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SEVILLA.- Tiene 35 años y llegó a España, hace casi una década, para encontrar un futuro mejor desde la ciudad rumana de Slatina. Las malas condiciones laborales y la inestabilidad lo llevaron a vivir en la calle y a convertirse en un activista por los derechos de los sin techo. Ha logrado, gracias a su persistencia, que los medios hablen de su colectivo. Cueste lo que cueste.
¿Cómo comenzó tu lucha como activista?
Digamos que, desde muy pequeño, me he visto involucrado en la lucha por los derechos humanos. En el orfanato, donde pasé mi infancia y adolescencia, vi muchas injusticias y abusos y luché en defensa de nuestros derechos. Aquello era la jungla y los más pequeños estábamos expuestos a todo tipo de abusos. La primera victoria la logré con 11 años al denunciar los abusos sexuales del director del orfanato ante el Ministro de Educación. Recuerdo aquel viaje en tren en busca de alguna respuesta. Era un crÍo y los adultos no comprendían mi empeño.
Cuando llegué a España desde Rumanía, logré convertirme en un activista por los derechos de la comunidad gitana, tan machacada por la sociedad y por las propias organizaciones que dicen defender nuestros derechos. En definitiva, he sido un activista constante en todos los lugares donde he estado. No soporto las injusticias.
¿Cambiaron las condiciones al llegar a España?
Venir a España no fue fácil, rápido me di cuenta que ser rumano gitano era peligroso, pero seguí empeñado en lograr el sueño de ser docente. Gracias a una profesora de la pública de Aracena (Huelva), Ángeles de los Reyes, logré escapar de la mafia que nos tenía explotados en el campo. Ella me ayudó a encontrar piso de alquiler, empleo como jardinero y camarero, así como apoyo para homologar mi título universitario de trabajador social. La homologación tardó dos años y cuando logré el reconocimiento académico partí para la ciudad de Sevilla en busca de las oportunidades.
¿Cuándo llegaron los problemas?
En Sevilla me encontré con la indiferencia y la discriminación. Tras varios meses logré una plaza como mediador escolar en centros de educación públicos de la provincia. En mi tiempo libre cubría las guardias en la policía y los juzgados como traductor y en estos lugares tomé contacto con la represión policial hacia los gitanos rumanos y lo denuncié.
También empecé a trabajar en la Universidad Pablo de Olavide como Tutor de Prácticas Institucionales y participé como docente universitario en el Máster de mediación comunitaria de la Olavide como supervisor de proyectos. Fueron cinco años muy buenos. Trabajaba sin descanso en lo que más me gustaba, la enseñanza.
¿Cómo te convertiste en un “sin techo”?
Digamos que la calle llegó a raíz del despido del Instituto Pino Montano por denunciar la segregación escolar que sufría el alumnado gitano. La Consejería de Educación de la Junta y la ONG llamada gitana, Unión Romaní, se ponen de acuerdo para echarme a la calle y empiezo una lucha en los tribunales con las dos instituciones. A la ONG logré, tras más de 5 años de lucha, sentarla en los banquillos del juzgado por varios delitos con fondos públicos y con respeto a la Consejería de Educación, conseguí destapar la segregación pero ya tarde. Estaba ya en la calle cuando la justicia me dio la razón.
¿Es la sociedad consciente del verdadero problema que sufren los sin techo en nuestras ciudades?
La sociedad carece de empatía y esto le impide entender a las personas sin techo. Las instituciones apuestan por el asistencialismo y por la institucionalización del problema y no deja que los sin techo participen. Es más, con la privatización de los servicios sociales, los ayuntamientos han perdido capacidad de decidir. Quien manda son unas empresas que buscan el lucro social con la pobreza. La sociedad es manipulada por las instituciones y de aquí el problema de comunicación con los sin techo. La lucha iniciada por los derechos de los sin techo comenzó en el Campamento Dignidad.
¿Qué supuso la iniciativa de este Campamento?
Aquel proyecto me ayudó para asumir mi condición de sin techo y dejar de sentir vergüenza por ser pobre. El campamento luchó en la plaza Nueva de Sevilla 127 días. A los 33 días de protestas el alcalde PSOE de Sevilla, Juan Espadas, mandó de madrugada 70 policías para desmantelar el campamento y me enfrenté a la policía, que me encarceló una noche de forma injusta. El Campamento Dignidad fue el inicio de la lucha por los derechos de las personas sin techo y hoy sigo en la lucha. He madurado y aprendido mucho y no dejaré de luchar hasta lograr justicia para el colectivo.
¿Por qué a las autoridades locales les cuesta tanto reconocer este problema?
No les cuesta, les da igual, no existimos para los políticos. En España hay más de 50 mil personas sin techo y cada día vemos gente nueva que se queda sin casa. Cada día somos más y la administración no hace nada para atender nuestros derechos. Nos criminalizan con multas por mendigar o rebuscar en la basura sin ser capaces de sentarse y atender nuestras peticiones. ¿Es tan difícil respetar el artículo 47 de la Constitución? El problema reside en la privatización de los servicios sociales, no se puede hacer negocios con la pobreza y a los políticos no les interesa recuperar los servicios sociales, ya que detrás hay muchos intereses y dinero.
¿Es diferente el trato que tienen en las grandes ciudades que en las pequeñas?
Interesante pregunta. Las grandes ciudades atraen a los sin techo, ya que es más fácil encontrar recursos. El consumismo salvaje de las ciudades desperdicia mucho y gracias a ello los sin techo sobreviven. Las grandes ciudades son la jungla del asfalto y los sin techo sufren mucho en estas ciudades de la velocidad. En las pequeñas ciudades es más fácil por la cercanía. Hay un compromiso de la comunidad y en los pueblos casi no se dan casos de gente sin hogar. Las ciudades se han convertido en fábricas y los sin techo son sus desempleados castigados.
¿Cuál fue tu sensación cuando viste que eras uno más de aquel colectivo?
Nunca imaginé que podía llegar a vivir en la calle. Desde siempre tuve interés por las historias de las personas sin techo y a muchos me los llevaba a casa a ducharse. Recuerdo una vez a una persona que se duchó en mi casa, la ducha había logrado darle vida, lo expresaba en su mirada y ahora, como sin techo, valoro enormemente cuando una persona me abre su casa para ducharme. Cada vez que me ducho recuerdo la mirada de aquel hombre. Vivía bien, viajaba, hacía deporte, participaba en proyectos de ecologismo, cocinaba comida vegetariana ... hay momentos que echo de menos mi vida anterior pero la calle me tiene tan entregado a la acción que no me da tiempo huir en el pasado. Asumo mi presente y lucho cada día para que todos los que vivimos en la calle seamos respetados por la sociedad.
¿Es necesario tener voz en las redes y ponerse frente a las cámaras para visibilizar el problema?
Las redes sociales son una herramienta, nada más. Utilizo esta herramienta para llegar a la gente y con ello lograr un cambio en la sociedad. Las redes sociales hay que utilizarlas con responsabilidad y saber diferenciar entre la actividad virtual y la realidad, ya que es fácil perderse y caer en el error de pensar que con tener miles de seguidores puedes cambiarlo todo con un simple clic. Es necesaria la voz de las redes para denunciar y crear espacios de trabajo.
Se ha enfrentado a Rajoy en un acto del PP. Incluso al mismísimo arzobispo de Madrid. ¿Cómo ha vivido esas situaciones?
Pretendía con ello poner en evidencia la torpeza de la clase política y de la iglesia que tanto nos humilla a diario con su caridad. El objetivo ha sido lograr que los medios hablasen de los sin techo y te puedo asegurar que, en este último año, se ha dado una visibilidad en los medios a los sin techo como nunca ha ocurrido antes en la historia de este país. Es poco, ya que no nos conformamos con titulares en prensa, y lo que queremos son realmente oportunidades y que se respeten las leyes. Digamos que las historias de la calle me dan fuerza para enfrentarme a la élite. Cuando interrumpo actos, en mi mente veo imágenes de personas sin techo enfermas con cáncer terminal que esperan la muerte en la calle.
El último acto de protesta fue con el Arzopispo de Madrid, Carlos Osoro, el nuevo cardenal del Papa, al que he puesto en evidencia en una rueda de prensa. Tienen miles de euros para financiar la cadena de televisión 13TV o para pagar un millón por el chalet de Roco Varela y ¿no tienen para ayudar a los pobres? Las situaciones que vivo cuando interrumpo son tensas y con una gran carga emocional. Soy consciente de la importancia de la acción y de que detrás hay miles de personas que han dejado de luchar al perder inercia y capacidad en la calle. Seguiré mordiendo la inmoralidad de la élite hasta que nos echen cuenta. Nunca se han imaginado que un sin techo puede ser su pesadilla. Viven alejados de la realidad diaria del pueblo.
¿Cómo lucha actualmente desde Madrid como activista ocupa, tal y como se
define?
Actualmente sigo con la ruta de la Pobreza por distintos puntos del país con la idea de visibilizarla y las historias de las personas sin techo. Me encanta Madrid, ya que es una ciudad que nunca acabas de conocer y más la calle, que te sorprende cada día. Madrid es una ciudad que vibra y su gente es muy solidaria. Encuentro mucho apoyo en la ciudad y digamos que es mi nuevo hogar ahora. Estas semanas estaré en León, Zaragoza, Santiago de Compostela, Málaga, invitado por los movimientos sociales para dar visibilidad a los sin techo y denunciar a los políticos que ignoran sus derechos.
¿Qué retos quedan pendientes?
Principalmente lograr que los servicios sociales vuelvan a ser públicos para garantizar nuestros derechos y que salga pronto el libro, Los miserables, los hijos de los días, que he escrito en esta ruta por España. Es un libro sobre la igualdad de oportunidades, que publicará la editorial Arpa de Barcelona. Con suerte, lo tendremos en las librerías a comienzo del año 2017.
¿Qué le diría a los ciudadanos de esa población que creemos invisible pero
que existe?
Que los miren a los ojos y escuchen sus auténticas historias. Se darán cuenta de lo valientes que son sus vidas. Les diría que se pongan en su lugar y piensen en soluciones, es una forma de lograr empatía y actuar. Nadie quiere vivir en la calle, todos soñamos con una casa, con poder ducharnos todos los días, ir al cine, hacer deporte ...
¿Ha sufrido amenazas o coacciones a la hora de expresarse contra poderes tan establecidos?
Muchas y de todo tipo pero no he cedido. Temo por mi vida en la calle, los nazis me tienen manía por evidenciar sus prácticas fascistas. En las redes sociales recibo insultos graves a diario, es normal ya que pones en evidencia el falso patriotismo de este país. Decía José Luis Sampedro que vivir con miedo es un sin vivir. Abrazo las experiencias y pasará lo que tiene que pasar, mientras he elegido y vivido con libertad, de esto se trata, vivir.
¿En qué situación vive actualmente? ¿Ha mejorado su vida la fama que le ha
dado la lucha por el activismo? ¿Con qué medios cuenta para vivir?
Mi situación no ha cambiado. He recibido varias ofertas de trabajo que he rechazado por venir de grandes corporaciones que te quieren comprar. No se trata de mí, se trata de las vidas de miles de personas y me siento responsable. Gracias a los centros sociales ocupados de España puedo costear los viajes. Como en los comedores sociales, pido en los supermercados o fruterías comida y duermo en casas de okupas y en la calle. Hay muchas miradas puestas en mis acciones y no quiero defraudar, quiero que la gente recupere la esperanza en los valores. Es importante en un contexto donde a diario nos bombardean con noticias para matar la positividad. Quiero encontrar la libertad máxima en la calle y espero lograrlo algún día.
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