Huelga de taxis ¿Por qué la lucha de los taxistas no genera un apoyo social masivo?
Los incidentes violentos durante la huelga de taxistas, la mala fama histórica del sector y el debate sobre el avance de las nuevas tecnologías, unido a un servicio más barato como Uber y Cabify no ayudan a que el usuario empatice con una lucha más contra la peligrosa "uberización" de la economía y de las condiciones laborales.
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madrid, Actualizado:
"Creo que mi colectivo está perdido, somos luchadores, somos fuertes, pero estamos perdidos. Nos han mareado tanto que no sabemos qué hacer ya. Somos conscientes de que puede que nuestra actitud acabe empeorando más la situación, que nos llevemos mala fama y encima estas monstruosas empresas queden como las salvadoras, pero no os dejéis engañar, quieren hacer negocio, llevarse el dinero del país y reírse en nuestra cara. Les importa todo una mierda, son tiburones sin corazón". Son las palabras de Ángel, un taxista de 42 años hipotecado tras comprar su licencia que, ante la crisis que atraviesa su sector frente a la irrupción las multinacionales del transporte con conductor como Uber o Cabify, ha tenido a bien desahogarse en forma de carta a la redacción de Público.
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Desde hace casi una semana, el gremio de los taxistas ha vuelto tomar las calles de Madrid y Barcelona para exigir una regulación clara de estas empresas que operan con autónomos bajo licencias VTC. Un fenómeno que hace años explotó y que, enmascarado bajo el falso velo de la economía colaborativa y la ausencia casi total de normativa estatal, ofreció a los usuarios del taxi una alternativa más moderna y, sobre todo, más barata frente a un servicio público en manos privadas y quizás excesivamente regulado.
La lucha de los taxistas, autónomos hipotecados tras comprar por cientos de miles de euros una licencia con la que se ha ido especulando durante generaciones, o asalariados al servicio de empresarios del sector, lleva ya varios años instalada en la agenda mediática y generando un debate a favor o en contra de sus reivindicaciones. También a favor o en contra de los efectos de las nuevas tecnologías. No son pocos los que comparan las llegada de Uber con el cierre de los videoclubs tras la democratización de internet. Algo inevitable y a lo que los taxistas no han sabido o no querido adaptarse, afirman las voces críticas con el gremio del taxi.
"Seguimos viviendo del taxímetro cuando podríamos estar usando GPS y las nuevas tecnologías"
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Para Ángel, nuestro taxista, el problema es más complejo. "La excesiva regulación en nuestro sector nos impide adaptarnos a los tiempos que corren. Yo estaría encantado de dar una tarifa fija para cada destino, independientemente del tiempo. Seguimos viviendo del taxímetro cuando podríamos estar usando GPS y las nuevas tecnologías. No nos gusta ganar cuatro duros más por entrar en un atasco, lo que queremos es dar servicio", argumenta.
En efecto, la regulación del taxi les deja en una enorme desventaja competitiva frente Uber o Cabify, que ni siquiera tienen que pagar a los trabajadores, ya que son autónomos; que pueden reducir los precios —que en el taxi vienen fijados por los ayuntamientos— porque abaratan costes laborales y que ni siquiera pagan impuestos en España; ya lo hacen los propios conductores de VTC, junto a su cotización de autónomos.
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¿Privilegios o derechos?
Y ante el riesgo de perder su medio de vida, como cualquier trabajador, los taxistas han salido a la calle y se han puesto en huelga, generando episodios de tensión con la policía, cortes de carreteras e incidentes violentos con conductores de vehículos VTC. "La situación no es simple. La sensación que surge después de estas protestas es que tenemos un colectivo de taxistas que está defendiendo unos derechos adquiridos que mucha gente considera que no son justos o que son un privilegio que quieren mantener, impidiendo así el acceso al mercado de otros competidores que ofrecen servicios más baratos y de mayor calidad", resume el profesor de Economía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Manuel Alejandro Hidalgo, autor del libro El empleo del futuro. Un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral.
"La gente piensa que este colectivo intenta mantener un 'estatus quo' que no beneficia a los consumidores"
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Para este economista, el conflicto del taxi viene dado porque "hay trabajadores que ven que su medio de vida desaparece y se buscan el pan. No hay que ser frívolo con esto". Sin embargo, la "exagerada violencia" de algunos está generando aversión entre la sociedad que "con cierta base, ya de hace tiempo piensa que la competencia puede mejorar el servicio e incluso abaratar costes", algo que "si no se regula a tiempo, no va a pasar si las empresas que llegan arrasan con el mercado", advierte. "La gente piensa que este colectivo intenta mantener un estatus quo que no beneficia a los consumidores. Se está generando un rechazo cada vez mayor por esta razón", opina el profesor.
¿Me benefician las reclamaciones de los taxistas?
No obstante, ¿tendría que entender la sociedad las reivindicaciones de los taxistas? En resumen, las agrupaciones del taxi exigen que los vehículos VTC no puedan recoger a la gente por la calle sin volver a su base, que el cliente tenga que contratar con una hora de antelación el servicio, que los VTC no puedan recoger clientes en paradas de taxis o estaciones de tren y autobús ni en aeropuertos y que se respete la proporción (ya en vigor) de un coche VTC por cada 30 taxis; algo que ya es imposible de conseguir tras la barra libre de licencias de años anteriores. ¿En qué beneficia esto al usuario? Quizás en nada, pero las patronales del taxi entienden que sólo así se puede generar una competencia justa.
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En realidad, conviene recordar que la huelga de taxistas es, en realidad, un cierre patronal, no un paro obrero clásico. El conflicto, quizás por novedoso y por la naturaleza empresarial de la mayoría de afectados, queda fuera de la línea de actuación de los sindicatos tradicionales. "No es un conflicto tradicional si por tradicional entendemos “patrones contra obreros”. Si lo pensamos en términos de vivienda, lo que hay son inquilinos por ambos lados: hipotecados en el taxi, pero también rentistas y, en el otro lado, tenemos un fondo que compra edificios enteros, que son Uber y Cabify", explica el sociólogo Jorge Moruno, autor del ensayo No tengo tiempo. Geografías de la precariedad (Akal).
Aún así, sindicatos como CCOO han querido dejar clara su postura ante una movilización que, de momento, sólo les atañe de forma tangencial. "No estamos dispuestos a tomar partido de intereses empresariales de unos u otros, de dilucidar quién es el bueno y quién el malo. Sólo a garantizar condiciones laborales decentes y modelo de servicio público. Y para eso existen pocas voluntades por parte patronal y parece ser que de las Administraciones", responde Mario Martín, secretario general del sector de Carretera y Logística de CCOO, que recuerda que los sindicatos han defendido internacionalmente la regulación clara de las licencias VTC.
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Autónomo contra falso autónomo
"El origen real del conflicto es la nueva fórmula de plataformas digitales, que se presentan formalmente como meros intermediarios entre cliente y prestador del servicio, precarizado bajo la figura de falso autónomo. Estas plataformas, como Uber o Cabify, aprovechan la desregulación o regulación deficitaria para explotar nuevos ámbitos de mercado, del que sacan un jugoso beneficio, involucrando a empresas, clientes y competencia en una batalla de la que las propias plataformas se abstraen", lamenta CCOO.
Entre quienes consideran que la lucha de los taxistas es justa, lo que realmente subyace va mucho más allá del mantenimiento de un sector que ha sido cuasi monopolístico durante décadas y, por ende, aletargado ante un cambio tecnológico que le ha cogido con el pie casi totalmente cambiado. "Para estar a favor de sus reivindicaciones tienes que hacer un ejercicio de análisis de hasta dónde se están perdiendo derechos sociales y laborales con la entrada de nuevos actores sin regulación en ese sector. Y a las nuevas generaciones, sin querer generalizar, parece importarles más el precio final que cualquier otra cosa", afirma Martín.
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La actitud no es de extrañar en un mundo en el que los consumidores son tan precarios como quienes les proveen de bienes y servicios. Lo que ya ha llegado para quedarse, si no hay un giro político y social que lo frene, se llama "uberización" de la economía. No es nada nuevo. De hecho es puro neoliberalismo adornado con una aplicación informática intuitiva y accesible. Y Uber no ha dejado pasar la ocasión de darle la vuelta a la tortilla en un e-mail que ha enviado a sus usuarios este jueves. "Lamentablemente, lo que has oído es cierto. Si el Gobierno de la Generalitat [de Catalunya] aprueba las restricciones que ha anunciado, el servicio de UberX no será viable en Barcelona. La propuesta de Uber es una ciudad en la que convivan todas las alternativas de movilidad y en la que seas tú el que elija libremente", reza el correo.
"El objetivo de Uber no es liberar a la sociedad de carga de trabajo, sino reducir el trabajo pagado"
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Cuando Uber habla de libertad de los consumidores para elegir entre opciones, lo que quiere decir realmente es liberalismo económico, puro y duro, sin intervención de la Administración en una situación en la que parten con clara ventaja. Por eso, el sociólogo Moruno considera que la apuesta de transición "debe ir más allá de la defensa de lo existente. Esa es la mejor forma de impedir que se blanqueé a Uber, cuando además su expansión en las ciudades de EEUU ha provocado que el tráfico empeore".
La pregunta que lanza es compleja: "¿Cómo ir saliendo del modelo de licencias sin caer en la selva de la "liberalización" Esa es la "tercera pastilla" que necesitamos para desinstalar el discurso que coloca la frontera entre quienes quieren avanzar —la luz eléctrica— y quienes se resisten a ello —los fabricantes de velas—; modernidad y retraso. Ese discurso, al asociar necesariamente la tecnología con una forma concreta de aplicarla, hace pasar por natural lo que es social y genera una división entre quienes están en contra y quienes están a favor de la tecnología", argumenta Moruno.
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¿Avance y retraso o democracia y servidumbre?
"Lo cierto es que el objetivo de Uber no es liberar a la sociedad de carga de trabajo, sino reducir el trabajo pagado; por eso a mediados del siglo XIX todavía se utilizaba a mujeres en lugar de a caballos para sirgar en los canales, porque mantener a un caballo era más costoso. Falta un planteamiento que sobrepase a los actores bajo una idea más amplia que nos implique a todos. No es avance contra retraso, sino democracia contra servidumbre. No es sólo algo que compete a taxis y VTC, sino un problema político en torno al modelo de movilidad que hace falta en la ciudad del siglo XXI. Se puede plantear una regulación que garantice la fiscalidad, los derechos laborales y sostenibilidad para quien quiera operar, sin descartar pensar en modalidades de una flota municipal", ilustra Moruno.
"Regular bien impide que lleguen grandes empresas, barran con el mercado, impongan los precios y malas condiciones laborales"
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¿Deberían ser conscientes los clientes de Uber y Cabify de las implicaciones de darle al botón en su smartphone? "Es como el reciclaje, todo el mundo piensa al no reciclar que no pasa nada porque ya lo hace todo el mundo. Que tenga que coger un transporte y tenga que pensar por qué es mejor el taxi que Cabify es muy complicado, así que hay que lograrlo de otra manera. Eso pasa por regular bien y evitar que lleguen grandes empresas, barran con el mercado, impongan los precios y también condiciones laborales que, en teoría, no encajan en la parte occidental de Europa", opina el economista Hidalgo. También considera que las Administraciones se han ido "pasando el marrón de regular" complicando más el conflicto y generando más rechazo social hacia unos taxistas.
Moruno, sin embargo, devuelve la pregunta: "¿Es consciente de las implicaciones el usuario que compra en Amazon, pide a Deliveroo, coge vuelos con Ryanair y se aloja en Airbnb? No creo que sea una cuestión de conciencia sino la realidad material de una situación que concuerda con transformaciones más amplias del papel del trabajo en la sociedad y con las necesidades y requisitos que demanda una economía financiarizada. Con las dificultades que esto tiene en una fuerza de trabajo a la que le cuesta obtener ingresos necesarios y suficientes. Es un ciclo relacional que se retroalimenta cuando se pagan bajos salarios y se ofrecen servicios baratos a otros precarios". Traducido, una rueda de la que formamos parte y en la que siempre perdemos, queramos o no.
Mientras tanto, Ángel, el taxista desesperado, seguirá en huelga un día más, a la espera de la reunión entre el Gobierno madrileño y el Ayuntamiento de la capital. Seguirá temiendo que la competencia desigual de Uber y Cabify de al traste con sus planes de pagar el crédito de la costosa licencia que compró a un vecino taxista que se jubilaba cuando él se fue al paro. Pero, aunque sea difícil pensar ante la vorágine de precariedad y consumo low cost, Ángel pide un poco de reflexión. "Si quieres un mundo justo, no nos olvides, no pienses que esto no va contigo, esto es mucho más que una guerra del taxi, es una lucha por la dignidad y la justicia. No te dejes engañar y manipular. Por encima de todo sesgo político y subjetivo de todos los medios de comunicación, somos personas como tú. Todavía no es tarde. Esto no va de rojos y azules, va de que algunos se ponen morados mientras nos quedamos sin blanca", sentencia.