"Estoy aquí porque soy lesbiana"
La salida del armario de Ellen Page, Jane Lynch o Ellen DeGeneres ha rebajado la hostilidad de Hollywood con las lesbianas, maltratadas durante decenios. Con el inicio del WorldPride en Madrid repasamos la forma en que el cine ha mirado a las mujeres homosexuales
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madrid, Actualizado:
Marlene Dietrich, “una joven madre, de pelo negro, piel blanca, una atrevida, mundana y sexualmente voraz chica de veintitrés años”, sedujo a la joven actriz sueca Greta Garbo, durante el rodaje en Berlín de Bajo la máscara del placer (Georg Wilhelm Pabst, 1925). Aunque luego en Hollywood fingieron no haberse conocido, la imagen de la Dietrich con esmoquin masculino besando en los labios a una mujer en Marruecos y la amistad especial que la Garbo, convertida en La reina Cristina de Suecia, tenía con una de sus sirvientas, convirtió a ambas en los iconos lésbicos del cine.
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Desde entonces hasta hoy, las lesbianas han sido maltratadas de mil maneras distintas en el cine. El sueño de la igualdad y el respeto por el que lucha el colectivo LGTB y el mundo progresista y civilizado ha dejado muchas víctimas por el camino. El libro de la periodista Diana McLellan que documentaba la relación entre Dietrich y Garbo, y sobre todo las declaraciones de reconocidas actrices saliendo públicamente del armario han permitido en los últimos años aliviar el peso reaccionario de Hollywood.
“Estoy aquí el día de hoy porque soy lesbiana y porque a lo mejor puedo ayudar a otras personas a tenerlo un poquito más fácil o al menos a sentirse más cómodos”. Las palabras de Ellen Page en el Time to Thrive (Tiempo para crecer) en 2014 dieron la vuelta al mundo, lo mismo que años antes lo hizo la genial ocurrencia de Jane Lynch –“probando, probando… ¡soy lesbiana!- o la portada del Time con Ellen DeGenere –“Yep, soy gay”-. El estreno de algunas películas, como Carol, La vida de Adèle o en España A mi madre le gustan las mujeres son pruebas hoy del avance en ese recorrido hacia la normalización.
Indios, comunistas, negros y lesbianas
El camino está siendo largo. Los primeros personajes de lesbianas en el cine competían en malicia con los peores enemigos del hombre blanco protagonista. Indios, comunistas, negros… y mujeres homosexuales. En el cine las mujeres eran víctimas, pero si eran gays, pasaban a la categoría de súper villanas. La sombría señora Danvers, inolvidable Judith Anderson en Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), obsesionada con la señora Winter; las reclusas lesbianas de Sin remisión (John Cromwell, 1950), o la frígida inmoral Amy North que interpretó Lauren Bacall en El trompetista (Michael Curtiz, 1950) fueron algunas de ellas.
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La moda cambió en los sesenta. Hollywood, magnánimo, concedió a esas mujeres la posibilidad del arrepentimiento. Un final desdichado después de una vida de tormento era suficiente. Hubo quienes intentaron algún movimiento reivindicativo ante esta tendencia. Shirley MacLaine sufría muchísimo en La calumnia (Wlliam Wylder, 1962) y terminaba suicidándose. Ella y Audrey Hepburn daban vida a dos profesoras enamoradas, víctimas de la intolerancia. Una de sus alumnas lanzaba el rumor de su relación y su vida se convertía en un infierno. Barbara Stanwyck era la madame degenerada con la que se liaba la joven Capucine, ¡pobre desdichada! en La gata negra (Edward Dmytryk, 1962).
En los siguientes años hubo dos títulos definitivos que cambiaron la dirección que había tomado el cine: El asesinato de la hermana George, donde Robert Aldrich mostraba a unas lesbianas ambiciosas y enajenadas por el sexo, pero finalmente triunfadoras, y Las amargas lágrimas de Petra von Kant, en la que Fassbinder ofrecía una mirada nada habitual hasta entonces. La gran excepción, claro, ya era Chantal Akerman, que en 1974 provocó un formidable terremoto con las escenas lésbicas de Yo, tú, él, ella.
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Legendaria vampira Catherine Deneuve
Pero entonces llegó William Friedkin y presentó a gays y lesbianas como dementes criminales, en A la caza (1980). La reacción del colectivo LGTB fue iracunda, tanto que consiguieron retirar la película de las salas. Y ahí sí aparecieron personajes tratados con dignidad y valentía. Poderosísima y hermosa Catherine Deneuve en El ansia, de Tony Scott (1983), la atleta enamorada de su compañera de equipo a la que dio vida Mariel Hemingway en La mejor marca (Robert Towne, 1982), estupenda Cher en su papel de lesbiana sin problemas en Silkwood (1983) de Mike Nichols… y, especialmente, feliz la historia de amor que dirigió Dona Deith en 1985, Media hora más contigo.
El Hollywood más cobarde, sin embargo, seguía ahí, y optó por esconder a las mujeres homosexuales. Así las lesbianas de las novelas en la que se basaron El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991), El color púrpura (Steven Spielberg, 1985) o Tomates verdes fritos (John Avnet, 1991) o estaban desaparecidas o solo se intuían.
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Volvió a liarla parda el provocador Paul Verhoeven con Instinto básico y la célebre bisexual que encarnó Sharon Stone. De nuevo hubo protestas en la calle y el propio cine decidió contestar a aquel personaje con películas como Persiguiendo a Amy (Kevin Smith, 1997) y su brillante Alyssa, la coreana Momento Mori (Kim Tae-yong, 1999) sobre las consecuencias de la intolerancia en las jóvenes homosexuales o Go Fish, en la que Rose Troche contaba los amores y desamores de unas chicas lesbianas.
El órdago de 'a mi madre le gustan las mujeres'
Los años no pasan en balde y la entrada en el siglo XXI ha dejado ver una reacción positiva en el cine. En España, Inés París y Daniela Fejerman echaron un órdago en 2002 con A mi madre le gustan las mujeres, donde la madre de familia anunciaba a sus hijas que estaba enamorada de una mujer. Francia despertó a medio mundo con La vida de Adèle, hermosa historia de amor entre dos chicas que, aunque levantó algunas ampollas, se conoció mundialmente gracias a su triunfo en Cannes.
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Y, por fin, hoy ¡hay muchas más!: Flores raras, historia de amor de la poeta norteamericana Elizabeth Bishop y la arquitecta brasileña Lota Macedo Soares; Los chicos están bien, relato de la vida de una pareja de lesbianas y sus hijos adolescentes; But I'm a Cheerleader; Monster (Oscar para Charlize Theron), Chloé, la valiente denuncia de la situación de las mujeres lesbianas en Irán de Circumstante de Maryam Keshavarz, Las horas, que también se aproximaba a este tema; Adiós a la reina, amor entre María Antonieta y una de sus lectoras; el romance de una profesora y su alumna en Loving Annabelle… y Carol, historia inspirada en la novela de Patricia Highsmith, que le valió la Palma a la Mejor Actriz a Cate Blanchett y que pasará a la historia como una de las películas bandera de la normalización.
-Tu madre es la…
-… la lesbiana, sí.
-Iba a decir la pianista (A mi madre le gustan las mujeres).