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Facebook "Para levantar una red distinta a Facebook necesitas el apoyo del Estado"

Ekaitz Cancela publica un libro en el que narra la derrota de la democracia frente al capital y analiza la tecnología que nos afecta en nuestro día a día. 

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Ekaitz Cancela, autor de 'Despertar del sueño tecnológico. Crónica sobre la derrota de la democracia frente al capital'. FERMIN GRODIRA.

madrid,

Ekaitz Cancela (Barakaldo, 1993) busca en su último libro Despertar del sueño tecnológico. Crónica sobre la derrota de la democracia frente al capital (Akal, 2019) analizar la tecnología que nos condiciona nuestro día a día desde otro punto de vista. En vez de centrar la mirada en los efectos que tiene en nosotros como consumidores, Cancela cambia el foco a los medios de producción y su intersección con la inteligencia artificial, el capitalismo digital, la esfera pública, nuestra pretendida democracia y los medios de comunicación. A través de largas frases subordinadas que denotan una falta de edición, en Despertar del sueño tecnológico, Cancela lanza un carga de profundidad contra las bases capitalistas que rodean y nutren el ecosistema digital creado por las grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley.

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Para realizar esta crónica del capitalismo tecnologizado actual, Cancela ha bebido principalmente de tres autores: Karl Marx para el siglo XIX, Walter Benjamin para el siglo XX y Evgeny Morozov para el “breve” siglo XXI. La erudición de su autor se resalta con un mero dato: 407 notas a pie de página en 444 páginas. En una época donde el tiempo de elaboración de un libro parece ser inversamente proporcional a las de sus ventas, Cancela ha dedicado dos años para elaborar un ensayo que trata de mirar la tecnología y los medios de comunicación desde una perspectiva inédita en el mercado editorial español.

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A fallback.

¿Qué papel ha jugado la intervención estatal y las subvenciones en el desarrollo de las tecnologías de la información?

Silicon Valley no es una creación mágica. Antes de que surgiesen estas grandes empresas, en Estados Unidos se vio un proceso de privatización enorme de las telecomunicaciones y de liberalización de ese mercado con el objetivo de ganar una guerra militar y económica: la Guerra Fría. Las infraestructuras sobre las que se asentaban eran de control público, se privatizaron y comenzaron a explotarlas compañías privadas. Los modelos de negocio de esas empresas se basaban en cobrarte por usar su infraestructura. Silicon Valley se empieza a asentar de otro modo, a través del modelo de la publicidad ya existente. Este modelo publicitario de manera histórica está orientado al mercado, pues busca espolear el consumo y no generar ningún tipo de conocimiento más amplio sobre la existencia de los ciudadanos en el mundo.

Ese proceso de privatización que se inició con las telecomunicaciones es el modelo de negocio privado sobre el que se levantan las redes con las que nos comunicamos. La cuestión es si puede haber una democracia cuando toda la infraestructura sobre la que nos comunicamos está eminentemente dirigida a manipular a las personas para encaminarlas hacia el mercado. Con tantos datos capaces de mercantilizar cada vez más áreas de la vida estamos ante una práctica de poder autoritaria. No hay libertad para escoger una alternativa a la forma mercantil.

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Y de repente llega la última batalla en esta guerra tecnológica entre Estados Unidos y China: la lucha por la hegemonía sobre el 5G…

Requerimos de una fuerza computacional tan grande para conectar en todo momento a las personas con la economía y con el mercado que se necesitan estas redes de 5G. China la puede ofrecer a un coste muy bajo y es complicado competir con Huawei o con la capacidad del Estado chino de beneficiar a su industria frente a la competencia de las empresas privadas. Estados Unidos ha dependido de la liberalización y por eso no podrá regular a Silicon Valley. “Si divides mi negocio cualquier firma china va a entrar y se va a hacer con el mercado,” le diría Silicon Valley. Esto es lo que permite a Facebook justificar su ‘criptomoneda’ Libra, ya que WeChat y Alibaba, ambas compañías tecnológicas chinas, ya han sacado sus sistemas de pago digitales.

Hay sectores políticos en Estados Unidos, incluso el cocreador de Facebook Chris Hughes, que abogan por dividir los gigantes de Silicon Valley y aplicar las leyes antimonopolio. ¿Es una posible solución?

No comparto las aproximaciones neoclásicas sobre la competencia. Mi posición es más heterodoxa: trato de ver cómo ha cambiado el mundo en estos diez últimos años y si buena parte de las categorías que utilizamos son válidas. Antes podía haber monopolios ferroviarios porque había una infraestructura para que los trenes y las mercancías circularan en un mundo menos conectado. Lo que tenemos en la actualidad son infraestructuras y mercancías muy distintas. Ahora lo que circula es información y lo hace mucho más rápido. Además, el tren no estaba diseñado para que los usuarios pasaran toda su vida en un tren sino sólo los transportaba de un sitio a otro. Facebook está hecho para que no salgas nunca y tiene un poder político y de mercado distinto. No creo que podamos acabar con Facebook como lo habríamos hecho con otro tipo de empresa hace cien años. Necesitamos recuperar esa infraestructura y entenderla como un bien público.

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Tenemos el precedente de la desmembración del monopolio de Standard Oil en 1911, que controlaba desde la producción del petróleo, su distribución y venta final

Puedes partir a Facebook en tres pero seguiremos teniendo un sistema capitalista que atrapa a los usuarios en tres plataformas, no en una. De acuerdo, ¿pero queremos romper a Facebook para tener un sistema capitalista un poco más sano o queremos pensar en políticas públicas alternativas más ambiciosas para plantear un modelo distinto? Yo no quiero que haya gente que pase tiempo de su vida consumiendo basura en Facebook. Quiero que las redes de comunicación contribuyan a crear un conocimiento distinto, no a desinformar.

¿Cree que el giro a la izquierda del Partido Demócrata respecto a Silicon Valley tras la derrota de Hillary Clinton se debe al uso de Facebook por el Partido Republicano y el papel que tuvo en las elecciones de 2016?

Viene un poco por la tradición rooseveltiana de la política estadounidense. Creen que porque en un momento de la historia se hizo un New Deal, ahora se puede hacer un New Deal On Data o un Green New Deal. No están entendiendo 2019 como una época distinta de 1930. Lo que vemos ahora es una versión socialdemócrata un tanto oportunista porque da votos meterse con las big tech. Ese debate público basura ha dado lugar a dos polos izquierda y derecha problematizando a las big tech pero ninguna diciendo de manera clara cuál es el papel que tienen en el capitalismo estadounidense. ¿Quién va a tener el valor de decirle a Amazon o Alphabet, la matriz de Google, que la vas a partir? ¿Y si la partes quién va a ocupar ese lugar? Bajo la economía capitalista va a ser China. ¿Va a hacer Estados Unidos una propuesta que sea realmente anticapitalista y va a cambiar su política económica? ¿Le van a dejar los poderes que hay allí? Yo creo que no. Por eso Estados Unidos no es un lugar donde fijar nuestras nuestras esperanzas políticas. En Europa creo que hay una tradición política más amplia.

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¿Qué pueden hacer los países europeos contra las big tech estadounidenses?

Evidentemente no vas a cerrar el motor de búsqueda de Google. Muchas de las empresas francesas y alemanas tienen contratos en materia de ciberseguridad principalmente con Amazon Web Services o con Google Cloud. Se trataría de decirle a Estados Unidos, cuyas empresas tecnológicas ganan una gran cantidad de dinero gracias a contratos gubernamentales, que vas a cancelarlos y a utilizar ese dinero en invertir para que haya empresas europeas, tal vez públicas. Bruno Le Maire, el ministro de Economía y Finanzas francés, ya ha dicho que no quiere que las compañías francesas tengan negocios con las empresas estadounidenses. Ya hay una mínima respuesta comercial europea en el plano tecnológico. Si empieza a haber una movilización fuerte en un país pidiendo que las empresas estadounidenses dejen de llevarse contratos de seguridad de los gobiernos europeos, igual tienen que hacerlo. Sufrirían Facebook y Trump y habría capacidad para utilizar la política comercial porque Europa es un mercado muy importante.

En torno al año 2011, en el contexto de las primaveras árabes y el 15-M, hay una visión hegemónica, al menos desde cierta izquierda, de que las redes sociales como Twitter son herramientas de movilización e información militante.

Debemos entender que no fueron la redes quienes trajeron el 15-M o las primaveras árabes. Por sí misma, la gente tiene capacidad y ganas de cambiar las cosas. Claro que utiliza las herramientas a su disposición para protestar o reunirse. Que estas tecnologías por sí mismas empoderen a las personas es una ilusión que vivimos de manera momentánea debido a la propaganda de las empresas que las controlan. Esos bancos contra los que los indignados protestaban gracias a las tecnologías digitales ahora también dependen de ellas, pero para un uso distinto. Repsol depende del machine learning de Google para hacer más eficiente la extracción de petróleo; Telefónica depende de Amazon, Microsoft y Google para ofrecer servicios cloud a sus clientes; el Santander o BBVA dependen de los sistemas de pago de estas empresas, que se han introducido en la vida de sus clientes gracias a los teléfonos móviles. Todo el IBEX 35 depende de Silicon Valley.

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Ahora la visión es casi la contraria: las redes sociales disgregan la acción política colectiva y favorecen la extrema derecha y del discurso del odio. ¿Cómo hemos pasado del tecnooptismo al tecnopesimismo en menos de 10 años?

Toda la fuerza de las primaveras árabes y el 15-M no las creó Facebook, era gente que tenía un problema político real y Facebook sirvió de manera momentánea como una herramienta para disputar una lucha política. Cuando esta la lucha la ganan las élites y la pierde la estrategia política de un partido de izquierdas, entonces aparecen en la sociedad las fuerzas de extrema derecha. ¿Y qué les impide utilizar estos medios de comunicación? Una vez pierdes la batalla, el neoliberalismo sigue su curso.

En el 15-M, además de webs como tomalaplaza.net, se lanzó una red social propia alternativa a Facebook y Twitter llamada N-1, que nació y murió con el movimiento de los ‘indignados’.

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En el 15-M, además de webs como tomalaplaza.net, se lanzó una red social propia alternativa a Facebook y Twitter llamada N-1, que nació y murió con el movimiento de los ‘indignados’.

A mí las intervenciones tecnopolíticas se me quedan muy cortas porque es una forma de utilizar una tecnología distinta, pero no afrontar de ningún modo el sistema capitalista que hay detrás. La tecnología no debe estar orientada a que unas pocas firmas disparen la rentabilidad y mucho menos a eliminar a la fuerza de trabajo sin darle nada a cambio. Sin una política distinta detrás, las otras herramientas que utilizara el 15-M tenían los días contados. Para levantar una red distinta a Facebook y tener servidores propios necesitas el apoyo de un Estado que facilite los medios de acceso a la inversión, pero después debe retirarse y dejar a los ciudadanos solucionar sus problemas de manera distinta. Esto es el cambio institucional que se reclamaba en 2011. El 15-M no era sólo una cuestión tecnológica, sino de poder. Podemos no lo entendió.

Dices en el libro que los medios de comunicación “cumplen con su nuevo cometido histórico para servir a los planes de acumulación de clase dominante”. ¿No lo hacían ya?

Los medios de comunicación siempre han servido a la clase dominante. ¿En qué sentido ahora hay algo distinto? Básicamente, la infraestructura sobre la que operan. Antes había una infraestructura que era una imprenta, ahora es un teléfono móvil. Creo que eso cambia radicalmente el papel de los medios, pero también la economía, la política y todo lo demás. La estructura económica se ha transformado, pero también podemos movilizarnos políticamente para influir en el desarrollo de la tecnología. No quiero que esa responsabilidad recaiga en capitalistas como Google, Facebook o Amazon. Los medios fueron una de las primeras herramientas de la burguesía ilustrada de la época moderna y los primeros en perecer en la actualidad. Por otro lado, el poder público que ejercían los periodistas en la esfera pública durante la modernidad ha quedado reducido a cenizas.

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¿Cómo ha afectado el dominio de Silicon Valley a la libertad de prensa y de expresión?

Afecta al concepto de libertad de expresión porque quien lo garantiza es una empresa privada, quien solamente tiene la obligación de garantizar la rentabilidad de sus operaciones a largo plazo. Al establecerse como el mediador básico de esta infraestructura, Facebook tiene una gran capacidad para determinar quién accede a la esfera pública y quién no, qué discurso se escucha y cuál no. Además, ha convertido la libertad de prensa en un servicio y de algún modo la ha mercantilizado. Si quieres sobrevivir en su ecosistema tienes que competir produciendo muchos artículos y por tanto reduciendo su calidad. Por otro lado, dado que acelera buena parte de los tiempo de producción periodística, tú puedes ser muy independiente para elegir lo que publicar pero no de los tiempos que tienes para hacerlo.


Al comienzo de los 2000 explotó la burbuja de las puntocom y parece que se ven síntomas de agotamiento de la industria de los datos personales. ¿Cree que estamos ante una burbuja de los datos que va a explotar?

No hay una burbuja sino una pirámide de Ponzi, una estafa. Eso es Uber o WeWork. Cada año sus inversores les dan una cantidad de dinero similar al que pierden. Aunque estas empresas no sean rentables, el capital requiere de tener dinero circulando porque o circula o el sistema se cae. Arabia Saudí ganó mucho dinero de la crisis del petróleo, después comprando deuda y ahora todo ese dinero que ha ganado lo tiene que seguir reinvirtiendo en la industria tecnológica. No sé si en cinco años habrá explotado todo esto o los jeques serán mucho más ricos y el mercado de los yates de lujo se disparará. La pregunta es si queremos que el desarrollo tecnológico en áreas como la inteligencia artificial se base en quemar tantísimo dinero procedente de unos millonarios o si preferimos iniciativas locales mucho más baratas y con un retorno público mucho mayor.

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Dedicas un capítulo entero a derribar “el mito de la inteligencia artificial capitalista”.

Trato de trazar los límites entre el consumo y la producción, de observar cómo la explotación comercial de internet ha derivado en que unas cuantas empresas abarquen ambos puntos. ¿Google o Amazon quieren espiarme o le interesa tener sistemas de reconocimiento de voz mucho más refinados para después ofrecer servicios en la nube de manera mucho más precisa? ¿Quiere espiar el gobierno chino a sus ciudadanos o que sus empresas tengan una base de datos enorme, entrenen a los sistemas de reconocimiento facial y luego ofrezcan esos servicios a los gobiernos europeos supuestamente democráticos? En este sentido, el último invento del consumismo son los altavoces inteligentes, donde estamos constantemente atados a ese ecosistema acústico que extrae datos de nosotros. Intento decir que la inteligencia artificial no es una creación mágica, sino que existen distintos tipos de explotación detrás de su desarrollo. Es es el mito de inteligencia artificial. Se acabó el consumo, acaba de llegar la producción. Cuando la tecnología ahorre los costes de producción, una serie de personas se quedarán en la calle.

El ejército industrial de reserva del que hablaba Karl Marx en El Capital.

O “población emprendedora sobrante”. Nuestra generación ya está experimentando esa violencia. La precariedad es en cierto modo la exclusión del mercado laboral de toda una generación porque como cada vez eres menos necesario como fuerza de trabajo se te puede pagar menos. Eso ya es violencia para mí. La precariedad es el paso previo a la automatización.

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¿Qué opina de la frase “Si algo es gratis, el producto eres tú”.

Eso da entender que eres únicamente consumidor. Esto es un ecosistema sensorial compuesto de datos que estas empresas explotan del mismo modo que las energéticas las tierras de América Latina. La diferencia es que recopilan datos para ver cómo nos utilizan mejor como productores y consumidores.

¿Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo, como dijo Audre Lorde?

Si entendemos herramientas como herramientas de producción, entonces puedes politizar la tecnología. Si ves la tecnología como un medio de producción puedes dejar de proponer alternativas en el plano del consumo, que es lo hacen voces de la tecnopolítica cuya ambición suprema es utilizar Tor. Yo lo que quiero es que ese instrumento de producción genere una serie de beneficios para la sociedad y se repartan. ¿Se puede utilizar el medio de producción? Sí, coge a esa tecnología y politízala para pensar formas distintas de sociedad y de economía. Planifica la economía de manera automatizada, reduce el peso del mercado y del Estado, utiliza la tecnología para descentralizar los procesos de decisión y de planificación y por tanto acabar con el Estado y con el mercado a la vez. Por otro lado, la tecnología se puede usar para mejorar la coordinación social y los servicios públicos.

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¿Qué le dirías a quién ha llegado a esta entrevista a través de Google o Facebook?

Pedidle a vuestros líderes políticos de izquierda que tengan un plan industrial. Exigirles eso antes de votarles, no que se metan con la casta. También les diría lo bonito que una entrevista pausada como esta pudiera darse en una televisión pública o en un espacio donde se pueda debatir y charlar más de lo que te permite hacer scroll cinco veces en el teléfono. Se han quedado muchas cosas en el tintero. Estaría bien que hubiera un ecosistema de comunicación que abra espacios a cualquier persona que trata de generar conocimiento.

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