madrid
La pandemia ha traído cambios radicales. La vida se articula desde los balcones y las ciudades quedan reducidas a una gigantesca nada vacía; ni turistas, ni terrazas al sol, ni comercios abarrotados. La economía entra en una suerte de abismo temporal y, como ocurrió en la Gran Recesión de 2008, las emisiones se reducen exponencialmente de tal forma que, sin quererlo, el mal vírico queda visto como un respiro en la lucha contra la crisis climática. Sin embargo, la realidad es que el coronavirus es sólo un espejismo y en ningún caso una solución al problema global del calentamiento del planeta.
En los últimos días, imágenes ofrecidas por el satélite Copernicus han revelado cómo las emisiones de gases de efecto invernadero se han ido reduciendo por el parón económico. En España, las cifras hablan de una reducción de las emisiones de hasta el 83% en el caso de Barcelona, del 73% en Madrid y del 64% en Valencia. Sin embargo, el descenso de las emisiones no significa que la concentración de partículas contaminantes en la atmósfera se haya frenado.
"Todo el CO2 que se está emitiendo a la atmósfera tarda como cien años en desaparecer por completo", explica de manera sencilla Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad. Para que empiece a haber cambios sustanciales habrá que ver cómo se desarrolla esta crisis en el tiempo, es decir, si tiene una forma de 'V' con un rebote que permita una recuperación rápida y las emisiones vuelvan a subir, o si tiene una forma de 'U' con una recuperación lenta.
Prieto detalla que esta reducción de las emisiones es algo común durante las crisis económicas. "Ya se vio en la Gran Recesión de 2008 o en la crisis del petróleo de los setenta, son descensos puntuales. Otra cosa es que se cambie la tendencia de concentración de partículas, pero desde que tenemos datos no ha hecho más que subir", agrega el experto.
La crisis que se cierne, no en vano, se presta como un espejismo en materia ambiental, sin embargo, puede servir para entender la magnitud del problema. No sólo por la forma en la que el parón de la actividad económica ha propiciado un freno drástico de las emisiones, sino porque, aún estando en una sociedad prácticamente paralizada, existe un porcentaje de partículas contaminantes que se siguen liberando a la atmósfera. "Un 40% de las emisiones de óxidos de nitrógeno habituales siguen presentes y esto es porque no son sólo los coches, que casi han desaparecido de las ciudades, los que contribuyen a contaminar", agrega Prieto, en referencia a otros actores como las calefacciones o la electricidad, que en los últimos días ha experimentado un ligero pico en la generación de fuentes renovables, según los datos de Red Eléctrica Española.
La emergencia sanitaria ha alterado la vida, pero no la economía. Ya que la covid-19 es un actor más dentro de una eje cronológico plagado de abismos y crisis económicas, por lo que la reducción de las emisiones no se deben entender como una victoria ambiental, a menos que vengan determinadas por un cambio estructural del sistema. Así se percibe en el gráfico de concentración de CO2 realizado por el propio Observatorio de la Sostenibilidad, en el que la línea contaminante ha continuado una tendencia ascendente desde 1958, sobreviviendo a otras grandes crisis mundiales.
Las amenazas climáticas del coronavirus
De hecho, las emisiones que se ahorren durante los meses de emergencia sanitaria se podrían ver equilibradas en poco tiempo. Incluso durante el periodo de incertidumbre actual. Tanto es así, que este viernes la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. (EPA, por sus siglas en inglés) ha anunciado que, debido a la incidencia del coronavirus en la economía norteamericana, se suprimen las leyes de protección ambiental hasta que la pandemia se supere. Una noticia que, lejos de lo anecdótico, deja ver que el neoliberalismo no entiende la crisis como una oportunidad para cambiar las estructuras económicas y avanzar en la lucha contra la crisis climática, tal y como lo entienden los sectores ecologistas.
Más allá de la reducción temporal de las emisiones, la covid-19 tiene otras implicaciones negativas para la diplomacia climática de 2020. Tras el fracaso de la Cumbre del Clima de Madrid de 2019, la convocatoria de este año se presentaba como la última oportunidad para alcanzar compromisos serios y ambiciosos que permitan poner en marcha el Acuerdo de París. "Esta cumbre iba a ser una COP de alto nivel, donde se iban a cerrar los flecos más importantes", argumenta Javier Andaluz, experto en Energía y Clima de Ecologistas en Acción, que resalta que la Cumbre 15 sobre Biodiversidad de las Naciones Unidas ya se ha suspendido, dejando en el aire el encuentro multilateral de Glasgow en noviembre de 2020.
A nivel europeo, el Green New Deal y los compromisos para alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050 también pueden empezar a ser cuestionados por los estados con mayor dependencia de las energías contaminantes.. El primer país en mover ficha ha sido la República Checa, cuyo ministro primer ministro ha instado a Europa a "olvidarse del Acuerdo Verde y centrarse en el coronavirus".
Y es que el debilitamiento de la economía europea hace que otros estados como Polonia pongan en cuestión los objetivos de inversión fijados por la UE para la descarbonización del continente. "Como consecuencia de esta crisis, nuestras economías serán más débiles, las empresas no tendrán suficientes fondos para invertir y la finalización de algunos importantes proyectos energéticos podría verse retrasada o incluso suspendida", argumentan a Reuters desde el Ministerio de Medio Ambiente polaco.
No en vano, dentro de las propias instituciones europeas hay quienes afirman que la crisis puede ser un buen momento para impulsar con fuerza el Pacto Verde. Un ejemplo de ello es Janusz Wojciechowski, comisario europeo de Agricultura, que aseguró este viernes en una entrevista con la Agencia Efe que la recuperación económica del continente debe ser "verde y sostenible".
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