Cargando...

“¿Un negro zapatero?, no puede ser”

Suspenso en integración

Publicidad

Tida y Aminata Coly, Impulsoras del primer festival africano de El Escorial, Colores del Mundo. MARÍA JOSÉ CARMONA/MARTA SAIZ

Actualizado:

MADRID.- Benito, natural de Arévalo, nunca pisó África. Probablemente tampoco conoció nunca a un africano y ni siquiera sabría ubicar dónde está Senegal. Pero el mundo ha cambiado mucho desde entonces. Hoy este zapatero de vocación se sorprendería al saber que su oficio sigue vivo gracias un chico nacido en una aldea llamada Ndiomedy, a unos 4 mil kilómetros de Ávila.

Publicidad

Según el ultimo Eurobarómetro de mayo de 2016, la mitad de los españoles percibe la inmigración como algo positivo, muy por encima de la media europea donde el porcentaje solo llega al 34%. Ni siquiera el bombardeo mediático a raíz de la crisis de refugiados sirios ha alterado esta visión. Como revela la encuesta del CIS publicada en julio, la inmigración hoy apenas preocupa al 2,9% de la población. España -más bien sus ciudadanos- conserva su actitud receptiva ante el que viene de fuera. Eso sí, todavía seguimos arrastrando viejos tópicos que nos alejan. “Cuando vine a vivir a San Lorenzo de El Escorial me decían 'qué suerte tienes de estar aquí, por lo menos puedes comer'. Escuchar eso me provocaba tristeza y rabia. Es cierto que en África hay pobreza, pero no es un continente pobre”.

Click to enlarge
A fallback.

Amath Ba en el Taller del Zapatero, en Gijón. MARÍA JOSÉ CARMONA/MARTA SAIZ

Habla Tida Coly, senegalesa afincada en la provincia de Madrid desde el año 2001. Su historia tiene poco que ver con la imagen que suele asociarse a la migración africana. Ella vino a España porque su marido, un maestro español, no encontraba trabajo en Senegal. Tida dejó su empleo en el sector turístico para acompañarle y, una vez aquí, “me di cuenta de que mi entorno desconocía mi país y mi continente, me hacían preguntas demasiado obvias. Al poco tiempo entendí que les faltaba información”.

Suspenso en integración

España es el país donde más ha crecido la población migrante desde principios de los 90. Hoy, un 15% de nuestros vecinos han nacido fuera. Aún así, como explica la investigadora del Real Instituto Elcano Carmen González Enríquez, nuestro país “se ha librado hasta ahora de esa tendencia que afecta a toda Europa, la extensión de los partidos xenófobos y su éxito electoral”. ¿Esto quiere decir que España aprueba en integración? Relativamente. Basta con ojear el Índice de Políticas de Integración de Inmigrantes de la Comisión Europea. En él se miden 167 indicadores de integración en 32 países del mundo. Nosotros estamos en el puesto 11, empatados con Holanda y un punto por debajo de EEUU. Según este índice aprobamos en aspectos como la reunificación familiar, la concesión de permisos de residencia permanente o el igual acceso al mercado laboral. Sin embargo, la Comisión Europea también nos suspende, y mucho.

Publicidad

“Nuestro país se ha librado hasta ahora de esa tendencia que afecta a toda Europa, la extensión de los partidos xenófobos y su éxito electoral”.

Por otro lado, también han desaparecido muchos espacios de convivencia. En el caso de Madrid, hoy solo quedan 8 de los 17 Centros de Integración y Participación (CEPI) que se crearon hace diez años. Uno de los que han cerrado sus puertas, asfixiado por la falta de recursos, es el Centro Hispano-Africano. “Hacíamos actividades de cocina conjunta entre españoles y africanos, clases de percusión y danza, talleres de formación y empleo. Incluso organizamos un espectáculo fusión de flamenco y música africana”, cuenta Roméo Gbaguidi, exdirector del centro. Para este mediador intercultural, natural de Benin, “la integración la tiene que facilitar el propio país. No solo depende del inmigrante. Es un camino de ida y vuelta. El problema es que se considera un tema menor”.

Publicidad

475 delitos de odio por racismo

La mayoría no llega al papel, el 80% de las víctimas nunca lo denuncia. Aún así los pocos datos que existen son representativos. Solo en 2015 la Secretaria de Estado de Seguridad registró 475 delitos de odio por racismo o xenofobia (un 24% más que el año anterior). Durante ese mismo año, la ong SOS Racismo recibió otras 330 denuncias, entre ellas 63 por conflictos y agresiones racistas. La Comisión Europea lo reconoce, España no está haciendo lo suficiente por prevenir y sancionar la discriminación. Es más, a veces estas conductas provienen de las mismas instituciones públicas, como las redadas racistas. Se trata de controles policiales de identidad dirigidos específicamente a personas negras con el objeto de “cazar a sin papeles”. Estas identificaciones por perfil étnico están prohibidas en la Ley de Seguridad Ciudadana pero, como denuncian colectivos de apoyo a inmigrantes, siguen existiendo.

Joe Psalmist tocando en el Parque de la Ciutadella, en Barcelona. M. S

“Si no saben quién eres, si no te conocen, la sociedad actúa en base a la historia de África que le cuentan en los medios y en Occidente esa historia es muy negativa”, lamenta Joe Psalmist. Este músico nigeriano es el fundador del primer coro de Gospel de Barcelona, formado íntegramente por personas procedentes de las diferentes iglesias africanas de Cataluña. “En nuestros conciertos intentamos trasmitir un mensaje de paz y libertad. Es muy positivo cuando la energía llega a personas que no están familiarizadas ni con la lengua, ni con la religión”. El músico también da charlas en colegios de Barcelona y Lleida para desmontar falsos mitos entre las nuevas generaciones. “Decidles a vuestros padres que la imagen que tienen de África no es la correcta, que somos muchos países diferentes, con distintas lenguas y culturas; que vivimos en casas como tú, que tenemos educación como tú”, cuenta Psalmist en sus clases.

Publicidad

La segunda generación

Son el mejor termómetro para medir la integración. Ellos nacieron y crecieron aquí. En principio no tendrían por qué sufrir algunas de las dificultades con las que se toparon sus padres, pero a veces ocurre. Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicado en 2013, el desempleo juvenil en la UE es un 50% mayor entre hijos de inmigrantes que entre los nacionales. En España el porcentaje es el 48%. Aun así Maguette Dieng asegura que lo ha tenido más fácil que su padre porque “en la época actual la interculturalidad se ve como algo más normal y positivo”. En sus genes se mezclan reminiscencias de Dakar y Zamora y el resultado de esa fusión se expresa en sus creaciones. Maguette es diseñadora y acaba de lanzar en Barcelona su propia marca de moda, Ataya. Sudaderas y camisetas salpicadas de retales con los estampados y colores vivos que identifican al país de su familia más lejana. “Siento que represento dos mundos y culturas distintas que conviven dentro de mí. Dos culturas que viven entre sí y que no tienen por qué chocar”.

Alejandra Salmerón Ntutumu y Lydia Mba, promotoras de los Afrocuentos. MARÍA JOSÉ CARMONA/MARTA SAIZ

En el futuro está la esperanza, en esos patios de recreo donde se mezclan todos los acentos. “Hay que empezar por los niños, ellos no son intolerantes, ni racistas. Hay que acercarlos a la diversidad cultural para enriquecerlos”, defiende Alejandra Salmerón Ntutumu. Esta murciana con raíces en Guinea Ecuatorial está dispuesta a romper estereotipos y visibilizar a la comunidad afrodescendiente, que hoy forman unos 700.000 españoles. Alejandra pretende hacerlo a través del mundo editorial, donde apenas el 10% de las publicaciones infantiles que se editan son culturalmente diversas. Basta con hacer un repaso mental por los clásicos. Caperucita, Blancanieves, la Cenicienta. No, en ninguno hay un personaje negro.

Publicidad