madrid
Al César lo que es del César. Los Batasunis, dos marionetas con outfit abertzale, hicieron más por la paz en Euskadi que muchos políticos incendiarios en décadas. La culpa la tuvo la productora guipuzcoana Pausoka (paso a paso en euskera) cuando en 2003 lanzó un órdago a la audiencia vasca sacándose de la manga el programa satírico Vaya Semanita. Y vaya si funcionó. Líder del prime time semanal durante más de diez temporadas consecutivas, Vaya Semanita logró un hito histórico: que la sociedad vasca se riera de ETA.
Vaya semanita acompañó de forma silenciosa a la sociedad vasca durante el camino de disolución del terrorismo. El programa evolucionó en su segunda temporada y solo dejó de funcionar -perdió audiencia- en 2016, cuando de ETA solo quedaba la pesadilla.
Desde entonces lo programas satíricos han contribuido a superar conflictos políticos de diversa índole, desde la Sentencia del Procés al terrorismo etarra. Ahora se enfrenta al fenómeno de la ultraderecha con las armas del humor.
Hoy, una década y media después, se podría afirmar que, como construcción política, Vaya Semanita cumplió una función catártica: la sociedad vasca logró desdramatizar el discurso de violencia a través de los mecanismos de la risa y, contra todo pronóstico, se salvó a sí misma. El resto es historia. Casi una década después de su estreno, el exsecretario de la ONU Kofi Annan aterrizaba en Euskadi para participar en la Conferencia Internacional de Paz de San Sebastián celebrada en el Palacio de Aiete. La organización terrorista recogió el testigo que muchos, en aquel momento no creyeron, y pronunció las imborrables palabras mágicas, “cese definitivo de la actividad armada”.
El humor, una herramienta de la política para hacer política
Sin embargo, con respecto a la victoria de Vaya Semanita cabe ser cautelosos. Tal y como afirma Carmelo Moreno, profesor de Teoría Política de la Universidad del País Vasco, “el éxito de este programa debe ser entendido, no como un triunfo del humor en sí mismo sobre la política, sino, sobre todo, el triunfo de un determinado discurso político para legitimar una determinada imagen de la política vasca en un momento histórico muy específico [el final de ETA]”. En otras palabras, el diseño de estos programas y su difusión en las cadenas públicas no son inocentes. En muchos casos responden a una estrategia política dirigida por determinadas élites que, a través de la instrumentalización de estos espacios televisivos, buscan reforzar unos discursos y deslegitimar otros.
En el caso de Vaya Semanita, los cambios más importantes tuvieron lugar en la segunda temporada, coincidiendo con las elecciones autonómicas de 2005. En dichos comicios, considerados un plebiscito sobre el Plan Ibarretxe, se mantenía un clima de malestar democrático y de baja valoración institucional de la ciudadanía vasca, tal y como recogen los datos del Euskobarómetro.
En este sentido, para el profesor de la UPV-EHU, “el humor pide ser visto sobre todo como una construcción política, elaborada con una finalidad politizadora más o menos evidente o implícita”. En este tipo de formatos soft news existe un alto grado de regulación mediática; prueba de ello son los intentos de control y ocultación de aquellos contenidos considerados especialmente incómodos. En mayo de 2014, la coalición EH Bildu denunció que EiTB y su entonces directora, Maite Iturbe, habían “decidido hacer desaparecer” de la web del programa un gag sobre puertas giratorias y políticos recolocados en empresas energéticas. Iturbe, que se lavó las manos ante la acusación de censura de los abertzales, se limitó a responsabilizar a la productora.
A pesar de esta aparente instrumentalización, lo que Vaya Semanita logró en un década fue impulsar el humor como agente de cambio, en un momento en el que Euskadi estaba marcado, en palabras del profesor Moreno, por “patrones informativos de extrema seriedad”.
El fenómeno Polònia puede ser a Vox, lo que Vaya Semanita fue a ETA
Mientras en Euskadi gobierna la risa, los guionistas de Polònia (Tv3) están indignados. Reconocen que durante años fueron considerados como el arma de destrucción masiva más potente de Catalunya. Pero desde que el exconsejero Enric Millo descubrió el Fairy, “todo ha cambiado”, asumen con ironía.
Polònia es mucho más que un programa de humor y sátira política. Es una “pequeña patria llena de locos”, como la define su director, Jaume Buixò. Desde hace 15 años su única misión es analizar desde el humor la realidad política catalana y española. En pocas palabras, “hacer reír”, como explica Queco Novell, uno de sus más ilustres habitantes.
"Teníamos ganas de ponernos máscaras y de elevar la clase política catalana a la categoría de 'star system' (de estrellas de la tele)”, reconoce Queco Novell sobre los inicios de Polònia
Sus números son escalofriantes. Solo con el Especial Postsentencia los polacos obtuvieron un 30,4% del share, una audiencia de más de 803.000 espectadores y un 68,3% de fidelidad según datos facilitados por la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. Las audiencias digitales confirman también esta meteórica tendencia. El mes pasado, Polònia se consagró como el programa más visto en A la carta, el servicio de vídeo bajo demanda de Tv3, con 194.000 usuarios únicos y 493.000 reproducciones. La prueba más evidente de la necesidad de humor que tiene la sociedad civil para encajar y superar épocas convulsas, como explica Queco, “Polònia es un prozac para la gente. La válvula de escape de los jueves por la noche”.
La presentació oficial #PolòniaTV3 pic.twitter.com/C6h4kJXFHJ
— Polònia (@poloniatv3) 21 de noviembre de 2019
Gran parte del éxito de Polònia se debe a la comodidad con la que todo el equipo trabaja. Al contrario de la polémica surgida con los gags de Vaya Semanita, Buixò reconoce no haber tenido nunca ningún problema de contenido con Tv3. “La libertad que nos deja la cadena desde hace años para hacer el programa es absoluta. Nunca nos han prohibido hacer o decir algo”, afirma. El director del programa matiza que los únicos problemas a los que se han enfrentado han llegado siempre “de fuera”, refiriéndose a la denuncia del sindicato CSIF contra el gag Poli Band que parodiaba una canción del último disco del grupo Manel.
En cambio, sí confiesa haber tenido estas dificultades en el ámbito de las cadenas privadas estatales: “Es verdad que cuando hemos trabajado en estas televisiones nos hemos sentido más incómodos”. En concreto, el programa Mire usté (Antena 3), considerado el embrión de Polònia, apenas estuvo un mes en antena. “No creo que exista un humor catalán y otro humor español. El humor es universal” afirma. “Creo que tiene más que ver con la dificultad de hacer el humor que hacemos y la libertad con la que lo hacemos en Tv3 que con otros factores”.
Para Queco, la decepción de Mire usté se debe por una parte a la inexperiencia de un equipo que comenzaba en el formato televisivo y por otra a la falta de cultura de humor político. “En esta época, la política era realmente aburrida. En España, o ganaba el PSOE o ganaba el PP y en Catalunya solo ganaba Pujol. En aquel momento, el país no estaba muy preparado para esto. Hoy existe El Intermedio pero entonces nadie hacía humor político”. Según fuentes de Atremedia consultadas, la decisión de suspender la emisión de Mire usté respondió, únicamente, a criterios de audiencia.
"La misión de los cómicos es mostrar al personaje tal y como es, subrayar la barbaridad o la mentira que haya dicho esa semana", subraya Buixò.
En los últimos meses, Polònia ha duplicado el número de sketches en los que se parodia a la ultraderecha, especialmente a Vox y al franquismo. “Lo que ha pasado con Vox a nivel de medios de comunicación es un escándalo”. Buixò reconoce que entre los guionistas aún existe cierto debate sobre si contribuyen de alguna manera a esa campaña de blanqueamiento creando personajes que los hagan simpáticos. “Al final llegamos a la misma conclusión a la que llegaron los late nights norteamericanos con Trump. La misión de los cómicos es mostrar al personaje tal y como es, subrayar la barbaridad, la excentricidad, la estupidez, la incoherencia o la mentira que haya dicho el personaje esa semana”.
En resumen, enseñar las vergüenzas de Vox. “Para mi no es lo mismo invitar a Abascal a un programa de plató y hacerle una entrevista como si fuera lo más normal del mundo, como si no pasara nada, con preguntas infantiles y blancas, que hacer un sketch político en el que intentas explicar las cosas que hace este partido como negar la violencia machista”.
Frente a la seriedad fanática de Vox se alza un Polònia que abandera la risa como arma de destrucción humorística. Su espejo fue un Vaya Semanita valiente y pionero que se atrevió a romper muros invisibles. Buen viento a la nación polaca. Buena mar al humor.
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