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Navidad Si hay tercera ola, la culpa es tuya: la responsabilidad personal frente al lavado de manos de las Administraciones
¿Cómo deben actuar los ciudadanos esta Navidad tras las medidas del Gobierno y las Autonomías? Diversos expertos reflexionan sobre la responsabilidad individual, social y gubernamental para evitar los contagios por coronavirus.
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madrid, Actualizado:
Daniel compró hace tiempo los billetes para visitar a su familia el 23 de diciembre, pero se está planteando cancelarlos. "Aun tomando muchas precauciones, existe el riesgo". Sus padres son mayores y ha pensado que bajarse al sur con su mujer y su hija podría ponerlos en peligro. "Mejor no arriesgar ahora que la solución parece estar cerca", explica. Contaba con dos semanas de vacaciones, aunque tendrá que pasarlas en Madrid o guardar los días libres para más adelante. ¿Su actitud es una excepción? ¿Atajar el coronavirus depende de cada uno de nosotros o, lo que es lo mismo, de todos? ¿Está actuando correctamente el Gobierno o dejando la responsabilidad en manos de la ciudadanía?
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"La consigna de las Administraciones es que todos debemos portarnos bien para frenar la epidemia, de modo que están poniendo demasiado peso en la responsabilidad individual", afirma Àngel Puyol, catedrático de Ética de la Universitat Autònoma de Barcelona, quien plantea que la estrategia institucional es errónea o, cuanto menos, curiosa, pues no todos los ciudadanos disponen de los mismos recursos para afrontar la pandemia. "Vivimos de formas desiguales, por lo que no todos podemos ser responsables de la misma manera. Exigir la misma responsabilidad a individuos diversos es injusto o poco equitativo, de la misma forma que durante estos meses hubo quien podía permanecer en casa y quien necesitaba salir para ir a trabajar".
Por ello, cree que falla la responsabilidad institucional a la hora de evitar las desigualdades sociales. Pone como ejemplo una familia con posibles que se somete a una PCR antes de cenar en Nochebuena o en Nochevieja. Sin embargo, ¿qué sucederá con quienes no puedan pagarse la prueba? ¿Acaso dejarán de reunirse? "Cuando se pide responsabilidad individual y no se ejerce la responsabilidad institucional se está tratando de manera injusta a los ciudadanos. La primera es necesaria, pero ¿qué sucede cuando las instituciones no ponen de su parte? ¿Con qué legitimidad pueden apelar a la responsabilidad individual?", se pregunta Puyol, quien denuncia que el individuo no sabe a qué atenerse ante el "fracaso" motivado por la "descoordinación" entre las Administraciones.
El Estado, a su juicio, se estaría lavando las manos. "En una sociedad democrática, los Gobiernos quieren caer simpáticos, por lo que no impiden las reuniones por Navidad pese al criterio de los epidemiólogos", añade el experto en Filosofía Moral y Política, convencido de que las Administraciones deberían ser claras y no mentir: "Si la gente se reúne durante estas fiestas, habrá una tercera ola. Pero ninguna quiere ser la primera en decirlo, sobre todo donde hay Gobiernos de coalición", añade Àngel Puyol, quien contrapone "la insistencia en cargar el peso en la responsabilidad individual" con las "lagunas" en la responsabilidad de las instituciones, desde la falta de rastreadores hasta la desaparición de agencias de salud pública. "Están pidiendo demasiado a los ciudadanos. Por una parte, no está mal, porque la mascarilla no te la puede poner la policía. Por otra, resulta insuficiente, por lo que habría que compensar a las personas más expuestas, cuyo riesgo es mayor y que, sin embargo, no cuentan con recursos", cree el catedrático de Ética de la Universitat Autònoma de Barcelona.
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Juan José Ruiz Blázquez abunda en la tesis: "Uno no tiene la misma idea acerca de las causas del virus, ni de sus efectos en la sociedad y en su propia la salud, si tiene un alto poder adquisitivo y vive en un barrio rico que si está desempleado y habita en una zona humilde". Por ello, el doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid entiende que la forma de hacer frente al coronavirus no es un mecanismo individual, sino que se establece en función del grupo al que pertenecemos. Es decir, uno no es responsable de manera personal, sino dentro de un colectivo, que puede ser el estudiantil, el laboral o el familiar. "En cambio, las reflexiones cada vez son más individuales, sin tener como marco de referencia lo social. Y, al mismo tiempo, instituciones como la empresa, la universidad o la Iglesia —que antes nos transmitían experiencias y pautas— cada vez están más deterioradas, por lo que asumimos nuestros pensamientos en soledad, sin poder contrastarlos ni evaluarlos con los demás".
El sociólogo plantea que vivimos en un mundo donde la tradición heredada no tiene cabida, porque es una sociedad acelerada, que ha sufrido cambios y está regida por un modelo neoliberal de consumo en el que se busca la satisfacción inmediata, sin capacidad de reflexión individual. "Los mimbres para pensar te los proporcionan tus redes", añade Ruiz Blázquez, quien insiste en que estas se han ido resquebrajando y que los medios, como "institución clave para orientar nuestras conductas", también han apelado a la responsabilidad individual. "Es decir, a un sentido común que tiene mucho que ver con las propuestas ideológicas que representan sus empresas, pero no nos han informado acerca de la realidad del coronavirus. Ha faltado una pedagogía social por parte de los medios, que hablan siempre de lo mismo, y por parte de los políticos".
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Si la sociedad —o esas redes que antes proporcionaban los mimbres para la reflexión— no existiese y el peso de sus acciones recayese sobre cada individuo, ¿la culpa de una tercera ola del coronavirus no sería de las Administraciones sino nuestra o, mejor dicho, tuya o mía? "Se ha afrontado la crisis exclusivamente interpelando al individuo, porque lo más fácil y cómodo para las instituciones es cargarle el muerto a él. El poder político ha hecho una dejación de funciones por una falta de conocimiento de la realidad, de sus ciudadanos y de la estructura social del país. Sus campañas son chuscas y burdas, porque no apelan a la realidad concreta en el que el ciudadano se desenvuelve y vive su vida, que a su vez es muy distinta en función de cada grupo. Nos han intentado convencer de que todos somos iguales ante la pandemia, cuando no es así", critica Ruiz Blázquez, quien achaca a la clase política ese desconocimiento porque "no está profesionalizada", carece de "armas intelectuales para abordar la cuestión" y toma sus decisiones "atomizando al individuo".
Su crítica abarca todo el espectro político: dirigentes, según el doctor en Sociología por la Universidad Complutense, que no comprenden lo que ha sucedido e incapaces de gestionar asuntos complejos. "Incluso la izquierda ha hecho más hincapié en la responsabilidad individual, desideologizándose y pareciéndose cada vez más al contrario. Así, ha ido a rebufo de planteamientos atomicistas y ha disuelto la sociedad porque no ha querido comprenderla. La clase política, empeñada en matar moscas a cañonazos, ha patinado", subraya Ruiz Blázquez, partidario de que el criterio sea sanitario e igual en todas las regiones. "En cambio, la confusión es tremenda, porque no hay normas únicas. Debería haber un punto de encuentro, pero no lo alcanzan porque para ello serían necesarios unas administraciones públicas y unos políticos formados. En realidad, estamos desfasados a la hora de hacer frente a nuevas demandas sociales como esta".
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Juan Pagola Carte, profesor de Comunicación y miembro del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto, cree que "las instituciones están haciendo una dejación de su propia responsabilidad y cargando en la ciudadanía una responsabilidad individual y colectiva —que también tiene—, cuando el papel del Estado es regular, no conminar a la gente a que actúe responsablemente". Así, la laxitud de las medidas podrían hacer que el dedo acusador apuntase hacia los ciudadanos ante un hipotético aumento de los contagios tras las reuniones navideñas. "Las Administraciones nunca pueden entrar en un discurso culpabilizador de las acciones de la ciudadanía, si bien esta es una forma de generarlo, por lo que están incurriendo en un error de bulto. Deberían hacer todo lo posible por evitar una tercera ola, aunque la responsabilidad es compartida. Es decir, el Estado debe poner encima de la mesa una serie de criterios y mecanismos de protección social, pero como es imposible llegar a todos los individuos, estos también deben protegerse".
No obstante, Pagola cree que los políticos dan un "triste ejemplo" cuando se tiran los trastos unos a otros. "En vez de culpar al otro porque no lo ha hecho bien, procede una reflexión autocrítica. Si vemos eso a diario en ellos, los ciudadanos también adquirirán unos clichés de autodefensa, culpando al prójimo de su falta de responsabilidad. Asistimos a la falta de asunción de las acciones y sus consecuencias, algo que se da en las instituciones, entre los políticos e individualmente", explica el miembro del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto, quien diferencia entre la responsabilidad individual y social. "La primera alude a la propia conciencia personal y a mis propios comportamientos, es decir, a lo que uno debe hacer. La segunda, a las consecuencias de mis comportamientos, pensando no en el yo sino en el beneficio colectivo. Y esta incluye a Gobiernos, instituciones, entidades, ONG y empresas, como por ejemplo la hostelería". Pagola cree que todo pasa por la educación, aunque se pregunta retóricamente si nos han educado a pensar en el conjunto o solo en nuestras propias vidas. "Es difícil que haya una responsabilidad social si no hay un compromiso individual para contribuir entre todos al bien común".
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El profesor de Deusto explica que, sin embargo, pasa por horas bajas. "La responsabilidad del individuo está de capa caída debido a la posmodernidad, al ocio, al individualismo… Al ser un concepto que no cae bien, parece que la responsabilidad acota mis cotas de libertad, impidiendo desarrollarme como individuo pleno. Una reacción propia de los tiempos del consumismo y del yo. Por ello, propongo la libertad responsable que mira por el conjunto de la sociedad", añade Pagola, quien prefiere no hacer conjeturas sobre el comportamiento de los españoles durante estas fiestas. Sin ánimo de generalizar, entiende que las sociedades orientales son más obedientes ante un poder vertical y que las occidentales sureñas relativizan las normas, aunque todo dependerá del equilibrio entre la responsabilidad y la libertad. "Porque, ante unas reglas estrictas, aquí podrían acusar al Estado de intervencionista. En el fondo, es un choque de modelos político-económicos: un estado protector y otro que deja más libertad al individuo, concluye el miembro del Centro de Ética Aplicada.
"La responsabilidad individual favorece al grupo"
Jesús Labrador, profesor de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas, cree en cambio que la responsabilidad al final siempre es del ciudadano, por mucho más que haya órganos y leyes que estima necesarias. "Cuando se nos exige una responsabilidad individual, favorece al grupo. Ahora bien, esa conducta cívica entronca con la frustración de los intereses personales, como cenar con la familia o los amigos, porque lo que te pide el cuerpo es salir de marcha o quitarte la mascarilla. No obstante, ese bienestar inmediato se contrapone a cada decisión personal que beneficia a la colectividad, por lo que habría que ser más incisivos, apelando a la responsabilidad individual e incluso a la vigilancia y al castigo. El beneficio grupal acaba siendo beneficio individual, pero no a corto plazo, y ese es el problema. Aun sabiendo que algunas conductas no son buenas para el colectivo, se cede ante la tentación individual inmediata. Si no pensamos en el yo sino en el nosotros, podemos articular salidas globales. Y, al contrario, si pensamos en cada uno, saldrán adelante los más fuertes, si bien otros muchos caerán".
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¿Compensa psicológicamente que los familiares se vean durante estas Navidades pese al peligro que entraña? ¿Podría achacar el Estado el aumento de contagios a la fatiga pandémica y culpar a la ciudadanía por sus encuentros? Jesús Labrador entiende que todos estos planteamientos son excusas. "Con lo grave que es la enfermedad, los beneficios de vernos durante estas fechas navideñas —como paliar la soledad, la ansiedad y otros trastornos que nos están pasando factura— no compensan, porque las cifras de contagiados y fallecidos son muy duras", explica el experto en identidad grupal y altruismo. Advierte, eso sí, que la fatiga pandémica "hace que no pensemos con racionalidad y nos lancemos a conductas con riesgos graves", aunque la culpa de una tercera ola sería de todos, incluida la Administración, porque "es parte de la sociedad y tiene un mandato claro que le hemos dado los ciudadanos". No cabría, pues, que se lavase las manos y, según él, debería tomar las medidas necesarias para atajar el coronavirus. "No sé si el Estado está haciendo dejación de funciones, pero todos los Gobiernos tienen esa tentación: ¿para qué me voy a meter en la desagradable tarea de vigilar y castigar? Sin embargo, ese es su trabajo, incómodo y también caro".
"El ciudadano no sabe a qué atenerse"
Labrador cree que "una inmensa minoría" será responsable durante los viajes de Navidad, pero otra no. "Eso desmoraliza a los pardillos que seguimos las reglas y ensucia el panorama, porque hablamos de contagios, de saturación de hospitales y de muertes. Por muy pocos que sean —y me temo que no serán tan pocos—, van a traer sufrimiento y dolor. Insisto, la responsabilidad es de todos, empezando por las instituciones. No cabe echar toda la culpa a unos ciudadanos poco cívicos o a una Administración pésima. Esto es responsabilidad de todos. Y todos somos todos", concluye el profesor de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas.
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Àngel Puyol recuerda finalmente que los llamamientos de las autoridades apelan a la responsabilidad individual mediante el miedo —"Te puedes contagiar"—, aunque resulta insuficiente sin la responsabilidad social —cuando temes por la salud de los demás—. "Los héroes ejercen la segunda, no la primera", ejemplifica el miembro del grupo de investigación Espacyos (Ética Salubrista para la Acción, el Cuidado y la Observación Social), quien cree que la responsabilidad institucional ha fracasado por la "descoordinación entre las administraciones estatal y regionales, pues el individuo no sabe a qué atenerse".
Del mismo modo que, a su juicio, fallaron las medidas de prevención porque no tuvieron en cuenta la diversidad de la población: "¿Qué sucede si no puedo comprar las mascarillas necesarias porque son muy caras? Y si no tengo dinero para hacerme una PCR, ¿debo arriesgarme a ver a mi familia? Cuando se pide responsabilidad individual pero no se ejerce la responsabilidad institucional, se está tratando de manera injusta a los ciudadanos", concluye el experto en Filosofía Moral y Política, quien también apela a otra responsabilidad social sin necesidad de que intervenga el Estado: la ayuda mutua.