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El equipo de fútbol que dribla los obstáculos de ser mujer refugiada en Catalunya

La Associació Esportiva Ramassà, un modesto club de las Franqueses del Vallès (Barcelona), pone en marcha con Acnur y la Fundació Barça un proyecto que permite a una treintena de mujeres migrantes de diferentes países tejer red y compartir las dificultades de la solicitud de asilo.

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El equipo de mujeres refugiadas de  la A.E. Ramassà durante un entrenamiento. — Joanna Chichelnitzky

barcelona, Actualizado:

Julitza y Svetlana pueden olvidarse durante un rato cada semana de los trámites y dificultades que comporta ser refugiada en Catalunya. Esa tarde, se concentran sólo en correr, mejorar los pases y los chutes y, sobre todo, hacer equipo. Llevan un tiempo jugando al fútbol con el proyecto de la Associació Esportiva Ramassà, que con el apoyo de ACNUR y la Fundació Barça ha impulsado un equipo de mujeres refugiadas a las que ha unido un deporte que, en la mayoría de casos, no habían practicado nunca.

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Es el caso de ambas. En una conversación a pie de campo, antes de empezar a calentar, Julitza y Svetlana explican que en sus países, como también aquí, no está muy extendido que las mujeres jueguen a fútbol. Pero no dudaron ni un momento cuando desde la organización que las apoya como refugiadas, la Fundació Apip-Acam, les preguntaron si querían unirse al equipo. "Nos ha ayudado a desenvolvernos mejor, al principio veníamos con miedo y vergüenza", dice Julitza.

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Ella tiene 30 años y hace ya un par que llegó a Barcelona desde Honduras, junto a su marido y a sus dos hijas, que la acompañan cada lunes al entrenamiento. La miran mientras juega y las pequeñas, de 9 y 11 años, juegan también entre ellas y con otros hijos de las mujeres del equipo. Esta iniciativa del Ramassà empezó a andar en mayo de 2021, y en esta segunda temporada participan unas 35 mujeres de entre 19 y 52 años.

Contenido adicional o infografía: ver versión completa del artículo.

"Hemos visto como el deporte crea cosas, aquí se ha creado un grupo de amigas y compañeras", explica Marc Larripa, mánager del Área Social y Cooperación Internacional del club. "Ayuda a canalizar emociones, detrás de cada chica hay mochilas difíciles y con el deporte se puede trabajar desde muchas vertientes", añade Míriam Giménez, de la Fundació Barça.

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Estar con otras personas en situación similar y poder compartir sus propios problemas son dos de las cosas que, más allá del deporte, ofrece este equipo. "Para mí es una gran ayuda poder compartir con personas como ellas", explica Julitza. "Encuentran un espacio de tú a tú", apunta Giménez.

El equipo está formado por 35 mujeres refugiadas de entre 19 y 52 años

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Poco a poco, el equipo se ha ido convirtiendo en una pequeña "familia" que también les ayuda a sortear los obstáculos que se encuentran por el camino de la solicitud de asilo, desde las dificultades para acceder a la vivienda o a un puesto de trabajo, hasta los trámites burocráticos o el apoyo a los hijos que han venido con ellas. "El objetivo es que hagan red, se ayuden entre ellas y también, sobre todo, que lo pasen bien", añade Joana Tejeo, vicepresidenta del club.

Julitza, miembro del equipo de mujeres refugiadas del Ramassà. — Joanna Chichelnitzky

Svetlana, que tiene 37 años, lleva menos que Julitza en Barcelona. Hace apenas ocho meses que llegó de Ucrania con su hija, cuando estalló la guerra con Rusia. A ella lo que más le gusta del equipo es jugar con las demás y conocer las distintas culturas. Hay jugadoras de Afganistán, Perú, Gambia, Costa de Marfil, Haití, El Salvador y Siria. "Compartir con otras mujeres es muy bueno, aquí cada una tiene su historia y hablamos un poco de todo", dice Julitza.

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Ambas han vivido en pisos de la Fundació Apip-Acam, aunque ahora Julitza y su familia se han ido porque ya se habían acabado los 18 meses de estancia y se han instalado por su cuenta. Después de trabajar en verano en una heladería, ahora busca trabajo de camarera, y ya ha hecho dos entrevistas. Svetlana ve complicado poder trabajar, porque ella es ingeniera química y no cree que aquí pueda ejercer. Por el momento aprende castellano y sigue buscando alguna salida.

Un entrenamiento del equipo de mujeres refugiadas del Ramassà. — Joanna Chichelnitzky

Ambas explican que cuando empezaron con el equipo les costaba más dejarse ir, pero poco a poco se han ido abriendo y ahora tienen más confianza entre ellas. Mientras va cayendo el sol, la veintena de mujeres que han venido a entrenar empiezan haciendo primero juegos cooperativos y luego se dividen en dos equipos para hacer un partido. El entrenamiento sigue la metodología del Esport Net, que explora el juego a través de la cooperación y deja la competición en un segundo plano.

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El Ramassà es un club de las Franqueses del Vallès (Barcelona) fundado en 1975 que juega en la cuarta división catalana, la categoría más baja del fútbol federado. En 2014 empezaron a explorar una vertiente solidaria que les ha llevado a colaborar de forma estrecha con Camerún, donde apoyan a una escuela de fútbol y otros proyectos locales. Lo mejor del fútbol es que "llega a todo el mundo", explica Tejeo.

Svetlana, miembro del equipo de mujeres refugiadas del Ramassà. — Joanna Chichelnitzky

La centrocampista del Barça Aitana Bonmatí visitó al equipo, lo que se refleja en ellas para motivarse

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El compromiso social es lo que hace, también, que jugadores y exjugadores como Radu y Charles sean los entrenadores del proyecto del femenino. "La filosofía del Ramassà es el impacto social a través del deporte y la educación", remarca Tejeo. Por eso, hace ya unos años que se formalizaron como ONG.

El equipo de refugiadas ha ido algunas veces a ver al Barça femenino, con el que se reflejan para seguir entrenando y mejorando el juego. Además, la centrocampista Aitana Bonmatí las visitó hace algunas semanas: "A veces pensamos que no conseguiremos nada, que no aprenderemos, ¡pero escucharla a ella nos animó a todas!", concluye Julitza antes de marcharse corriendo a calentar con las demás.

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