Jardineros submarinos para restaurar nuestras costas
La actividad humana en nuestras costas arrincona y merma, muchas veces, la biodiversidad marina. Para remediarlo, propuestas recientes aúnan arquitectura, ecología e inteligencia artificial, para crear arrecifes inteligentes como base de ecosistemas más robustos y resilientes.
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madrid,
"Si queremos promover el refugio de juveniles de bacalao, por ejemplo, aplicaremos un modelo de arrecife determinado, pero si lo que deseamos es el agarre de plantas como la Posidonia, usaremos algo muy distinto", cuenta a Público el arquitecto y buceador Marc García-Durán. Se refiere a las estructuras que su empresa, Underwater Gardens Internacional, instala en distintos escenarios marinos para restaurar la biodiversidad perdida.
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Lo están haciendo en el Port Olimpic de Barcelona, donde ya han instalado 50 arrecifes artificiales inteligentes, que se llaman así porque llevan incorporado un sistema de inteligencia artificial –bautizado como reefhopper–, junto con sensores (de temperatura, ph, oxígeno, etc) para medir las condiciones del lugar y, a partir de ahí, valorar qué necesitan unas especies u otras para prosperar, así como los retos a los que se enfrentan.
El objetivo es regenerar los ecosistemas acuáticos dañados por la actividad humana. "Promovemos la creación de jardines submarinos que funcionan como refugios y hogares para la vida marina, de un modo natural", señala.
Un hogar indicado para cada caso
Pero no cualquier estructura vale para que se asiente la vida. Como buen arquitecto, García-Durán presta especial atención a qué condiciones necesita cada contexto, según los colonos que se quiere atraer: rugosidad, forma, orientación respecto a la luz o a las corrientes marinas, proximidad a poblaciones que puedan acercarse al lugar...
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El primer paso para conseguirlo es hacer un diagnóstico de la situación, que identifica las razones por las que la biodiversidad se ve mermada o anulada y permite trazar un plan de recuperación. Aquí es donde entran en juego los "substratos o arrecifes inteligentes, donde se plantan especies específicas que activan la rueda de la colonización, atrayendo a peces, cangrejos y otros organismos marinos", apunta García-Durán.
La idea es que, con el tiempo, dicho espacio vaya ganando vida y el ecosistema se recupere. Los beneficios de lograrlo son muchos. No solo para las especies, además, el arrecife artificial sirve de barrera natural contra la erosión y las tormentas... y la vida que alberga se convierte en una forma práctica de secuestrar carbono de la atmósfera.
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Secuestradores de carbono
En este sentido, García-Durán nos confía que "siempre hay que apostar por lo lento, lo estructural, lo complejo". Así, un bosque de eucaliptos tiene asociada una biodiversidad baja, frente a un bosque de castaños o alcornoques, que tardan mucho más en crecer pero tienen muchas más especies asociadas, como pájaros, ardillas, comadrejas...
"El mar es lo mismo", nos dice. "Plantando corales, gorgonias o esponjas de creimiento lento, te aseguras de que los bosques marinos sean mucho más biodiversos. Además, hay un detalle muy importante: las especies efímeras, como las algas carnosas, acumulan más carbono al principio, pero sus ciclos cortos harán que vuelva a la atmósfera muy rápido. Con estructuras más longevas, el carbono va a ser retenido durante décadas, siglos o milenios".
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Depuradoras vivientes
Otro de sus "efectos secundarios" tiene que ver con la calidad del agua. Por ejemplo, en puertos con gran actividad, como el Olimpic de Barcelona, "las aguas no son precisamente más saludables para la fauna y la flora", reconoce este arquitecto.
Para paliar este problema, apuesta por favorecer el crecimiento de organismos suspensívoros bentónicos -que es como se conoce a distintas especies de esponjas, bivalvos, poliquetos, briozoos, etc- que filtran el agua, alimentándose de la materia orgánica que flota suspendida a su alrededor. En el puerto de Barcelona han desarrollado una primera fase que, "a pesar de ser pequeña en proporción al puerto y a su actividad, presenta ya resultados notables".
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¿Se puede reproducir siempre esa biodiversidad dañada que había antes de que el lugar fuera invadido, por ejemplo, por yates de recreo o petroleros? "Nunca vuelves a tener el hábitat prístino que tenías antes de una fuente de perturbación. La transformación ha sido tan profunda durante los últimos siglos y décadas que volver a lo que había antes es imposible", admite.
Sin embargo, siempre se puede mejorar. "Es importante que las nuevas especies que colonizarán la zona pertenezcan a ese hábitat que quieres cultivar", nos explicaba en la presentación del proyecto durante el Congreso Sages&Scientists Zoetry que tuvo lugar el pasado mes de octubre, en Mallorca. En este sentido, estos jardineros marinos vigilan mucho que no proliferen especies invasoras.
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Jardines rentables
Por si fuera poco, su trabajo, además de ser beneficioso para el medioambiente, es también rentable. "La literatura económica ha establecido que solo la instalación de arrecifes artificiales, con el consiguiente aumento de las actividades deportivas, turísticas y de pesca, tiende a tener un impacto de aumento de la recaudación de impuestos para el territorio de unos cinco o siete euros por cada euro invertido", nos dice García-Durán.
Quizá por eso cada vez más localidades costeras apuestan por sus sistemas, como el parque regenerativo de jardines submarinos que ocupará 10,6 hectáreas en el municipio de Guía de Isora, en Tenerife, o como la playa de Sant Sebastiá, en Barcelona, que pretende convertirse en un centro de atracción para el buceo.