Más de mil infectados por la cadena de contagio originada por los carniceros del Piamonte en el matadero de Binéfar
El entramado italiano investigado en Hungría y Polonia por sus actividades criminales ocultó a la Guardia Civil que arriesgaba la vida de la plantilla y obligaba a trabajar a los enfermos, revela el sindicato CNT.
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Binéfar,
Los mercados asiáticos llevan más de un mes recibiendo carne congelada de cerdos sacrificados y despiezados en un macromatadero con una plantilla donde, según de las estimaciones de la CNT, alrededor de una cuarta parte de los trabajadores (unos trescientos) han sido infectados por coronavirus.
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El macromatadero de Binéfar (Huesca) fue puesto a andar el verano pasado por un conglomerado familiar de carniceros del Piamonte, denunciados de forma reiterada en Hungría y Polonia, antes de su desembarco en Aragón, por la brutalidad, y ello incluye violencia física, que ejercen contra sus plantillas, por la contratación de trabajadores inmigrantes sin papeles y por sus estafas al fisco, entre otras actividades delictivas. Todas estas conductas criminales fueron investigadas por este diario en una larga serie de reportajes sobre las actividades mafiosas de Piero Pini y su familia, que publicitó sus instalaciones españolas como las mayores de Europa.
Hace solo cinco meses que el cabeza visible del entramado criminal italiano investigado por varias fiscalías de la Europa del Este, Piero Pini, era liberado de una prisión húngara y la familia Pini ya ha sido invitada a visitar también unas dependencias judiciales españoles. La denuncia por la vía penal, en este caso, proviene de la CNT y ha sido admitida a trámite por el Juzgado de Primera Instancia de Monzón (Huesca).
Según un abogado de esa organización sindical, mientras el país entero se encerraba en casa el mes de marzo para impedir la expansión de la pandemia y, cuando ya se habían registrado al menos tres casos confirmados de coronavirus en sus instalaciones de Binéfar y un número considerable de quejas por parte de la plantilla, los responsables de Litera Meat seguían sin adoptar unas normas eficientes de seguridad y propiciando los hacinamientos de personas a la entrada del matadero, la zona de fumadores, los vestuarios o los comedores.
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Desde que la planta comenzó a funcionar en el verano de 2019, los trabajadores carecen incluso de ropas apropiadas para el desempeño de sus tareas, y menos todavía, de material de protección para impedir la expansión del virus. Esto no cambió sustancialmente hasta muy entrada la cuarentena. “Ni siquiera cuando se sabía ya con total certeza que la afectación era significativa se aplicaron protocolos de actuación, ni medidas de desinfección en autobuses o en las distintas secciones del matadero”, asegura el abogado.
A instancias del sindicato anarquista, el Juzgado de Primera Instancia de Monzón ha solicitado a la Guardia Civil que remita toda la información que conste en sus expedientes. También la Fiscalía de Huesca ha abierto diligencias procesales por los hechos denunciados tras advertir posibles indicios de una conducta criminal por parte de Litera Meat y los Pini.
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La CNT considera que es perentorio ahora mismo que se investigue hasta donde alcanza la cadena de contagios. De los test efectuados a raíz de sus denuncias públicas y de los signos de enfermedad detectados ente la plantilla, hay al menos cuatrocientos infectados confirmados repartidos casi a partes iguales entre las plantillas, no solo de Litera Meat, sino de otro matadero con antigua implantación en la localidad gestionado por Fribin.
Pero en el caso de los italianos, el sindicato anarquista sostiene que, a esos casi doscientos casos detectados por los test, habría que añadir, entre otros, a los empleados que ya presentaban síntomas claros de coronavirus antes de que se desatara la alarma social, a todos los previamente despedidos, precisamente, por no incorporarse a sus empleos debido a la enfermedad, y a todos los asintomáticos. Según la CNT, los enfermos confirmados por las pruebas sanitarias son tan solo la punta de un iceberg mucho mayor porque tampoco se han practicado test ni contabilizado a todos los familiares y personas que han entrado en contacto con los trabajadores durante las últimas semanas.
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A juicio de Fernando Martínez, de la CNT Aragón, el número de contagiados por la cadena de infección de la Covid19 generada por los Pini no es inferior en ningún caso a mil personas, y con certeza, la pandemia se ha extendido por Lleida y otras poblaciones cercanas a Binéfar, como Tamarite o Monzón, donde vive el grueso de la plantilla, a menudo compartiendo pisos, no solo con sus familias, sino con otros trabajadores del sector y jornaleros agrarios del Segria (Lleida) o del Baix Cinca (Huesca). Determinar el alcance de este foco de contagio es fundamental, en su opinión, para preservar la salud de los trabajadores y de sus allegados, pero poniendo siempre especial celo en evitar cualquier brote de xenofobia, dado que muchos son de origen foráneo. “Sería inaceptable que a su precariedad se añadiera ahora el rechazo social”.
Si se contabilizan además los afectados en el matadero de Fribin, más su cadena de contagio, podríamos estar ante el mayor de los brotes de coronavirus declarado durante las últimas semanas de la pandemia en todo el país.
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“El día 20 de marzo se confirmaron los tres primeros tres afectados por la enfermedad en Pini y desde la empresa recibí instrucciones para que guardáramos silencio y colocáramos unos carteles en el comedor donde se aseguraba que la planta estaba libre de la Covid19”, asegura Gregory Orozco, un empleado colombiano de la fábrica, y miembro de la CNT, despedido por los italianos tras caer enfermo de coronavirus, junto al resto de su familia. “El 24 de marzo nos visitó la Guardia Civil porque les alcanzaron los rumores y los jefes me pidieron que fuera al comedor a pegar pegatinas, e insinuar a los agentes que en cada mesa se sentaban cuatro, cuando en realidad comíamos catorce”, añade Orozco.
Este trabajador afirma que recibió órdenes claras de engañar deliberadamente a la Guardia Civil acerca de la ausencia de medidas efectivas adoptadas por el matadero para impedir los contagios. La orden era mantener la producción a toda costa para abastecer, esencialmente, los mercados asiáticos. “El grueso de lo que aquí se mata va a Rumanía y China, pero sabemos que han realizado negociaciones para vender a empresas españolas como Tarradellas o Campofrío”, añade.
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En ausencia de datos rigurosos que apunten en tal sentido, la CNT descarta de momento que el contagio masivo de empleados y la insalubridad de los procedimientos de producción denunciados hayan podido afectar a los productos cárnicos producidos por la empresa o que estos pudieran ser también los portadores de este virus y transmitirlos a la cadena de consumidores por contacto con los plásticos de envasado manipulados por el personal enfermo obligado a trabajar. En todo caso, se están realizando consultas entre expertos sanitarios para despejar cualquier duda al respecto.
Al decir de Gregory Orozco, cuando ya era más que obvio que había un serio foco de coronavirus afectando al matadero, los trabajadores seguían siendo obligados por los responsables de la planta de los carniceros del Piamonte a reincorporarse a su trabajo, so pena de despido, y realimentando de ese modo la rueda de contagio. Existe un largo historial de prácticas de irregularidades y de brutalidad contra la plantilla documentado en Litera Meat, anterior a la aparición del foco de coronavirus, y en sintonía con lo que sucedía ya en las plantas de Pini en Hungría y Kutno (Polonia), tal y como documentó Público el pasado año. Según Orozco, los despedidos de forma fulminante eran a menudo zarandeados e intimidados físicamente por Mario Pini, hermano del fundador del entramado criminal que ha actuado en Polonia y Hungría, don Piero. “Si llegó a echar a empujones al director de la Fremap, ¿qué no haría con nosotros, simples peones?”.
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Los relatos acerca de la conducta de esta familia de carniceros de Sondrio (Piamonte) con los empleados son escalofriantes. “El día 3 de abril, viernes, volví a casa con dolor de ojos, diarrea y otros síntomas. El día 6 se me confirma que padezco la enfermedad. Tanto mi esposa, como mi sobrino y mis tres hijos resultaron infectados. Cuando el día 21, recuperado aparentemente de mi enfermedad, trato de reincorporarme a mi empleo, se me comunicó que había sido despedido por tomarme unas vacaciones sin permiso. Pretendían que los portadores del virus, a menudo aún enfermos, siguieran trabajando y amontonándose en algunos puntos de las instalaciones”.
“Lo de despedir a quienes cogían la baja era la política de la empresa desde abrió sus puertas. Está claro que todos estos problemas han sido causados por unos tipos a los que se ha dejado campar a sus anchas y crear un nido de explotación de trabajadores, en su mayoría inmigrantes y con poco arraigo en la zona”, asegura Fernando Martínez, de la CNT. “De hecho, a nadie le ha importado lo que sucedía ahí dentro hasta que la enfermedad ha creado un problema de salud pública entre los blancos”.