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Estrella Galán (Cear) "El acuerdo europeo para acoger a los refugiados era muy fácil de incumplir"

La secretaria general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Estrella Galán, explica en esta entrevista cómo se ha desarrollado el fallido programa de reubicación y reasentamiento de solicitantes de asilo y qué consecuencias está teniendo su incumplimiento por casi todos los países de la UE

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La secretaria general de CEAR, Estrella Galán.- CEAR

MADRID, Actualizado:

A un día para que cumpla el plazo dado por Bruselas para que los Estados de la Unión Europea acogieran a un total de 180.000 refugiados, Europa suma otro fracaso a su lista. El programa de reubicaciones (refugiados llegados a Grecia e Italia) y reasentamientos (refugiados procedentes de campos de Jordania, Líbano y Turquía) puesto en marcha en 2015 apenas ha llegado al 30% de cumplimiento de cuotas. Mientras las personas refugiadas siguen huyendo de la guerra y la inseguridad por vías cada vez más peligrosas.

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Este lunes, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), explicará las causas de este fracaso y las medidas que pueden tomarse para continuar ayudando a quienes intentan huir de la violencia. Antes, su secretaria general, Estrella Galán, repasa en esta entrevista las "trampas" que este programa de reubicación y reasentamiento contenía, los cambios que ha ido sufriendo a lo largo de estos dos años y lo barato que, por el momento, le ha salido a los países incumplir sus compromisos. 

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Casi ningún país de la UE ha cumplido las cuotas de asilo asignadas ¿Qué valoración hacen de los resultados de este programa?

Claramente son cifras de vergüenza. Ponen de manifiesto la falta de voluntad de los Estados para asumir un compromiso de colaboración para aliviar la situación en Grecia e Italia. Sea cual sea el porcentaje de cumplimiento individual, son cifras de acogida ínfimas.

España era el tercer país que más refugiados tenía que acoger, ¿en qué medida ha cumplido?

Sólo con un 11% de la reubicación y el reasentamiento de refugiados. Está muy a la cola de la UE y siempre ha estado muy lejos de ser un país de asilo. Una vez más, hemos demostrado no estar a la altura ni tener un compromiso firme ante una crisis humanitaria.

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El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, lo achaca a que, por ejemplo, en Grecia, no hay refugiados con el perfil que dicta Bruselas para entrar en el programa, ¿cómo es esto posible cuando hay cinco millones de refugiados sólo de Siria?

Esa situación concreta pone en evidencia el fracaso de los acuerdos porque ya planteaban una discriminación por nacionalidad. Eso vulnera lo recogido en la Convención de Ginebra, que prohíbe la discriminación por nacionalidad a un posible solicitante de asilo. Se indicaba la necesidad de que las nacionalidades que participasen del programa superasen una tasa de reconocimiento de protección internacional del 75% de media en el conjunto de los Estados miembro. Es decir, un 75% de las solicitudes de asilo de las personas de un país tenían que ser aprobadas antes del programa para que pudieran acogerse a él. Eso supone un obstáculo importante para muchas nacionalidades.

Por ejemplo, se ha dejado fuera del programa a los refugiados de Irak y Afganistán. Porque en países como Hungría sólo se aprueban un 17% de las solicitudes de los iraquíes y un 19% de los afganos. Mientras, en Suiza se aceptan el 80% de los solicitantes iraquíes y el 91% de los afganos. Si hay tanta diferencia de criterio entre un país y otro con una nacionalidad que responde a un perfil claro de protección internacional, queda patente que las medias entre todos los países para entrar o no en este programa son en sí mismas fallidas. Es una incoherencia que refleja la necesidad de un sistema común de asilo a nivel europeo.

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Además de esta discriminación, la UE pagó a Turquía para que frenase las llegadas de refugiados a Grecia. ¿Qué consecuencias ha tenido este acuerdo?

A nivel del programa, que tenía una duración de 24 meses, supuso un cambio de reglas en mitad del partido. Este pacto buscaba cerrar la ruta entre Turquía y Grecia. Los Estados de la UE, de forma unilateral, pasando por encima del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo, firmaron con Erdogan excluir del programa de reubicación a todas las personas que llegaran a Grecia después de firmar el acuerdo, el 20 de marzo de 2016. Hay que recordar que no es un acuerdo UE-Turquía, sino una declaración firmada por los países de la UE a título individual.

Y, a nivel humanitario, más allá de cifras y cuotas, ¿qué ha ocasionado a las personas que huían de la guerra por esta vía?

Se han quedado atrapados allí y su estado de salud se está deteriorando enormemente. Las personas que nos llegan a España desde Turquía vienen en estados de salud lamentables, incluso extremos. No sólo físicos, también psicológico. Allí viven sin perspectivas y sin posibilidad de integración, porque en Turquía no hay un marco que reconozca condiciones similares a las de España para los solicitantes de asilo. Sus condiciones son precarias e inadecuadas, más aun teniendo en cuenta que muchos de ellos se quedan allí porque Europa ha externalizado esa responsabilidad a Turquía a cambio de una cuantiosa cifra: 6.000 millones de euros.

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¿Cree que el programa estaba abocado al fracaso antes de ponerse en marcha?

Ha sido un programa tramposo desde el principio. Era un compromiso cuyo incumplimiento no tenía previsto sanciones. Ha sido muy laxo. Hoy aún desconocemos si la Comisión Europea o el Consejo van a sancionar a los Estados que no hayan cumplido. Es un incumplimiento que les ha salido muy barato.

Por otro lado, se ha permitido a los Estados elegir a quien acoge en función de criterios individuales. Ha habido países que han puesto obstáculos a la acogida de los perfiles más vulnerables, que se han negado a acoger a personas con graves enfermedades, discapacidad e incluso a menores no acompañados. En este punto hay que destacar que España ha sido uno de los países que más perfiles vulnerables ha acogido, pero a nivel global, este programa ha retratado la falta de solidaridad de algunos Estados.

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Es difícil entender que las cuotas sean obligatorias si no hay sanciones. ¿Qué puede pasarle a España por no cumplir?

De momento nada, porque no ha habido decisiones en este sentido. Está muy claro que las cuotas de acogida son de obligado cumplimiento. Así lo dice la Comisión Europea en su último informe, del mes de septiembre. Habla de “obligación jurídica” de los Estados y, lo que es más importante, especifica que esta responsabilidad no acaba en septiembre, por lo que el programa sigue en vigor después del día 26 hasta cumplir las cuotas.

¿Se puede considerar a algún país europeo un modelo de acogida? ¿Alguien ha estado a la altura en esta crisis humanitaria?

Es difícil encontrar alguno. Los que han cumplido sus obligaciones son países con cuotas muy bajas, como Finlandia, Luxemburgo, Lituania o Suecia. Alemania ha sido una bandera a la hora de tomar una decisión firme. Es el que país que más reubicados y reasentados ha acogido, unos 9.500. Pero tampoco ha cumplido con las cuotas asignadas. Por otro lado, hay que reconocer también el esfuerzo de Grecia e Italia, que siguen soportando el peso de las llegadas.

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¿Se puede decir que ha sido un fracaso por partida doble? No se ha cumplido el objetivo ni en número de acogidos ni en 'alivio' a las llegadas a Grecia e Italia

Sí. No ha habido ni una sola medida para poner en marcha vías legales y seguras para que los que huyen del peligro lleguen hasta Europa, que es lo que pedimos desde el principio. Todo se ha vinculado al cierre de fronteras y a una supuesta solidaridad con los Estados que soportaban la mayor parte de llegadas. Grecia, al ser frontera con países fuera del espacio Schengen, era un territorio perfecto para convertirlo en una ratonera de refugiados. Y así lo han hecho.

Es que ni siquiera se ha dado solución a un problema interno, de países de la UE que tiene un problema, y creo que sienta un peligroso precedente: si en el futuro un país necesita del apoyo que han requerido Grecia e Italia, ellos podrán decir nadie les ayudó cuando lo necesitaban.

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Ha habido más de cinco millones de refugiados sirios. El programa está destinado a una parte ínfima, 180.000 personas. ¿Europa ha aliviado en algo la crisis o ha sido teatro?

Viendo las cifras de los países del entorno de Europa donde están los refugiados, podemos decir el primer mundo, incluyendo EEUU y Canadá, sólo soportamos el 15% de las personas refugiadas que en estos momentos están fuera de sus países. El 85% restante está en países limítrofes, en vías de desarrollo, como Jordania, Turquía, Líbano y otros de Oriente Próximo.

Ante el cierre fronteras, los refugiados buscan nuevas rutas para llegar a lugares seguros. Siguen llegando lanchas a Grecia, ¿cuál es la situación de los campos de refugiados allí?

Es desesperante. Las personas que están en las islas griegas sufren una incertidumbre absoluta. Se han convertido en grandes cárceles donde los refugiados, además de no tener esperanza ni perspectiva ni calidad de acogida, están en circunstancias de incertidumbre absoluta. No saben que van a hacer con ellos, si les dejaran allí, si los llevarán a Atenas o si los expulsarán a Turquía.
Todo esto genera un deterioro enorme de la convivencia. Las islas son muy pequeñas y la población local lleva mucho tiempo viviendo esta circunstancia. Lo que parecía provisional para atajar una situación puntual se ha convertido en algo crónico, y ha habido brotes de racismo y xenofobia entre la población hacia los campos de refugiados. También ha habido un deterioro de la salud de los refugiados, incendios y motines en los campamentos. Hay inseguridad a nivel general. Es una bomba de relojería provocada por Europa, por sus Estados, y desgraciadamente el enfoque sigue siendo miope, cortoplacista y de cierre de fronteras.

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Como cortina de humo, siempre se dice que todas las actuaciones se hacen para luchar contra las mafias del tráfico de personas, pero la única forma de desmontar estas mafias es con vías legales y seguras para que las personas no tengan que recurrir a medidas desesperadas para huir sin poner en peligro sus vidas.

La distinción entre refugiados e inmigrantes económicos ha sido muy marcada durante los últimos años, sobre todo en Italia. ¿A cuántas personas que huyen de la persecución y la guerra en el África subsahariana se les está negando el derecho de asilo?

Ése es un mensaje intencionado. Si miras la hemeroteca podrás comprobar que durante un tiempo largo se hablaba de avalancha de inmigración irregular que llegaba a Europa. A partir de la muerte del niño Aylán se empezó a hablar de refugiados y, tras el acuerdo con Turquía, vuelve a cambiar al de inmigrantes irregulares. Es una manipulación que trata de hacer ver a la opinión pública que cualquier flujo migratorio es inmigración ilegal. Las personas que llegan hasta nuestras fronteras, da igual de dónde vengan, tienen derecho a solicitar protección internacional sin importar su nacionalidad. Es lo que dicen los convenios internacionales.

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Son muchas las personas de origen subsahariano que huyen del horror de Boko Haram en Nigeria o de las guerras en República Centroafricana, Mali o Sudán del Sur. Por eso no hay que hablar de inmigrantes sino de personas en tránsito que no pueden formalizar su derecho a solicitar protección.

¿Cómo recordarán los refugiados a Europa dentro de unos años?

A muchos les gustaría escribir esta historia con tinta invisible, porque va a ser muy vergonzosa la interpretación que se hará de este fenómeno en el futuro. Pero la tinta invisible no existe, los refugiados van a recordar la peor cara de Europa.

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