El estigma con el que viven quienes desarrollan adicciones: "Es una ruleta rusa"
A lo largo del tiempo muchas personas han sido criminalizadas y estigmatizadas por enfrentar una lucha interna contra la adicción, siendo frecuentemente señaladas como responsables de diversos problemas sociales.
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madrid,
Cuando Óscar era adolescente ya sentía cierto interés por el cannabis. La primera etapa era una luna de miel, una fase de enamoramiento. Pasaban los años y poco a poco se convertía en algo más complejo.
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"Si yo hubiera sabido que 25 años después de consumir por primera vez iba a acabar en un centro de desintoxicación, nunca lo habría hecho" afirma. "Cuando tenía 14 años, ya empecé a coquetear un poco con los porros, ya sabes, de fiesta, con los amigos, está muy normalizado" añade.
Es una edad peligrosa en la que la personalidad no está formada y los gustos aún están por definirse. La última edición del informe EDADES sobre el alcohol y otras drogas en España, con datos de 2024, refleja la percepción del alcohol como una sustancia menos peligrosa.
El 47,5% de los estudiantes de entre 14 y 18 años admitió haberse emborrachado alguna vez en la vida, lo que demuestra la normalización en la sociedad de este tipo de bebidas. Por otro lado, respecto al cannabis, se menciona que es la droga ilegal más consumida por parte de los adolescentes, habiéndose registrado en 2023 un 26,9% de personas que aseguraba haber probado alguna vez este tipo de sustancia.
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Una enfermedad que genera desprecio
El estigma presente hacia las personas con trastornos adictivos está muy arraigado en la sociedad. Quienes enfrentan este tipo de situaciones tienen que luchar contra actitudes y estereotipos negativos que pueden llegar a dificultar el acceso a la ayuda necesaria, ya que se crean barreras como consecuencia de ello.
La falta de conocimiento acerca de la naturaleza médica de este tipo de enfermedad es lo que contribuye a la aparición del estigma. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una adicción es una enfermedad física y psicoemocional que crea dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad, o relación. No obstante, se sigue considerando una situación extrema a la que se llega por voluntad propia. "Esta enfermedad no es una elección, yo no elegí hacerme adicto. Está muy normalizado tomarse dos cervezas con los amigos, o fumarse un canuto", asegura Óscar.
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Óscar: "Esta enfermedad no es una elección, yo no elegí hacerme adicto"
Óscar es un adicto recuperado que ha querido compartir su experiencia. Explica que esta enfermedad es socialmente muy desconocida: "Cuando aparecen otras afecciones crónicas, los que te rodean saben qué hacer. Vamos al cardiólogo, al neurólogo… pero en esta enfermedad hay mucho desconocimiento, mucha desinformación, mis padres no sabían cómo ayudarme", asegura. "Ellos me ofrecían ayuda pero yo no la quería, ten en cuenta que en ese momento tienes una distorsión de la realidad brutal" añade.
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"La necesidad de sustancias para vivir es una enfermedad que genera desprecio. Si tienes otras, como un cáncer o un glaucoma, genera empatía, cariño, afecto. Pero si dices que eres un adicto en recuperación, lo primero que hacen es guardar la cartera" dice Óscar.
Además, explica que las personas que marginan y discriminan tienden a hacerlo en base al aspecto del individuo. "Puede que te sientes en tu puesto de trabajo al lado de alguien que va bien vestido y, sin embargo, acaba de meterse un gramo". La estigmatización no está tan presente cuando el aspecto físico que vemos encaja con lo socialmente aceptado, ya que se asocia a la figura de "drogadicto" con "una persona que va en chándal, con la jeringa en el brazo y la baba colgando", argumenta Óscar.
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Óscar: "Se asocia a la figura de 'drogadicto' con una persona que va en chándal, con la jeringa en el brazo y la baba colgando"
La discriminación y la estigmatización contribuyen notablemente a incrementar el daño. Los estigmas hacia las personas con adicciones no solo agravan su situación, sino que las aísla y dificulta el acceso tanto a los recursos como al apoyo necesario para su recuperación, ya que suelen ser considerados responsables de su adicción.
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Pablo Llama, psicólogo del centro de desintoxicación Proyecto Hombre, asegura que el estigma afecta al proceso de recuperación: "Es constante, se da en muchos casos. Muchas veces alguien que ha pasado bastante tiempo abstinente vuelve a recaer debido al estigma, ya que se han sentido rechazados por parte de la sociedad. Esto tiene que ver en algunos casos de pacientes con una problemática grave. Nos solemos comportar en base a lo que se espera de nosotros, en parte por ello se producen recaídas, ya que ves que has cambiado, pero los que te rodean no saben que has cambiado y se comportan con unas expectativas de ti que tienen más que ver con el pasado".
Además, cambiar el lenguaje también supondría un avance. Calificaciones como "delincuente" o "vicio" fomentan el rechazo social y contribuyen a alimentar esa creencia colectiva de que las personas adictas son las responsables o las culpables de su situación.
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"Utilizar la palabra yonqui o drogadicto no solo es estigmatizante, sino que también es peyorativo. El lenguaje es bueno que lo revisemos, habría que darle una vuelta, desde luego", señala el psicólogo, quien insiste en cambiar la narrativa y las políticas asociadas en el tema de las adicciones.
"Se necesita analizar este problema como una cuestión de salud pública y no tanto como un problema moral", indica Llama.
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Pablo Llama: "Se necesita analizar este problema como una cuestión de salud pública y no tanto como un problema moral"
Se tiende criminalizar a las personas con adicciones sin tener en cuenta que cualquiera puede desarrollar una.
Según Óscar, "desarrollar una adicción es una ruleta rusa". Nadie que haya probado o consuma de forma regular este tipo de sustancias está exento de ello.
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‘Tenía miedo de que me rechazaran’
"Mi primer contacto con el alcohol fue brindando con champán en las celebraciones. Más adelante, continué bebiendo los fines de semana de fiesta, con 14 años, no iba más allá", explica Carolina (pseudónimo), una mujer de 49 años que sufre de alcoholismo.
Estudió la carrera de Periodismo y llegó a ejercer de ello. Sin embargo, su adicción tomó el control de su vida y perdió todo lo que tenía. Comenta que desarrolló la dependencia hacia el alcohol con 24 años y que durante esa edad ya se dio cuenta de que algo iba mal. No obstante, no fue hasta los 35 años cuando decidió pedir ayuda.
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"No me daba la gana hacerlo porque soy consciente del estigma que hay, tenía el problema y era consciente, pero también me daba miedo", dice. En esta línea, Carolina indica haber percibido actitudes discriminatorias por parte de sus amigos y de su familia.
Carolina: "Me avergüenzo de mí misma"
"He llegado a pensar que no valgo la pena, que no tengo fuerza de voluntad. Los comentarios estigmatizantes los llevo muy mal, me avergüenzo de mí misma. Me encantaría que el alcohol dejase de estar tan normalizado e incluso dejase de hacerse publicidad sobre ello".
El autoestigma también puede surgir como una causa subyacente. Es muy común que surjan sentimientos de culpabilidad o de responsabilidad por parte de aquellos que sufren la enfermedad. Las actitudes negativas que se adquieren como consecuencia de esto pueden llegar incluso a intensificar el consumo.
"Yo ya tenía poca esperanza de vivir, ponía mucho ímpetu en morir, las recaídas son brutales" afirma Óscar. "Además, cuando llevas ya bastante tiempo de abstinencia y vuelves a recaer te machacas mucho. El hecho de ver cómo le cambia la cara a tu familia también influye".
Una lucha constante contra la exclusión social
Según un informe elaborado en 2019 por la Red Iberoamericana de Organizaciones No Gubernamentales que trabajan en Drogas y Adicciones, los procesos por los que se construye un estigma son transversales. La formación del mismo hace que la desmotivación incremente a la hora de pedir ayuda, así como el miedo al tratar con autoridades.
Las personas con trastornos adictivos están habitualmente asociadas a diversos estereotipos que amplifican la experiencia de este estigma, tales como enfermedades de transmisión sexual o la delincuencia. El problema que esto conlleva no solo se centra en las personas consumidoras antes de realizar un tratamiento, sino también durante y después de su realización.
El estigma hacia las personas con problemas de adicciones no es exclusivo de la sociedad en general, incluso los profesionales de la salud pueden perpetuarlo. "He visto mucha estigmatización por parte de médicos de cabecera, quienes parecen no concebir este problema como una enfermedad, sino como algo que se ha buscado por una irresponsabilidad", señala Óscar.
El rol crucial de las asociaciones
"Hay que trabajar la desestigmatización. La idea de que cualquier persona puede generar en cualquier momento un trastorno adictivo no es una cosa ajena. Son circunstancias personales, familiares, multifactoriales que han llevado a una persona a tomar el camino erróneo y que ha acabado tomando el control de su vida. En la medida de lo posible, la sociedad tiene que estar implicada, plantearnos el por qué hay tantas personas que generan un trastorno adictivo, ya que siempre detrás de este tipo de trastornos hay otros problemas de salud mental, pues la adicción es muchas veces la respuesta que tiene la persona para sobrevivir en un momento agresivo", afirma Llama.
Lakoma Madrid es una asociación que trabaja también para reducir el estigma. Laura Sánchez, coordinadora de Piso Apoyo al Tratamiento, afirma que "en Lakoma, la forma de hacerlo es trabajando con las personas que llegan en vulnerabilidad o exclusión social para que se sientan válidas, aumente su autoestima, sus ganas de vivir y de seguir adelante, para que aumenten sus posibilidades de tener una vida mejor. Ver más allá de la adicción, un trato cercano, confiar en que se puede. Cada vez que decimos dónde trabajamos surgen preguntas: ¿Pero esa gente se rehabilita? ¿De qué son? Hay mucho estereotipo de adicto a la heroína, normal en cierto modo, porque en los 80 hubo muchísima heroína y deterioraba el aspecto físico, pero realmente el distanciamiento que hace la sociedad entre ellos y nosotros es para tenerlo en cuenta. ¿Cuánta gente tiene una adicción o abusa de sustancias y no lo reconoce, no se lo plantea?".
Además, Sánchez insiste en que "hay un estereotipo del adicto, el yonqui, y eso que todas las adicciones son malas. Mira el alcohol cómo destroza a las personas y eso que es una droga legal. También las mujeres están más estigmatizadas que los hombres, también la pobreza tiene más estigma… No es lo mismo un empresario que consume cocaína que un menor inmigrante de Marruecos que fuma base en el poblado o que esnifa pegamento".
Laura Sánchez: "No es lo mismo un empresario que consume cocaína que un menor inmigrante de Marruecos que fuma base en el poblado o que esnifa pegamento"
Según Laura Sánchez, se deberían de llevar a cabo cambios a nivel social o educativo para combatir tanto la adicción como el estigma asociado.
"Creo que habría que fomentar la prevención, con campañas que conecten con los jóvenes. Antiguamente había anuncios de la droga mata, pero creo que eran muy generalistas, se debería de dar información de los riesgos que supone que una persona consuma, por qué se llega ahí. Por ejemplo, en los colegios sería bueno hablar de estos temas; por qué se pone uno a fumar o a beber en atracón los fines de semana, cómo se relaciona con el grupo de iguales, cómo a veces se llega por encontrarse mal o para sentirse parte de algo etc. Socialmente hay una cultura muy fuerte en torno al alcohol, celebramos con alcohol, vamos a tomar unas cañas para quedar, nos relacionamos desde la borrachera… Haría falta una toma de conciencia de hasta qué punto tenemos normalizado esto", indica la coordinadora.
Los medios de comunicación también pueden contribuir a la formación de dichos estigmas.
Según Sánchez, la descontextualización de hechos y el uso de adjetivos cargados contribuyen a forjar una realidad distorsionada. La difusión de estos estereotipos en muchas ocasiones se ve exacerbada a través de la televisión, internet, la radio, el cine o incluso los videojuegos. En el caso de la televisión, se aprecia una constante vinculación de las personas adictas con la pobreza y la marginalidad, lo cual produce una gran distorsión de la realidad, ya que estos problemas no necesariamente están ligados a este tipo de situaciones.
Las consecuencias de esto producen una descontextualización y, por ese motivo, existe en muchas ocasiones la creencia de que las drogas están relacionadas con los grupos socioeconómicos más bajos.
Laura Sánchez insiste en el papel de los medios de comunicación. "Tienen bastante que ver en fomentar el estigma. Cuando se habla de personas con adicciones en informativos y programas, la gran parte de las veces sale de manera muy estereotipada, aunque se va superando la idea de viciosos, de vagos, de peligrosos... Pero creo que hace falta una visión más empática y comprensiva de la gente que tiene adicciones.”