esta canción, para la mayoría, es algo así como una celebración orgullosa del carácter bravío e indómito de los asturianos, otra manifestación de ese 'grandonismo' que nos es tan caro a este lado de la cordillera. Asturias resuena como una vaga reivindicación del arrojo y la abnegación que se le atribuye a la asturianía, pero nunca se le acaba de dar un dar un contexto, un rostro y una fecha, a ese heroísmo.

La revolución del 34, con sus mineros en armas y sus cartuchos de dinamita, parece estar agazapada en el subconsciente asturiano. Como un recuerdo incómodo, que no termina de atreverse a salir a la luz y que solo lo hace en abstracto, enmascarado de otra cosa. Recordamos y sabemos poco de lo que sucedió entre el 5 y el 19 de octubre de aquel año pese a que subsista, latente y mudo, ese orgullo levantisco que no sabemos bien de dónde nos viene.

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El escritor y periodista Paco Ignacio Taibo II publicó en 1980, tras entrevistar a más de 400 testigos y protagonistas de la revuelta, una rigurosa, vibrante y exhaustiva crónica de lo sucedido. Su título es parco y sin florituras, Asturias. Octubre 1934, y en su prólogo Taibo se hace una pregunta pertinente para abordar la representación y la memoria de esta y de otras intentonas por asaltar el cielo:

"¿Existe una épica proletaria?, ¿tiene derecho de existencia? El desastroso tratamiento que el realismo socialista, el panfletarismo, la demagogia de izquierda, la desinformación propagandística, han hecho de las luchas obreras del siglo XX parece haber cerrado la puerta en el siglo XXI a cualquier aproximación épica a una historia esencialmente proletaria. Para los que lean estas páginas repletas de historias contadas por mineros, metalúrgicos, ferroviarios, oficinistas, albañiles, portuarios, taxistas, limpiabotas, costureras, pescadores, marinos, vidrieros, panaderos, ceramistas, electricistas, periodistas, no quedará duda de la magia que genera una clase obrera organizada, increíblemente compacta, convencida de que se encuentra a las puertas de un mundo diferente y dispuesta al sacrificio personal, al valor hasta extremos de locura para lograrlo".

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Rubén Vega, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo, en un artículo de 2014 titulado Memorias de octubre ahonda en el recuerdo conflictivo y espinoso de la revolución. Vega señala en su texto una paradoja muy significativa acerca nuestra contradictoria relación con la realidad, la ficción y el relato:

"Si las memorias políticas se han mantenido en irreconciliable pugna desde 1934, en el campo de la creación la victoria corresponde sin duda a los partidarios de la revolución. Aunque se puedan encontrar relatos hostiles, centrados en la barbarie de las hordas insurrectas, el terror de la gente de orden y el martirologio de los religiosos, con gran diferencia han preponderado los enfoques basados en la épica revolucionaria y el heroísmo de los insurrectos"

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Javier Bueno, director del diario 'Avance'.

Para el historiador, la memoria del 34 ha transcurrido por tres cauces, tres relatos de los hechos siempre subordinados a una posición política. En primer lugar está la leyenda negra reaccionaria, promovida por las derechas y que partió en un principio con ventaja al clausurarse, tras la derrota de la revolución, la prensa obrera que podría haber transmitido otra perspectiva de los hechos. La redacción en Oviedo del diario Avance, con una tirada que rondaba los 20.000 ejemplares diarios, fue incendiada por los militares al tomar la capital y tanto su director, el madrileño Javier Bueno, como sus trabajadores fueron detenidos y torturados. El periodista catalán Josep Pla, en su crónica del 24 de octubre para el diario La Veu de Catalunya recogida en Tres periodistas en la revolución de Asturias (Libros del Asteroide, 2020, y que incluye también textos de José Díaz y Manuel Chaves Nogales), acusó a Avance de efectuar "una tarea de insensatez y destrucción" y de ser responsable de "la situación moral del país asturiano".

Esta leyenda negra de octubre, que según Vega "condensa todos los miedos y fantasmas del conservadurismo social, político y religioso", sería en cierto modo una corroboración y una continuación de una tendencia literaria, inaugurada por Armando Palacio Valdés con su novela de 1903 La aldea perdida y analizada por Benigno Delmiro en Literatura y minas en la España de los siglos XIX y XX, que presentaba a los mineros como seres bárbaros, violentos y alcoholizados.

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Ejemplos de este relato de la revolución son el guion cinematográfico, nunca filmado, ¿Por qué Oviedo se convirtió en una ciudad mártir? escrito por Gil Nuño de Robledal en 1935, la colección de fotografías Oviedo, ciudad mártir o las rutas turísticas por la capital organizadas por el bando franquista, en plena guerra civil, para mostrarle a los visitantes extranjeros los estragos causados por los brutales mineros, durante la revolución y la guerra, en la muy noble y leal ciudad asturiana.

Una de las postales de la serie 'Oviedo, ciudad mártir'.

Estos relatos inciden en una imagen de gran potencia simbólica y que refrenda esa versión de lo sucedido. La destrucción durante los combates revolucionarios de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, del edificio de la universidad y del teatro Campoamor encarnan la violencia de las hordas mineras, bárbaras y ateas, contra los templos de ese carácter a la vez católico e ilustrado del que hace gala la burguesía ovetense. Aunque desde el comienzo se acusó a los revolucionarios de haber destruido los tres edificios, lo cierto es que solo se les puede achacar la voladura de la Cámara Santa.

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Es una feliz coincidencia que la Fundación Juan Muñiz Zapico, vinculada a Comisiones Obreras, haya recurrido a uno de los formatos empleados por los propagandistas de esta leyenda negra para enmendar su relato: las visitas guiadas. En los últimos años, la fundación ha organizado una serie de rutas por los escenarios de la revolución en Oviedo. Un fragmento de una de esas rutas, filmado en el patio del edificio histórico de la universidad, aparece en Cantares de una revolución, el documental de Ramón Lluis Bande que recorre los escenarios y las canciones de la revolución de octubre con la voz de Nacho Vegas.

El guía explica en esa escena cómo la investigación histórica ha desmontado esa acusación propagandística contra los mineros (y no fue la única: la prensa derechista de Madrid llegó a asegurar que los revolucionarios les habían sacado los ojos a veinte niños en Trubia por ser hijos de guardias civiles). Lo que sucedió en verdad fue que el teatro Campoamor fue incendiado por los militares, y que la universidad fue destruida a causa de una bomba lanzada desde un avión sobre un almacén de explosivos.

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Claustro de la Universidad de Oviedo tras la revolución de octubre de 1934.

Además, puestos a examinar el aprecio o desprecio hacia la cultura mostrado por los revolucionarios y los militares gubernamentales, no se puede eludir el 'bibliocausto' emprendido tras la derrota de la revuelta. El ejército incendió numerosas bibliotecas en centros obreros y locales sindicales de toda Asturias.

La Casa del Pueblo de Oviedo.

Mitologías de la insurrección

De acuerdo con la clasificación de Vega se han consolidado dos mitologías diferenciadas, que en ocasiones se solapan y complementan, aunque difieran en su interpretación y valoración de lo sucedido en octubre.

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Víctor Fuentes, en su libro La marcha al pueblo en las letras españolas, 1917-1936, defiende que "octubre del 34 marca la fecha en que se efectúa el desplazamiento masivo de nuestros intelectuales hacia la causa popular". Manuel Aznar Soler, catedrático de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, matiza que ese desplazamiento "está motivado, mayoritariamente, por razones de índole ética, y que ese inicial humanismo democrático-burgués irá evolucionando hacia una actitud colectiva que podíamos caracterizar como actitud propia del humanismo socialista y que será el fundamento intelectual del Frente Popular de la cultura española".

De ese magma va surgiendo una mitología de la izquierda en torno a la revolución de 1934. Un relato ligado sobre todo a la épica de los mineros y con un fuerte lenguaje de clase, encarnada para Vega en una frase de Belarmino Tomás: "Al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer". Es esta mitología la que ha incurrido con frecuencia, por repetir las palabras de Taibo, en "el realismo socialista, el panfletarismo, la demagogia de izquierda, la desinformación propagandística".

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Tropas norteafricanas entrando en Gijón tras el aplastamiento de la revolución.

Los sucesos del 34, por su potencial simbólico y su determinación revolucionaria, pasaron pronto a figurar en la memoria colectiva proletaria junto a la Comuna de París como un intento fallido, otro más, de tomar el cielo por asalto. Pero ello no invalida la utopía obrera y socialista, la victoria final que llegará sin duda al final de Historia y que tendrá en los mineros asturianos una figura heroica que no habrá que olvidar.

Una retórica bien distinta, aunque con ciertos paralelismos, es la que utiliza esa que Vega califica como mitología asturianista. En este caso el lenguaje de clase queda desplazado por una terminología nacionalista y casi étnica, enlazando con ese grandonismo de un "supuesto carácter asturiano, rebelde e indómito y conecta de esa forma con episodios de resistencia a la dominación externa como las guerras contra los romanos en la Antigüedad, el inicio de la Reconquista frente a la expansión musulmana en la Edad Media o el levantamiento contra la invasión napoleónica en los albores de la Edad Contemporánea".

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Ahí podríamos encuadrar el espíritu de Asturias de Víctor Manuel, y también de su otra canción, Qué sabes tú de Aida, sobre la revolución, en la que canta a "una raza insurrecta que en valles y montañas combatió los dos años de república negra". Esta visión se manifestó ya desde la primera hora en algunas canciones populares, como la de Aida de la Fuente popularizada en la Transición por Nuberu, en la que se dice que la joven revolucionaria "será de los asturianos l'exemplu de la so casta".

Entre esas tres latitudes, todas vinculadas a sensibilidades e intereses políticos muy concretos, ha navegado la memoria de la revolución. Pero pasada la Transición estos relatos empezaron a perder pie y a resultarles insuficientes a las nuevas generaciones de asturianos, muy especialmente a creadores e intelectuales que buscaban otra aproximación al pasado.

Tabú, arte y memoria

'La balada del norte'. — Alfonso Zapico

El historietista e ilustrador Alfonso Zapico (Blimea, 1981), autor de una novela gráfica en tres tomos, La balada del norte, ambientada en la revolución de 1934, tiene una metáfora muy socorrida para explicar lo que sucede en Asturias con la memoria de aquellos días:

"Cuando yo era un guaje y vivía en Blimea, en los años 90, la Revolución de octubre era una cosa muy vaga de la que poca gente hablaba, que no aparecía en los libros de historia y que amueblaba una parte de la memoria colectiva como esos muebles que se heredan de la casa de unos abuelos, cosas que se suponen que tienen mucho valor pero que nadie sabe dónde poner porque encajan muy mal con el resto de la decoración".

Y al final, concluye, "nadie sabe qué hacer muy bien con este mueble y lo dejaremos en el desván, donde no estorbe". Esa misma impresión la comparte el cineasta gijonés Ramón Lluis Bande (1972): "Nunca hubo interés en contanos la nuestra historia a nosotros mesmos, siempre partimos de llectures ayenes y xeneralmente subordinaes a otres realidaes y otros intereses. Esta situación evita que podamos entender bien el nuestru pasáu y, poro, el nuestru presente como pueblu y como clas. La revolución asturiana de 1934, amás, siempre foi una realidá incómoda pa la izquierda asturiana. Los herederos directos d'aquel movimientu nun quixeron saber nada de la so memoria y del so exemplu".

María Antonia Mateos, periodista y doctora en literatura con una tesis sobre el teatro obrero en Asturias entre 1900 y 1937, apunta algunos de los motivos por los que la revolución del 34 ha sido casi un tabú en la región: "Además de por la derrota y la represión, en Asturias se estaba demasiado cerca, dolía demasiado como para hacer cultura. Con acontecimientos tan fuertes y complejos, tan dolorosos y contradictorios, se necesita tiempo o, al menos, distancia".

Tal vez por eso "más allá de la historia real o el significado objetivo del 34, es el mito, en ocasiones muy simplificado, lo que está a veces presente y muchas veces latente en el imaginario colectivo. Esa idea de la Asturias revolucionaria y dinamitera, irredenta, visceral... está viva y es un lugar común intocable que apela a una especie de rebeldía congénita y heroísmo épico. Como todo lo intocable, es nuestra fuerza y a la vez, seguramente, nuestra debilidad".

También Zapico cree que "había mucha épica en la memoria del octubre asturiano, mucha dinamita, cuarteles sometidos, capitales devastadas, las siglas de Uníos, hermanos proletarios. Pero poca gente se tomaba la molestia de explicarte el porqué de todo aquello". Para Bande este desconocimiento conlleva una memoria "anecdótica, folklorizada, desactivada... Nun ocupa'l llugar referencial central que tendía d'ocupar pa la izquierda. Nun utilizamos el so potente capital simbólicu nin les sos enseñances pa ser quien a orientanos nel presente políticu".

Bande piensa que el arte "tendría de ser un espaciu de reflexón, de búsqueda de significaos, que nos ayude a entender meyor aquel pasáu como pasu imprescindible pa poder orientanos meyor nel presente. L'arte nun ye un espaciu de revancha –nun ye esa la so función, nin tien esa capacidá–, pue, eso sí, xenerar significaos nuevos, restituyir relatos, reivindicar nomes propios… proponer la construcción d'una memoria que tenga la capacidá d'activase en contactu col presente: ser la chispa que da anuncia del incendiu".

Portada del libro 'Révolte dans les Asturies'.

María Antonia Mateos también piensa que ya es tarde para cualquier revancha: "En la Historia la derrota es inamovible, cerrada; terminó, no hay caso. Por eso el arte es imprescindible, nos permite volver a repasar, hacer memoria, ampliar la realidad a lo ancho, en lo profundo; traer de nuevo a la vida, parar un instante, ver la belleza, volver a contarlo".

Zapico destaca que entre "un goteo de testimonios, algunos muy partidistas, hay otros más sinceros. Dos ejemplos de primera categoría: la obra de teatro Révolte dans les Asturies, un texto de varios autores en el que participó Albert Camus desde Argel en 1935, y la reciente edición de Tres periodistas en la Revolución de Asturias que reúne las crónicas de Chaves Nogales, Pla y José Díaz Fernández, tres voces con diferente tono que buscan, sobre todo, comprender y transmitir. No es un ajuste de cuentas de los derrotados, pero sí es un ejercicio de empatía que beneficia a todos".

Para el novelista, politólogo y editor Nicolás Bardio (Oviedo, 1987), "la revolución está un poco huérfana. Es el acontecimiento más importante de los últimos cien años en Asturias y sus protagonistas están desaparecidos de los nombres de las calles y de las plazas. Sorprende que los grandes partidos y organizaciones miren para otro lado y le den la espalda a la revolución. Y no se trata de ganar o no, sino del recuerdo. Más allá de las personas muy politizadas, hay un gran desconocimiento histórico".

Bardio echa de menos, por ejemplo, "una gran película mainstream para que todos los asturianos conozcan lo que pasó. Y con las novelas pasa lo mismo: hay varias pero no son conocidas, no son populares". Piensa el escritor que, en parte, se debe a que "la revolución del 34 está muy tomada por la Historia y por los historiadores, y da un poco de miedo hacer algo novelístico. Es meterse en un bardial, y a ver quién es el escritor o cineasta que lo hace".

María Antonia Mateos confía en que llegarán nuevas creaciones sobre octubre del 34, "y con más libertad también para entrar en las complejidades y contradicciones de la historia y las historias de esos días. También en los últimos años se han recuperado muchas memorias de personas que vivieron esos años. Hay testimonios que enriquecen las visiones simplistas, es algo inagotable y necesitado de miradas nuevas".

Álbum de recuerdos de una revolución

Para revisar las creaciones artísticas y culturales inspiradas en la revolución del 34 debemos volver a lo que estábamos haciendo al empezar este artículo: cantar. La música ha sido la rama de las artes que más ha tratado la revolución del 34, seguida tal vez de la poesía. Las canciones fueron haciéndose al mismo tiempo que la revolución, reflejando la esperanza y posterior derrota de la insurrección, y transmitiéndose y evolucionando luego con el pasar de las décadas. Semanas después de que la revolución terminase, una mujer se encontró un papel arrojado desde una ventana de la cárcel de Oviedo en la que un preso había escrito la letra de una canción: "Esta mañana junto a mi celda, un pajarillo vino a cantar, era la pobre, ay, de mi madre que a su hijo amado venía a llorar".

María Antonia Mateos recuerda que "la creación de romances casi al calor de los hechos, fáciles de memorizar y ampliar se da siempre en las clases populares. La inmediatez, facilidad y universalidad de la comunicación musical son indudables". Tanto es así que Ramón Lluis Bande fue hilando su película sobre la revolución a partir de "los cantares populares nacíos na propia revolución, munchos d'ellos escritos polos propios revolucionarios y que van contando la revolución en marcha". De hecho, confiesa que no podría haber grabado su película de no haber sido por el disco El son nos cantares na revolución d0ochobre de 1934, publicado en 1996 por el grupo cultural candasino Xana a partir de testimonios orales.

De esa recopilación forman parte canciones como Asturias, tierra bravía, que es una reinterpretación del himno asturiano en clave revolucionaria: "Asturies, tierra bravía, Asturies de luchadores. No hay otra como mi Asturies para las revoluciones". También la citada canción compuesta en la cárcel de Oviedo o Dónde vas morena, que fue versionada más tarde por el chileno Rolando Alarcón e incluso por un coro esloveno. Se trata de canciones militantes, que se hicieron muy populares en la época, y que consisten en melodías ya conocidas a las que se les pone una nueva letra para contar las hazañas de los revolucionarios y las penalidades de la represión.

Rubén Vega sostiene que "la música ha desempeñado un papel primordial en la gestación y perpetuación del mito revolucionario. En este terreno no existe, además, réplica alguna: toda la creación musical existente está al servicio de la épica y toma claro partido por los obreros". Es de hecho con una canción, recogida también en el disco de Xana, como nace uno de los mitos más persistentes y trágicos de la revolución: el de la joven comunista Aida de la Fuente y su asesinato en Oviedo a manos de unos legionarios. La composición fue popularizada por la versión de Nuberu, en 1978, y también Víctor Manuel publicó por aquellos años una canción, Qué sabes tú de Aída, contando la historia de la revolucionaria. En 2018, Nacho Vegas le dio un nuevo aliento al mito incluyendo en su disco Violética una canción llamada Aida, grabada junto al coro antifascista gijonés Al Altu la Lleva.

Y es que no fue hasta después del franquismo cuando los músicos volvieron a componer sobre el 34 y a renovar el cancionero de la revolución. Durante la Transición Nuberu publicó Dios te llibre de Castiella, cuya letra ilustra a la perfección el relato de la revolución sostenido por la mitología asturianista de la que hablamos más arriba. La letra es una celebración del carácter heroico de los asturianos, ejemplificado en la resistencia a la invasión romana, la batalla de Covadonga, la sublevación contra la Corona de Castilla y la propia revolución del 34.

En las últimas dos décadas, las canciones dedicadas a la revolución de octubre, en su mayoría escritas en asturiano, son sobre todo de punk y hardcore, algo de folk y alguna de rap, aunque en 2018 vio la luz una canción sobre el 34 que rompe este registro. Se trata de Discursu de Belarmino Tomás énte los soldaos mentes camina sobre les agües del ríu Nalón, del músico y poeta ovetense Xaime Martínez, y que forma parte del disco Ósculos d'agua nel Imperiu Asturianu.

Además, han compuesto canciones sobre los sucesos de octubre Xéliba (El 34), Gomeru (Dos sieglos de llucha), Desakato (N'Alcordanza), Oi!'n Ast (Ochobre 34), Intolerance (Octubre 1934), Taranus (Poema d'ochobre 34) o Cuco de Gucho (Ochobre'l 34). La banda de folk Skanda publicó en 2004, en el setenta aniversario de la revolución, un disco llamado Sangre d'Ochobre. El álbum contiene una canción con el mismo nombre y otra titulada Coyones y dinamita, un guiño a un titular del diario Avance en los días previos a la revolución.

En lo que se refiere a la literatura, Aznar Soler sostiene que "tanto la revolución asturiana como, sobre todo, su posterior y brutal represión, provocaron agudas crisis de conciencia en la mayoría de escritores y artistas españoles, que experimentaron entonces una intensa agudización de su sensibilidad social". Esta se manifestó, al menos en un principio, sobre todo en forma de versos, siendo "asombrosa la torrencial avalancha poética que desencadena esa epopeya revolucionaria".

La periodista argentina María Luisa Carnelli dibujada por Alfonso Zapico.

Escritos en el mismo 1934 se pueden citar dos poemas de Rafael Alberti: El alerta del minero y Libertaria Lafuente. El poeta gaditano publicaría en 1938 el poemario El burro explosivo, inspirado en una anécdota de los combates revolucionarios. El argentino Raúl González Tuñón tituló uno de sus poemarios como La rosa blindada. Homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionario, y hay al menos otros dos libros directamente inspirados en la revolución. Se trata de Llanto de octubre, de Emilio Prados; y Voz de la tierra (Poema en rebelión), de Pascual Pla y Beltrán.

También en la narrativa hay una larga lista de obras más o menos ambientadas en la revolución de 1934, o que al menos la tienen como telón de fondo de la trama. Entre las crónicas de testigos de la revolución hay que citar en primer lugar Pequeños anales de quince días. La revolución en Asturias (Octubre 1934), escrita por el folklorista asturiano Aurelio de Llano. En 2010 la editorial Cambalache publicó Incendiarios de ídolos, una crónica de la revolución escrita por el periodista belga Mathieu Corman. La editorial Asteroide recopiló en un volumen, con gran acierto y éxito de crítica, los reportajes sobre la insurrección de Josep Pla, Manuel Chaves Nogales y José Díaz en el ya citado Tres periodistas en la revolución de Asturias. Mucho menos conocida es el libro de crónicas, sin reeditar desde 1936, cuya autora es la periodista argentina María Luisa Carnelli: UHP: Mineros de Asturias.

Las escritoras Ana Vanessa Gutiérrez y Beatriz R. Viado publicaron en 2009 El país del silenciu, un ensayo documental que recoge testimonios de mujeres asturianas durante la revolución y la guerra civil. Ramón Lluis Bande es escritor además de cineasta, y a la vez que Cantares de una revolución publicó Cuaderno de la revolución, un guion expandido de la película-documental. 

Dentro de lo estrictamente novelístico una de las primeras obras fue El valle negro, de Alfonso Camín, así como el cuento Liberación de Octubre, de María Teresa León. En los años 80, tras el apagón franquista, Jesús Fernández Santos escribe Los jinetes del alba, que cuenta cómo Martín, un pastor del valle de Las Caldas, se une a los anarquistas al estallar la revolución.

También en 1984 publicó el mierense Víctor Alperi la novela Flores para los muertos. El italiano Bruno Arpaia escribió en 1999 Tiempo perdido, en la que Laureano Mahojo, exiliado en México, rememora su infancia en el Gijón revolucionario. Los sucesos revolucionarios aparecen de forma más o menos directa en varias obras de Fulgencio Arguelles, como son El palacio azul de los ingenieros belga y No encuentro mi cara en el espejo.

Por otros derroteros transcurre La última fosa, del escritor, doctor en Filosofía y comisario-jefe de la Policía Local de Gijón Alejandro M. Gallo, en la que aborda la revolución del 34 recurriendo al género negro: El descubrimiento en una fosa común del cuerpo de una muchacha de dieciséis años desaparecida durante la revolución lleva a sus descendientes a solicitar a un inspector que investigue el asesinato ocurrido setenta años más tarde.

El juego de rol 'Depués d’Ochobre'.

Nicolás Bardio ganó en 2019 el Premio Asturias Joven de Narrativa con La colomina 36, una "novela de espías y frustración laboral" ambientada, al igual que su juego de rol Después d'Ochobre, en una Asturias soviética en la que triunfado la revolución del 34.

En las artes escénicas la cosecha no es abundante, pero sí muy significativa. La única obra teatral inspirada en la revolución de 1934 es Revolté dans les Asturies (Rebelión en Asturias), escrita en Argelia por un Albert Camus de 22 años junto a otros compañeros. No fue hasta octubre de 2014, con motivo del 80 aniversario de la revolución, que se representó la obra en Asturias. Hubo funciones en Trubia, El Entrego y Candás a cargo del grupo francés TRAC (Théâtre Rural d'Animation Culturelle) y por iniciativa del Ateneo Libertario de Oviedo.

Tal y como desarrolla María Antonia Mateos en su tesis, el teatro fue una actividad básica de la sociabilidad obrera asturiana en los años anteriores a la revolución. En las obras representadas entonces, cuenta Mateos, "el mensaje se hizo cada vez más radical. Ya a finales de 1933 llega a Asturias la Compañía de Teatro Proletario de César e Irene Falcón, que recorre Asturias con obras de mensaje abiertamente revolucionario, obras que compañías más modestas copiarán y llevarán también a escena en los meses siguientes obras como La peste fascista".

Explica que había "un caldo cultural que se iba radicalizando", y que "esa actividad teatral quedó cortada con los sucesos de octubre y la posterior represión. Pero es significativo que, por ejemplo, el cuadro de la Juventud Socialista de Carbayín en Siero, retomara su actividad en los días previos al golpe militar de 1936 poniendo en escena una obra, ¡Arriba los pobres del mundo! de Jacinto Sánchez, que en su momento de estreno en 1934 en Andalucía fue prohibida porque las autoridades consideraban que llamaba abiertamente a la revolución".

En cuanto al cine, hemos hablado ya de Ramón Lluis Bande, director de Cantares de una revolución, en la que cuenta que trató de "resignificar munchos de los espacios físicos importantes na revolución. Paecíame el meyor dispositivu cinematográficu pa invocar (y reivindicar) la revolución dende'l presente. Pa facer esa gran película de la revolución dende'l rigor cinematográficu, el compromisu cola memoria de los revolucionarios y la mirada ética". Además, Bande filmó en 2004 De la Fuente, un documental de 35 minutos sobre la vida de la mítica figura revolucionaria con testimonios de su hermana Pilar y de otros familiares.

Bande, a diferencia de Bardio, no echa en falta un gran largometraje mainstream sobre la revolución: "La ficción industrial nun podría facer otra cosa que caricaturizar la revolución, devaluándola, despolitizándola y tresformándola nun espectáculu de consumu pasivu. El cine tien munchu potencial pa reconstruyir y interpretar la revolución, pero les ferramientes más apropiaes, dende la mio perspectiva, son les de los diferentes llinguaxes de la non ficción. Nun hai que reconstruyir la historia, hai qu'invocala en presente. Ponela en relación cola nuestra vida".

Precisamente con ese lenguaje de la no ficción es como Sergio Montero (San Martín del Rey Aurelio, 1978) se aproxima a la revolución en Los labios apretados. Este documental cuenta la historia de un joven asturiano que va reconstruyendo, entre Argentina y Asturias, los sucesos de la comuna asturiana.

A esto hay que sumarla la serie de televisión Los jinetes del Alba, adaptación de la novela homónima de Jesús Fernández Santos, emitida en Televisión Española en 1991 y dirigida por Vicente Aranda.

Debido a la fugacidad de la revolución, que se extinguió al cabo de 15 días, los rebeldes no tuvieron tiempo de crear y publicar cartelería propia, aunque sí se imprimieron infinidad de panfletos. Es en los años siguientes a la revolución cuando empiezan a aparecer carteles inspirados en la revolución. En 1937, cuando Asturias cae en manos del bando franquista, se imprime en Valencia un cartel propagandístico que ha pervivido como el gran icono de la revolución del 34.

Un cartel propagandístico de la revolución del 34.

Su autor es Jaime Tomás García, y en esta escena del minero a punto de lanzar un cartucho de dinamita se condensa buena parte de la mitología revolucionaria. La imagen se ha reproducido luego infinidad de veces en carteles, pegatinas, camisetas e ilustraciones de libros. Francisco Crabiffosse Cuesta en su libro El cartel en Asturias, define este cartel como "el emblema por excelencia de una izquierda que mitificará estas jornadas hacia el final de la Guerra Civil". Entre las reproducciones, y reinterpretaciones, del famoso cartel del minero hay una muy reciente. Una camiseta de la marca de ropa asturiana RingoRango en la que aparece el mítico dinamitero, pero de su cartucho no sale una mecha sino una franja arcoíris.

También al calor de los hechos, y con evidente intención propagandística, se publicó la colección de fotografías Oviedo, ciudad mártir. Con ella, los enemigos de la revolución querían mostrar la barbarie de los revolucionarios y la destrucción que provocaron en la recoleta capital asturiana.

En marzo de este mismo año el artista gijonés Avelino Sala (Gijón, 1972) estrenó una instalación en el Centro de Cultura Antiguo Instituto que recupera la memoria del 34 mediante materiales gráficos, plásticos y audiovisuales. En una entrevista a La Voz de Asturias, Sala explicaba así su propuesta artística:

"Hay varias series de trabajo. Por un lado las fotos de Constantino Suárez las pasamos a impresiones sobre plumas, de alguna manera con esa idea de volatilidad y de algo que se lleva el viento. En la punta les hemos puesto una plumilla de escribir, de las de tinta. Ahí hay un juego de recuperación y reescritura de las historias que hay en cada una. Hay otra serie de piezas que son unos libros en los que aparece la palabra memoria, que se va borrando y difuminando en un degradado de color rojo. También hay un testimonio de mi tía ya fallecida. Era la que sabía la historia de mi abuelo, porque de pequeña había memorizado la carta que le mandó la CNT cuando falleció y la mantuvo en la cabeza como si fuera una niña. Entonces hicimos el vídeo con ella contando la historia y narrando la carta, algo que nos costó muchos años, porque ella no quería. Después hay un neón rojo con el 1934 que da una estructura a la sala e hicimos una barricada con muebles del Antiguo Instituto, justo en la puerta, con ese juego casi simbólico de la barricada desde la cultura. Asimismo hay una pieza de videoarte colaborativa con una grabación de la obra de teatro de Camus y dos posters que hice recordando aquella cartelería de la época de la Guerra Civil. Un recuerdo a aquellas imágenes que funcionaban de manera propagandística y pertenecen a la iconografía de aquellos tiempos".

En la novela gráfica destaca el blimeano Alfonso Zapico con su trilogía La balada del norte, en la que narra la revolución del 34 a través del periodista Tristán Valdivia. Los catalanes Javier Cosnava y Rubén del Rincón son los autores de una singularísima obra, Las Damas de la Peste, que se desarrolla en parte durante la revolución de octubre. Más atrevido es el cómic 1934, del mierense Adrián Gutiérez, en el que incorpora superhéroes a la revolución.

'Las Damas de la Peste'.

Más allá de estos géneros más tradicionales o canónicos, los sucesos del 34 se han manifestado por otras vías. Nicolás Bardio, autor de la citada novela La colomina 36, es también el creador, junto con Xon Delacampa, de Después d Ochobre, el primer juego de rol en asturiano. Se trata de un juego narrativo ambientado en una hipotética RSSA (República Socialista Soviética d'Asturies), un estado que se independizó de España tras la revolución de 1934 y que forma parte de la URSS como una República Socialista Soviética más.

El habla popular y cotidiana, esa inmensa obra de arte que no tiene autor, dio lugar a creaciones que son también un testimonio de la memoria. Tras la derrota de la revolución, apareció un chascarrillo acerca de un menú inspirado en lo sucedido en octubre: "Huevos a la asturiana, lengua a la madrileña y gallina a la catalana".

La revolución del 34 y sus usos

Los sucesos del 34 han sido en las últimas décadas, y en paralelo, un motivo de controversia política y una fuente de símbolos, iconos y mártires: y seguramente lo uno se deba a lo otro, o lo otro a lo uno.

En el primer caso, la revolución ha sido utilizada por las derechas, tanto en boca de representantes políticos como de intelectuales afines, para culpar a la izquierda del estallido de la guerra civil. En los últimos años, a raíz de los debates suscitados por la recuperación de la memoria histórica, esa afirmación se ha incorporado al argumentario de la derecha para cuestionar las políticas memorialistas. Y lo cierto es que a la izquierda le incomoda y desconcierta la revolución, al tratarse en puridad de un levantamiento contra el gobierno republicano. Además, debido a su carácter armado, no es de esperar que los atildados asesores de los grandes partidos recomienden agitar esa bandera.

El combustible de esas controversias han sido con frecuencia los símbolos alumbrados durante aquellas semanas de octubre, que de forma más o menos consciente han ido impregnando el imaginario popular asturiano. "La figura del héroe en Asturias, si tuviéramos que poner una alegoría, es un minero con un cartucho de dinamita. De la misma manera que los americanos tienen a Rambo y otros a los descubridores o a los soldados del desembarco de Normandía. Aquí la imagen es la de un minero artificiero", defiende Bardio.

Además del aguerrido minero empuñando un cartucho de dinamita, la iconografía del 34 se completa con un martirologio propio. El bando revolucionario lo ha encarnado en Aida de la Fuente, cuya figura ha sido recordada y homenajeada en canciones, poemas y documentales. María Antonia Mateos destaca que, además de Aida, otras "mujeres aparecen en el momento en el que la revolución termina: son las viudas de la revolución, las madres, esposas e hijas de los represaliados que hacen cola en las cárceles. Las mujeres dolientes y a la vez combativas que hicieron luego campaña a favor del Frente Popular en 1936 y pasaron a carteles y a la iconografía posterior, tan divulgada y conocida".

La Iglesia y el conservadurismo, además de las imágenes del Oviedo devastado, rememoran a los mártires de Turón como máximo exponente de la violencia revolucionaria. Estos nueve religiosos fusilados por los revolucionarios fueron beatificados en 1990 y canonizados en 1999, pasando al santoral católico con festividad el 9 de octubre, fecha de su muerte. Tanto Aida de la Fuente como los mártires de Turón, señala Vega, "siguen actuando hasta el presente como principales ejes de relatos y conmemoraciones antagónicas".

Los principales ejes de relato, sí, pero en ningún caso los únicos. "Quedan muchas obras por hacer del 34", cree Alfonso Zapico, "y, sobre todo, realizadas por autores libres de prejuicios y de tabús, lo que convierte este terreno en algo mucho más interesante, más fértil y más proclive a generar materia literaria, audiovisual, artística...". Porque el arte ha de recuperar la memoria, pero también puede ir más allá: "La historia en su conjunto es un terreno abonado, del que pueden brotar obras inspiradoras y que nos expliquen a nosotros mismos, que nos permitan empatizar con el otro y que nos ayuden a comprender el mundo. Este fragmento de historia nos pertenecía y lo abandonamos, iba siendo hora de recuperarlo".

Memorias culturales de la industria es un archivo del proyecto de investigación Cambio sociocultural, memoria, patrimonio e identidades en contextos de desindustrialización de la Universidad de Oviedo. Aborda el estado del patrimonio ligado al trabajo industrial en Asturias y recaba rasgos identitarios de comunidades basadas en el trabajo industrial. En su producción han colaborado la Fundació Cipriano García y Nortes.

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