Movimiento sindical Mujer y sindicalismo, las historias silenciadas que supusieron el triunfo de la clase obrera
Los relatos sobre la unión del mundo sindical con la mujer siempre estuvieron ahí, pero acallados. Ahora, un ensayo de la editorial Catarata da voz a una docena de trabajadoras, situadas en el Marco de Jerez y desde 1960 hasta la actualidad, que tuvieron que enfrentarse al doble estigma social de ser obreras sindicalistas y mujeres.
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madrid,
Las mujeres consiguieron meter en la mochila las opresiones que sufrían para llevarlas a su lado de la barricada. Así sucedió cuando eran ellas las que, junto con sus hijos pequeños, encabezaban las manifestaciones para que la Policía armada no disparara contra los obreros. Además, crearon la figura de la "madrina", que era aquella mujer que se hacía pasar por la novia de un preso político al que cuidaba sin ser realmente su pareja; una ayuda que solamente ellas podían ofrecer.
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Aunque la introducción de la mujer en el movimiento sindical se produjo a un ritmo muy lento, como aún hoy sigue sucediendo, una de las primeras funciones que se les encomendó estaba supeditada a los hombres; relegando así, en cierta manera, las aspiraciones de sus propios derechos. Se produjo en los años más duros del franquismo, pensando que la mujer con conciencia de clase podría convencer a las esposas de los trabajadores que el activismo de sus maridos no era algo negativo. Si es cierto que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, detrás de estas grandes mujeres tan solo estaban ellas y su sororidad.
Parece que el sindicalismo del siglo XXI se resiste a incluir, desde sus entrañas, la perspectiva de género que el movimiento feminista está llevando hasta límites inimaginables desde hace apenas unos años. De hecho, uno de los pilares fundamentales ligado a la tan necesaria educación es la revisión histórica ajustada a parámetros hasta ahora rechazados, sobre todo desde el enfoque masculino que ha sido el predominante a la hora de escribir la historia.
Una ruptura con todo ello es la monografía Historias silenciadas. Las mujeres en el movimiento sindical desde 1960 (Catarata), una edición coordinada por Beltrán Roca y Eva Bermúdez Figueroa. El libro recoge una colección de nueve historias contadas a través de sus doce protagonistas con un denominador común: mujeres y obreras sindicalistas.
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El volumen propone un repaso histórico por los subterfugios que las mujeres crearon para rechazar tanto la ya superada dominación franquista, como las violencias machistas, una lucha que siguen reivindicando en su día a día. El valor de este compendio de entrevistas narradas se esconde en lo más esencial de todo: las mejores personas para relatar una historia son aquellas que vivieron en primera persona los acontecimientos.
El lector puede presenciar, de esta forma, la metamorfosis que lleva al gusano de seda que era el movimiento sindicalista —copado por organizaciones ligadas a la Iglesia que defendían los derechos de la clase obrera—, a transformarse mediante un proceso en el que se enroscó en sí mismo. Así consigue hacerse más duro, clandestino, tejiendo redes para llegar a ser impenetrable por las amenazas exteriores, consiguiendo de este modo formar una crisálida que terminó eclosionando con una mariposa que no tenía miedo a volar.
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A través de los diferentes relatos, el lector se enfrenta a situaciones tan variopintas como la relatada por Ana Perea España, a la que no dejaron afiliarse a CCOO por no ser asalariada, una circunstancia que hoy en día sigue patente. "Fíjate si hay que luchar", dice la sindicalista a Pilar Pinto Buzón, encargada de recoger el testimonio de Perea en el libro.
El libro recoge, a su vez, muchos debates actuales, como las dudas sobre si incluir a los hombres al mismo nivel que las mujeres dentro del feminismo o el papel desempeñado por las militantes con un cariz más intelectual, que podían ser "mejores" a los ojos de los varones y aquellas personas con una situación socioeconómica más elevada, pero que no lograban conectar con las masas femeninas al no representarlas.
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Algunas declaraciones se salen de los renglones de lo meramente sindical, adoptando posturas transversales, para entrar de lleno en conductas que también se dan hoy en día. Ejemplo de ello es relegar la realización de las "labores femeninas", por parte de las mujeres sindicalistas, hacia otras mujeres de clase más baja. Otro paradigma repetido son las dificultades para poder ser madre, que Rosario Domínguez condensa en las siguientes palabras: "Las empresas están dominando la vida de las personas".
Del Marco de Jerez a toda España
Roca y Bermúdez toman, de forma inteligente, el Marco de Jerez (donde se engloban Jerez de la frontera, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda y Trebujana) como referencia de estudio para después poder extrapolar los resultados a todo el territorio español dada la idiosincrasia de la zona investigada. Dado el alto grado de diversidad que se da en la región, resultado de años y años de interculturalidad, esta decisión acierta, pues hace que el libro sea rico tanto en puntos de vista como en los propios antecedentes familiares y educacionales de las protagonistas.
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De esta forma, la monografía agrupa nueve historias con nombres propios de mujer donde los lugares comunes responden a las palabras de "solidaridad" y "organización", un lugar de encuentro en el que sentirse libres, ya que tal y como dicen los editores, "todas tuvieron que hacer frente a situaciones de dominación resultado de su doble condición de obreras —sindicalistas— y mujeres".
Un respeto al relato
Beltrán Roca y Eva Bermúdez, los dos editores de la publicación, no pasan desapercibida la importancia que también tiene el envoltorio del producto. La transcripción exacta de los términos en los que las protagonistas se expresan es algo que el lector podrá agradecer: con sus dejes, sus propias formas de transmitir o las inexactitudes propias de las personas que en su cabeza guardan montones de recuerdos en los que se rememoran aquellos instantes en los que luchar por tus derechos significaba, de forma irremediable, jugarse la vida.
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Otro caso parecido es la forma de redactar y expresar las ideas que contienen, con fórmulas como "monarquía parlamentaria" para definir la etapa que comúnmente se denomina "democrática".
Mujer y sindicalismo, una simbiosis necesaria
Esta edición avanza un poco más en el camino sobre la presencia de las mujeres en el movimiento sindical, consolidándose estos dos factores como determinantes en el progreso hacia las libertades. Un camino que apenas ha empezado, pues los datos históricos no engañan: la única mujer que ha llegado a ser secretaria general de un sindicato fue Ana Sigüenza en el año 2000 con CNT, y ninguna de las dos grandes centrales sindicales, UGT y CCOO, apoyaron de manera plena la huelga de 24 horas del 8 de marzo que desde el movimiento feminista reivindicaban y que acabó en un éxito rotundo.