Juan Sánchez, el último espartero
Fundada por su abuelo en 1927, regenta la única espartería que queda en Madrid. El negocio estaba de capa caída hasta que llegó internet. Ahora vende para toda España.
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Hubo un tiempo en el que el esparto trenzaba España. La tierra seca amaba la salvaje compañía de los atochales. La mano de obra era mano esclava, y las gentes del sureste se dejaban las yemas en la pleita. La casa pedía cestas y canastos, mientras que el campo precisaba de serones y capachos. Los esparteros despachaban los hijos, duros y tenaces, de esta gramínea. Hoy sólo queda uno en Madrid, Juan Sánchez.
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Él se nutre de Andalucía y Murcia, aunque también vende (además de caracoleras, botelleros, alfombras, nidos, alforjas, cestas y cuerdas de esparto) productos elaborados con otros materiales, como botijos de barro, varas gitanas, cencerros con y sin badajo, tablas de lavar y botas de vino. “Los tiempos cambian y sólo del esparto no podría vivir”, confiesa Juan, quien surte a algunos clientes de látigos y fustas. Su función trasciende la decorativa, porque, como respondió el Gallo cuando le dijeron que Ortega y Gasset era filósofo, “tié q'haber gente pa'tó”.